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"Si no tengo el balón, me vuelvo loco"

No tiene pinta de jugador; sin embargo, pocos como Figo dan tanto que hablar de fútbol. Por su carácter, sólo le interesa hablar de lo que sucede en el campo, motivo por el que nunca fue un futbolista mediático. Siempre le interesó más el equipo que su persona, así que nunca fue cotejado con Rivaldo o Ronaldo, pero su productividad ha sido tal que ha acabado por seducir a los hinchas, tanto propios como ajenos.Pregunta. Marcó, como de costumbre, frente al Madrid, también en Wembley ante el Arsenal y en el doble enfrentamiento contra el Fiorentina. Pese a su difícil relación con el gol, tiene usted una especial capacidad para vencer al portero contrario en los grandes partidos, tanta que incluso ya se le sitúa como uno de los candidatos al Balón de Oro. ¿Le faltaba el gol para sentirse valorado por la crítica?

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Un referente dentro y fuera

Respuesta. No soy un goleador ni juego para golear. Mi hoja de servicios se mide por otros parámetros. Pero la media personal hasta ahora era de unos siete goles por temporada, que no son muchos, así que este año me siento más normalizado en este sentido . No es un asunto que me obsesione ni los goles ni los títulos personales, sino que miro al equipo. No he nacido para ser pichichi. Es evidente, en cualquier caso, que cuanto más cerca estás de la portería, más posibilidades tienes de marcar, y esta temporada estoy más próximo al marco rival. Y la explicación a mi notoriedad goleadora en los grandes partidos obedece sobre todo al contrario: hay más espacios, el campo es más grande y es más fácil llegar a la portería.

P. Parte de la opinión pública le considera un factor decisivo para comprender la jerarquía del Barça respecto al Madrid durante la década de los noventa. Como si fuera Di Stéfano. La gente no olvida que usted pudo elegir entre uno y otro equipo y prefirió el Barça.

R. Un jugador no puede tener tanta influencia, ni en el conjunto del fútbol, ni en su equipo. Un futbolista puede contribuir a desequilibrar, pero no a cambiar medio mundo.

P. Los más sentimentales y también ortodoxos del fútbol siempre le agradecerán que haya dignificado la zamarra con el 7, un número mágico tanto en el Madrid como en el Barça, en una época en que hay muchos futbolistas que toman el número que se les da sin más.

R. El 10 nunca ha estado a mi alcance. En el momento en que yo comenzaba, el 10 siempre era para el crack del equipo, y a mí no me alcanzó para ponérmelo. Tuve que elegir otro y opté por el 7. Empecé con el 7 en el Sporting de Lisboa y desde entonces he procurado merecerlo.

P. El 7 era sinónimo de extremo derecho y, a efectos de contabilización, sería un notable, una calificación que usted siempre merece. Jamás baja del 7.

R. Yo no tengo una jugada premeditada. No puedes decir: bueno, hoy voy a hacer esto. Los partidos son diferentes y los movimientos también. Ni poseo una jugada preferida: ni el gol, ni la asistencia, ni me considero sólo un pasador. No cuento con un repertorio para hacer una cosa u otra. Asocio el fútbol a la rapidez. Lo importante es pensar rápido, ejecutar rápido, meterse rápido en el partido, y eso no sólo depende de ti, pero tú tienes que intentarlo, procurar que la mente sea más veloz que las piernas. No desfallecer en ningún caso.P. Uno de los pocos cánticos que quedan en la grada del Camp Nou se refiere precisamente a su voluntarismo: "No pares, Figo, Figo".

R. No hay nada más gratificante para un profesional que sentirse reconocido por su trabajo. Siempre he sido bien tratado en el Barça. La gente me ha dado su cariño. Las cosas me salieron bien desde el principio, pero me siento deudor de la afición, así que intento corresponder cada día con mi trabajo.

P. Frente a los mercenarios, usted personifica al extranjero integrado, tan comprometido con el club y con el juego que por encima de su nacionalidad se impone su sentimiento culé.

