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La vendedora de mermelada

Esther Afua empezó sisando a su tía y hoy es una empresaria africana comprometida contra la miseria

Tiene 80 años y toda la vitalidad de África a cuestas. "Lo que soy es una mujer de negocios", se presenta. Lo dice con sencillez y objetividad, y es capaz de hablar horas sin traicionar esas virtudes. Esther Afua Ocloo, nacida en Ghana, ha intervenido esta semana en Madrid en la conferencia internacional África ante el nuevo milenio. El reto de la cooperación, organizada por Intermón. Esther obtuvo en 1990 el Premio Africano al Liderazgo. En 1975 había sido pionera del microcrédito en la priomera Conferencia de Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en México. Posteriormente fundó el Banco Mundial de la Mujer y ocho ONG, entre las que destaca SEHUF,Sustainable End of Hunger Foundation (Fundación para el Final Sostenible del Hambre).La mitología política estadounidense predica que para llegar a ser inquilino de la Casa Blanca hay que haber vendido periódicos por la calle. Esther, en Acra, vendió mermelada.

"Nací en una aldea muy primitiva", recuerda, "y sólo pude estudiar gracias a una beca. En Acra tenía una tía que me daba 10 chelines, que era una cantidad verdaderamente precaria. Un día me harté y guardé parte de esa paga para ponerme a vender botes de mermelada casera en el centro de la capital. En la escuela había aprendido algo de lo que ahora se llamaría economía doméstica, o sea a fabricar mermelada. Me las apañé para convertir unos papeles en etiquetas y los pegaba en los botes. Tras la primera jornada, me encontré con que había ganado 12 chelines. Así que se me ocurrió firmar un contrato para hacer mermelada para la escuela, y el negocio fue viento en popa: era nada menos que, por decirlo con solemnidad, la primera fábrica de comida procesada del país".

El éxito acarreó a Esther una beca para el Reino Unido, donde se curtió en disciplinas como el procesamiento de alimentos y la gestión empresarial.

"Cuando volví a Ghana en 1953 me di cuenta de lo mal que estaban las mujeres", dice. "Como en toda África, eran un pilar básico para la economía, pero carecían de conocimientos para sostener un negocio. Así que empecé a fomentar federaciones de mujeres y a tratar de que las mujeres consiguieran créditos de los bancos. Era difícil: yo pedía un crédito y el banco me pedía garantía,o en todo caso que me acompañara mi marido. Yo no tenía entonces ni lo uno ni lo otro. Cuando tuve marido, bien que me apoyó".

La conferencia de México marcó un hito en su vida. Fue como delegada y encontró que las participantes tenían inquietudes similares. "Pensé entonces, y lo sigo pensando, que para las mujeres es importante tener poder económico y poder digamos académico: pero el económico es fundamental, porque la independencia económica te abre las puertas".

Al fin logró fundar el Banco Mundial de la Mujer, que hoy tiene ramas en varios países de África y de Latinoamérica. "Aparte de una política de precios accesible", señala, "el banco brinda a las solicitantes de crédito una formación de gestión para que puedan devolver lo prestado. Y, como trabajamos con mujeres que no tienen estudios y que no saben nada de leyes, el banco no espera a que ellas vengan, sino que va a buscarlas a sus aldeas o barrios y les explica el método".

Según los datos que Esther maneja, las dos terceras partes de las pequeñas granjas africanas las llevan las mujeres, y las mujeres intervienen en el 80% del proceso alimentario. "África es agricultura", dice, "pero para desarrollar ese sector, que por cierto nunca ha gozado de las prioridades de los Gobiernos, no basta con contar sólo con las campesinas, sino también con los jóvenes sin empleo: el camino es potenciar la formación".

La Fundación de Esther no sólo trabaja en agricultura y ganadería, sino también en el textil. "Pero aún no somos autosuficientes", apunta. "Mi consejo a las ONG del mundo desarrollado es que se esfuercen en formar grupos africanos que sepan subsistir: quien tiene, para de pedir".

Los jóvenes son el futuro, pero también un problema. "Hay que interesarles, lograr que se unan". En cualquier caso, Esther no pierde el contacto con ellos. "Piense usted que tengo una amiga de 101 años".

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