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EVOLUCIÓN

Nuevos datos invalidan la teoría de la 'Eva mitocondrial'

Javier Sampedro

La fecundación es una aventura desigual. Tanto el óvulo como el espermatozoide aportan los genes que llevan en los cromosomas del núcleo, que son la gran mayoría. Pero sólo el óvulo aporta a la descendencia sus mitocondrias, las minúsculas factorías energéticas de todas las células. Como las mitocondrias también contienen algunos genes, se ha supuesto que estas factorías son el soporte de un tipo de herencia que discurre exclusivamente por la línea femenina de cada familia, o de cada especie. Pues bien, parece ser que no es así.Un estudio dirigido por el evolucionista John Maynard Smith, de la Universidad de Sussex (Reino Unido), publicado en Science el 24 de diciembre, muestra evidencias de que los genes mitocondriales de la madre se mezclan con los del padre, al menos en humanos. Ello sólo es posible si el padre también aporta mitocondrias a la prole. El hallazgo puede dar al traste con las numerosas conclusiones basadas en las comparaciones de ADN mitocondrial, desde relaciones de parentesco hasta identificaciones forenses pasando por la célebre Eva mitocondrial, supuesta madre africana de todos los seres humanos actuales.

Especie huérfana

El concepto de Eva se basa en la reconstrucción del árbol genealógico humano mediante el ADN mitocondrial, y asume que sólo las madres pasan ese ADN a través de las generaciones. Esta reconstrucción permitió deducir que toda la humanidad actual proviene de una única mujer, Eva, que vivió en África hace unos 200.000 años. Pero si el ADN mitocondrial materno se mezcla en cada generación con el paterno, no hay forma de alcanzar una conclusión tan nítida. La especie humana se ha quedado de pronto huérfana de madre, y habrá que revisar toda la historia.

La conclusión más afectada será el tiempo (200.000 años) asignado al origen de la humanidad actual. La reconstrucción de genealogías por comparación de ADN se basa en un hecho simple: cuanto más tiempo llevan separados dos linajes, más cambios acumula cada uno por su cuenta y menos se parecen sus representantes actuales. Si se puede estimar la velocidad a la que se acumulan los cambios, se puede saber en qué momento se separaron los linajes. Los investigadores creían saber esa velocidad para el ADN mitocondrial, pero si resulta que éste se mezcla entre padres y madres, la estimación sería errónea, porque la mezcla tiende a homogeneizarlo todo y a hacer parecer el origen más reciente de lo que es en realidad.

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