R. Mi compromiso no sólo es contractual. No tengo motivos para cambiar desde el momento en que entro en un local y me siento tan a gusto con los demás como los demás conmigo. Más que verse, se nota. Ya lo dije cuando me fui del Sporting: si la gente me hubiera tratado bien, si me hubiera sentido correspondido, yo no me habría ido ni del club ni de mi país. También es importante, por supuesto, la cuestión económica, porque siempre piensas en el futuro, en el día después de dejar el fútbol, en la protección familiar, pero en el fondo buscas ser feliz. Cuando uno se siente bien, trabaja bien, vive bien, se siente bien pagado y advierte que la gente está contenta, no hay motivo para cambiar.

P. ¿No tiene un referente distinto al Barça, otro modelo, otro equipo en el que le gustaría jugar, otro país?

R. No he tenido ni un jugador ni un club idealizado. Me gustaba Maradona, pero también era capaz de apreciar detalles de otros jugadores, portugueses entre ellos. Nací pensando en ser futbolista y crecí esperando ser profesional en el Sporting. Y a partir de entonces me quedo con el impacto que me causó el dream team. Tuve la suerte de ver por televisión muchos partidos del equipo de Cruyff. Era impresionante. Yo elegí el Barça en lugar de cualquier otro equipo porque sabía que iba a trabajar con Cruyff.

P. ¿Cruyff fue el motivo por el que fichó por el Barça y no por el Madrid o por otro equipo de primer orden europeo?

P. Preferí el Barça por la ciudad de Barcelona, porque me ofrecía un buen contrato, por el pasado del club y porque sentía una una especial ilusión por estar junto a Cruyff. Tenía 22 años y una ansiedad enorme por ganarme el mayor prestigio posible, y ahora que he cumplido 27 puedo decir que la elección fue muy productiva. Entrenarme con Cruyff me ayudó mucho, sobre todo porque siempre ponía la pelota como condición, continuamente estábamos en contacto con el balón. Aprendí a manejarme en una nueva posición en el campo, a adaptarme a un nuevo sistema de juego, a disfrutar como futbolista incluso en los entrenamientos y a madurar como persona. Aprendí mucho y maduré en una etapa vital en un futbolista.

P. Usted, sin embargo, vivió la última etapa del cruyffismo, una época de turbulencias en el Camp Nou que desembocó en una fractura social y en la contratación de un entrenador de paso como era Boby Robson. ¿No se arrepintió de haber fichado por el Barça cuando desapareció el factor decisivo en su elección como era el entrenador?

R. Venía de un club muy inestable, el Sporting, donde los entrenadores entraban y salían con relativa facilidad, por lo que pude asimilar mejor el cambio. Además había trabajado con Robson en Portugal, aunque es cierto que el relevo me sorprendió, sobre todo porque en el Barça esperaba encontrar estabilidad técnica. Cruyff, por ejemplo, llevaba ocho años en el cargo.

P. Usted ha dejado un partido para el recuerdo en cada etapa. "Cruyff proclama a sus herederos", se dijo de aquel encuentro en que la quinta de lo Pelat le metió un 1-5 al Betis (7 octubre de 1995), pero su actuación particular estuvo muy por encima de la exhibición de la cantera. Usted organizó a los jóvenes.

R. Jugaron muchos chicos de la cantera porque había algunas bajas. Se habló mucho de aquello, por cómo se jugó y por el resultado. Pero yo no me quedo con un partido, sino con todo mi primer año. Fue una novedad para mí. Llegué con una gran ilusión: dejaba mi país para pasar a jugar en un equipo del que conocía todo el pasado reciente, deseoso de seguir la senda del dream team que tanto me había seducido, con ganas de repetir éxitos, de ayudar al club a aumentar su prestigio y de darme a conocer. Fue un año difícil, porque hubo una transición muy apreciable en la plantilla, muchos cambios, gente nueva, jugadores jóvenes. No ganamos nada, pero tengo un buen recuerdo. Me adapté y aprendí de forma rápida.

P. ¿De la etapa de Robson, el mejor recuerdo será la final de Copa contra el Betis , un partido en el que el fútbol hizo justicia a un futbolista como usted?

