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Tribuna:700º ANIVERSARIO DE LA VILLA
Tribuna
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El pluralismo de Bilbao

Desde los años ochenta, a raíz de sendas obras de los historiadores Julio Caro Baroja y Juan Pablo Fusi, es un lugar común señalar el pluralismo vasco como la seña de identidad más conspicua de la Euskadi contemporánea. Pero quizás no se haya resaltado suficientemente el papel fundamental desempeñado por Bilbao en el surgimiento y el desarrollo de dicho fenómeno de índole política, social y cultural.

La revolución industrial vizcaína del último cuarto del siglo XIX convirtió a Bilbao en la cuna del pluralismo vasco, al nacer en la villa del Nervión el socialismo y el nacionalismo como respuestas antagónicas a la rápida industrialización y a sus importantes consecuencias de todo tipo. A partir de 1898 ambos movimientos empezaron a disputar la hegemonía política a los monárquicos vizcaínos de la Unión Liberal, conocida popularmente como la Piña. En el Bilbao finisecular se configuró un triángulo político personificado por el socialista Facundo Perezagua, el fundador del PNV, Sabino Arana, y el industrial monárquico Víctor Chávarri.

Bilbao fue a finales del XIX la cuna del pluralismo político vasco y, según el autor, ese espíritu pervive frente al totalitarismo

El ascenso de nacionalistas e izquierdistas en Bilbao fue patente desde los inicios del siglo XX: en 1907 tuvo su primer alcalde del PNV (Gregorio Ibarreche) y desde 1910 fue un distrito antimonárquico en las elecciones a Cortes, representado primero por el republicano Horacio Echevarrieta y después por el socialista Indalecio Prieto.

El triángulo político bilbaíno se consolidó en los años que transcurrieron desde la I Guerra Mundial hasta la Dictadura de Primo de Rivera. Fue entonces cuando se extendió al conjunto de Vizcaya, territorio en donde quedó arrumbado el carlismo, a diferencia de lo que sucedió en el resto del País Vasco. Los nuevos protagonistas fueron el naviero nacionalista Ramón de la Sota y el monárquico liberal Gregorio Balparda, junto con Indalecio Prieto, diputado por Bilbao entre 1918 y 1923. En los demás distritos de Vizcaya, la lucha electoral enfrentaba al nacionalismo con la nueva versión de la Piña, la Liga de Acción Monárquica.

La mejor muestra del pluralismo bilbaíno fue la excelente revista cultural Hermes (1917-1922), expresión del auge del capitalismo vizcaíno y del nacionalismo vasco a finales de la Guerra Mundial. Su director, el nacionalista heterodoxo Jesús de Sarría, le inculcó las ideas de autonomía política de Euskadi en España, democracia social y pluralismo cultural, manifiesto en la rica nómina de los colaboradores de Hermes, entre ellos los principales intelectuales de las generaciones de 1898 y 1914. Pero este proyecto de modernización, tan bilbaíno como cosmopolita, se truncó en los años veinte.

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El pluralismo de Bilbao rebrotó con vigor durante la II República, cuando culminó el ciclo histórico iniciado en 1876. La triangulación política estuvo encarnada entonces por la izquierda republicano-socialista, que seguía encabezada por Indalecio Prieto; por el PNV, que contaba con un nuevo líder carismático, José Antonio Aguirre, y por la derecha monárquica, en la cual despuntaba ya la figura del joven José María de Areilza.

Pero el triángulo ya no era equilátero sino isósceles, pues el PNV y la izquierda tenían una fuerza casi similar (con ligero predominio de ésta última, que controlaba el ayuntamiento), y eran muy superiores a los monárquicos, quienes habían abandonado sus convicciones liberales y se habían aliado a sus antiguos rivales, los carlistas.

Las elecciones generales de 1936 demostraron que esos tres bloques políticos se habían constituido en toda Vasconia y se habían repartido sus circunscripciones: Bilbao dio la mayoría al Frente Popular, el PNV fue hegemónico en Vizcaya-provincia y Guipúzcoa, mientras las derechas ganaban en Álava y copaban los escaños de Navarra.

En 1936, de la confluencia de los dos primeros bloques en torno al binomio democracia española-autonomía vasca, nació Euskadi como entidad jurídico-política con el Estatuto y el primer Gobierno vasco, fruto de la alianza sellada entre el PNV y el Frente Popular en plena Guerra Civil. Gracias a ello, durante nueve meses, de octubre de 1936 a junio de 1937, Bilbao se convirtió en la capital de la Euskadi autónoma y de ese pequeño Estado vasco que de hecho existió en Vizcaya, al concentrar todos los poderes el Gobierno de coalición presidido por el lehendakari Aguirre.

En la situación excepcional del año de guerra, el pluralismo bilbaíno se redujo, pues las derechas estaban proscritas al haberse sumado a la sublevación militar; pero subsistió en buena medida, más que en las dos zonas beligerantes, pues el espectro político abarcaba desde el católico PNV hasta la anarquista CNT pasando por los partidos republicanos, los socialistas, los comunistas y ANV, integrantes del Frente Popular de Euskadi.

El 19 de junio de 1937, con la conquista de la hasta entonces Invicta Villa por los requetés carlistas del ejército de Franco, la democracia bilbaína desapareció por completo al ser silenciada su mayoría social y política de nacionalistas e izquierdistas, que sufrieron la cárcel o el exilio. Manu militari, Bilbao perdió su efímera capitalidad, su autonomía y hasta el Concierto Económico, derogado por Franco para Vizcaya y Guipúzcoa.

Tras casi cuatro décadas de Dictadura, el Bilbao 'baluarte de la libertad y de la democracia' (Prieto) resurgió pujante en la Transición, y de nuevo con tres fuerzas principales: el PNV, el PSE-PSOE y el centro-derecha no nacionalista, a su vez artífices del Estatuto de Gernika de 1979.

Hoy en día, al cruzar el umbral del siglo XXI, perdura el espíritu del Bilbao contemporáneo, que es una mezcla del liberalismo, del socialismo y del nacionalismo democráticos. Si no pudieron aniquilarlo ni el carlismo ni el franquismo, tampoco lo lograrán otras fuerzas totalitarias de signo opuesto.

Y mientras subsista la democracia bilbaína, pervivirá el pluralismo vasco, pues no en vano Bilbao, aun sin ser la capital administrativa, constituye la cabeza principal de Euskadi.

José Luis de la Granja es catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU.

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