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Juan Tomás de Salas, un hombre libre

José Luis Leal

Era una tarde de octubre de 1955. Las clases del CEU no tenían entonces más de treinta alumnos. El profesor preguntó algo y Juan se levantó para contestar; no recuerdo lo que dijo exactamente, pero lo que sí quedó grabado en mi memoria fue su inteligencia, muy fuera de lo común. Pronto nos hicimos amigos y esa amistad ha perdurado desde entonces.Juan se opuso al franquismo cuando hacerlo significaba un elevado riesgo; participó en el FLP y pagó por ello el precio del exilio tras pasar ocho meses refugiado en la Embajada de Colombia en Madrid. Tras su estancia en Colombia volvió a París con una beca del Gobierno francés para seguir cursos de Historia en la Escuela Práctica de Altos Estudios, con Pierre Vilar. En el universo español del exilio en París, Juan brillaba con luz propia, consumido por el deseo de volver a su tierra para seguir luchando por la democracia y la libertad.

Así lo hizo. Recuerdo el día en que me dijo que volvía a España, que quería fundar una revista para hacer avanzar la causa de la democracia, y que era posible hacerlo en el marco de un régimen que se había debilitado porque ya no representaba a nadie. Consiguió hacer realidad su sueño y fundó la revista Cambio 16. Es difícil imaginar ahora, con una democracia firmemente asentada, lo que Cambio significó en los años setenta. Era una llama que cada semana alumbraba el camino de la libertad y que mostraba a los indecisos, a los que pensaban que el régimen de Franco era eterno, que los tiempos habían cambiado y que la sociedad española había madurado lo suficiente como para tomar en sus manos su propio destino, a pesar de los zarpazos ocasionales de un régimen anacrónico. El Cambio de aquellos tiempos era una revista inteligente, irónica, siempre en el límite de lo permitido y sin prejuicios, a la imagen de su fundador. Mantenerla le costó infinidad de multas y secuestros, pero no se arredró por ello. Vino luego Diario 16: "El modelo es el Herald Tribune", decía Juan. Conservo el recuerdo imborrable de la noche electoral del 15 de junio de 1977 en la sede de Diario 16, cuando todo parecía posible para ese país nuevo que nacía ante nuestros ojos y a cuyo nacimiento tanto habían contribuido sus publicaciones.

Más tarde vendrían las dificultades. El espíritu pionero de los años setenta cedió el paso a las dificultades de la crisis económica y a las tensiones políticas del día a día; como escribió Mayakovski, "la canoa del amor se ha roto contra los escollos de la vida cotidiana". Juan siguió luchando incansablemente por sus ideas, concibiendo nuevos proyectos cuando los viejos se quebraron. Era demasiado libre como para vivir sin enemigos y, de nuevo, pagó un alto precio por ello.

No volveremos a escuchar su voz cascada de los últimos tiempos. Luchó contra su enfermedad con el coraje y la lucidez con los que siempre vivió. Quienes tuvimos el privilegio y la fortuna de conocerle sabemos que si España es hoy un país libre se lo debe, en alguna medida, a su esfuerzo y a su combate, al arrojo y a la dignidad con que supo defender sus ideas en los momentos difíciles, a su inteligencia y a su generosidad.

Hoy, España es un poco más pobre porque ha perdido a un hombre libre. Gracias, Juan, por haber estado con nosotros.

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