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La Asamblea Francesa aprueba el recorte del mandato presidencial de siete a cinco años

Por pura disciplina, sin convicción ni debate, tal y como pedían los jefes de los grandes grupos parlamentarios, los diputados de la Asamblea Francesa aprobaron ayer, por 466 votos contra 28, el trascendental proyecto de ley que reduce de siete a cinco años el mandato presidencial. El polémico quinquenato pasó así su primera prueba y queda ahora a expensas de que lo apruebe el Senado y, en su caso, los ciudadanos franceses en referéndum. El recurso a la consulta popular, aunque deseado por el presidente, Jacques Chirac, encuentra cada vez más resistencia entre los políticos.

Los partidos políticos franceses temen una respuesta ciudadana muy discreta ante el referéndum y la capitalización del asunto por la extrema derecha. Chirac se encuentra ante el dilema de mantener esa opción y cargar con las consecuencias de un eventual fracaso u optar por que la reforma constitucional sea adoptada en el Congreso (la suma de la Asamblea y el Senado) a riesgo de ser acusado de "hurtar la voz al pueblo". En cualquiera de los casos, la saga de los grandes monarcas republicanos franceses puede estar a punto de extinguirse, y no sólo porque la poderosa personalidad de Charles De Gaulle o el maquiavelismo megalómano de François Mitterrand -"yo seré el último gran presidente de la V República", predijo- no encuentren hoy réplica alguna entre la clase política. Después de 27 años de discusión recurrente, el quinquenato va camino de ser plasmado en la Constitución. Al recortar el mandato presidencial para hacerlo coincidir con los comicios legislativos, Francia se sitúa ante la encrucijada que conduce bien a un sistema convencional de partidos en el que la figura presidencial queda despojada de buena parte de sus actuales potestades o bien a un régimen resueltamente presidencialista que acentúe su actual especificidad institucional.

A regañadientes, forzado por la presión combinada de su viejo enemigo personal Valéry Giscard d'Estaing y de su adversario político el primer ministro Lionel Jospin, el presidente Jacques Chirac ha terminado por estampar su firma en el proyecto de reforma constitucional que acaba con el septenato, una de las grandes señas identitarias de la V República. Aunque la reforma aceptada por el jefe del Estado se limita a recortar dos años el mandato presidencial, lo que se denomina un "quinquenato seco", esa mínima modificación elimina uno de los pilares de la V República, instaurada por Charles de Gaulle en 1958, precisamente con la aprobación del septenato, y abre la vía a un cambio de régimen. Es un mal trago para el jefe del Estado y líder del partido gaullista RPR, pero también un mal menor si se tiene en cuenta que la propuesta de ley constitucional con la que le amenazaba el ex presidente Valéry Giscard d'Estaing le privaba de la potestad de convocar a los franceses en referéndum.

Más allá de suponer que la coincidencia de las elecciones presidenciales con las legislativas, que se celebran cada cinco años, debe situar tanto en el Elíseo como en Matignon a líderes del mismo signo político y acabar por tanto con la penosa práctica de la cohabitación, nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán los efectos institucionales de este cambio.

Por no saber, y es un dato capital, dadas las circunstancias, se ignora si los comicios legislativos precederán, como está establecido en principio, a las elecciones presidenciales.

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