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Infracciones y obstáculos

Javier Arroyo

Cables y nadadores

Más información
Los ojos que vigilan el Estrecho

Dentro de su papel de guardia de tráfico del estrecho de Gibraltar, el Centro Zonal de Salvamento de Tarifa cuenta con una desventaja con respecto a los habituales guardias urbanos de a pie: cuando alguna embarcación comete una infracción, no pueden echar al mar un barco, perseguir al infractor, detenerlo y sacar el talonario de multas. El proceso es algo más complicado. En caso de infracción, Tarifa informa a la Dirección General de Marina Mercante española; ésta comunica el asunto al Ministerio de Asuntos Exteriores que, a su vez, informa a la Marina Mercante del país culpable. Ahí, unos países toman medidas y otros, probablemente, no. Un trámite complicado que no siempre se sabe cómo acaba.El año pasado, el centro tramitó 14 infracciones y el país más infractor resultó ser Turquía, con cuatro embarcaciones de esa nacionalidad incumpliendo las normas.

La infracción más común en el Estrecho es la navegación a la contra. Es decir, capitanes que se hacen los remolones a la hora de cumplir con su obligación de mantener el carril derecho. Y es raro que no hagan lo posible por cumplir porque, en estos casos, las multas debe abonarlas el propio capitán del barco. La segunda infracción más frecuente es la de los vertidos incontrolados de hidrocarburos o productos similares. El problema es que, en estos casos, es más fácil descubrir el delito que al culpable.

Los que navegan por el Estrecho, por otra parte, conocen bien los obstáculos principales de la ruta. Sin embargo, los barcos de mantenimiento de los cables y tuberías que cruzan el canal, nadadores en busca de récord e incluso las redes de la almadraba dispuestas para la pesca del atún, suponen un peligro que un día está y al día siguiente ha desaparecido.África y Europa están unidos, además de por el agua, por un gasoducto, por líneas telefónicas y por el, en su día, conflictivo cable eléctrico submarino. Aunque estos equipamientos ya están definitivamente instalados, el mantenimiento obliga al centro de control a establecer cada cierto tiempo dispositivos especiales para evitar que los barcos que trabajan en esas infraestructuras sean embestidos por quienes navegan por sus cercanías.

Además, y por si el número de embarcaciones para allá y para acá no fueran suficientes, también hay personas con la moral suficiente para echarse al agua y nadar de lado a lado. Hasta en siete ocasiones hubo que montar algún dispositivo especial en 1999 para nadadores que intentaron llegar a la costa contraria más rápidamente que sus predecesores; una de ellas estuvo formada nada menos que por una docena de nadadoras japonesas que hicieron la travesía a relevos. Por cierto, el récord lo consiguió David Meca, que nadó entre Tarifa y Punta Cires (Marruecos) en dos horas y 29 minutos.

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