R. Cuando fiché por el Barça me impuse como objetivo jugar con asiduidad y ganar prestigio, y en el fútbol el prestigio te llega con goles, si juegas delante. Aquel partido lo recuerdo por ser una final y por haber marcado dos goles, pero había hecho encuentros mejores. Lo que pasa es que la prensa redunda en el goleador e influye en el público. Los goles me sirvieron, en este sentido, para que la gente reparara más en mí que antes.

P. Y ahora, con Van Gaal, son especialmente recordados sus partidos contra el Madrid, encuentros que usted parece elegir expresamente para revalorizarse, como si tuviera necesidad de recrearse para compensar el poco impacto que ha tenido Portugal como selección y el Barça en las dos últimas Ligas de Campeones, de las que fue eliminado en la primera fase.

R. Los partidos contra los grandes equipos suelen ser más abiertos y el futbolista puede expresarse mejor, desarrollar sus características, porque hay más espacios y condiciones para jugar. El riesgo, la creatividad, la tensión, todo aumenta, y por tanto también crece el poder de seducción del jugador. El plantel sabe que en los dos últimos años estuvimos por debajo de lo que se nos puede exigir en Europa, y de ahí nuestro empeño en mejorar y decir: ¡eh!, somos un buen equipo.

P. ¿El mérito del Barça es que es un equipo reconocible en cualquier campo?

R. En el fútbol mundial no hay muchos equipos que intenten jugar como nosotros. Tenemos un sello, un estilo, un forma de hacer muy nuestra.

P. ¿No cree que últimamente hay un culto al individualismo y a la táctica y, por el contrario, no hay grandes modelos futbolísticos, equipos como el Ajax de Van Gaal o el Milan de Sacchi, o incluso el Barça de Cruyff?

R. Hoy no puedes decir: voy a jugar así, y juegas así. Los entrenadores se adaptan mucho al equipo contrario. Pero en el Barça al menos intentamos seguir una filosofía, una base asimilable para todos. Nuestro ideario consiste en tener el balón e ir al ataque, siempre con tres puntas e intentando combinar a partir del mayor número de triángulos posible. Jugar como equipo.

P. Tanto su discurso como su fútbol no tienen nada que ver con su porte. No es usted un jugador mediático, y viéndole entrenarse tampoco seduce. Parece como si hubiera nacido sólo para jugar.

R. Entrenarse es tan importante como saber lo que tienes que hacer. Pero en el campo las situaciones de juego son distintas a las que se ensayan. Te guías por lo que tienes que hacer y tu propia calidad hace el resto.

P. Hay cierta coincidencia entre sus compañeros en decir que Rivaldo es el jugador decisivo en la misma medida en que Figo es el futbolista importante. Un ejemplo: de cada 10 pelotas que maneja Guardiola, siete son para usted.

R. Cada uno tiene sus características. Yo intento disfrutar, y el día en que no me lo pase bien, me largo. Si disfrutas, acabas teniendo prestigio. Nunca he hecho planes a largo plazo. Las cosas van sucediéndose poco a poco, como en cada jugada, así que ahí estoy, disfrutando, intentando ganarme un prestigio, dignificando al club, siendo siempre honesto conmigo mismo, dando lo mejor que tengo, porque yo, una vez jubilado, no me perdonaría nunca haberme traicionado, pensando que no hice todo lo que me pedía la propia jugada.

P. ¿Pero usted dónde se siente más cómodo, como media punta o como volante derecho, sus puestos naturales, o como extremo, diestro o zurdo, como le enseñó Cruyff?

R. Yo me siento cómodo con el balón. Si no me lo dan... Nunca lo había tenido tan claro como en el Barça. Me acuerdo de que en mis años en el Sporting acababa los partidos muerto de tanto correr y muchas veces no había tocado pelota. En el Barça las cosas están más estudiadas e interviene como factor principal el juego de posición. Pero yo, si estoy cinco minutos sin tocar el balón, me vuelvo loco. Tengo tendencia a ir a por la pelota. La necesito. No puedo estar parado y sin balón.

P. ¿Usted no podría jugar en un equipo dirigido por un entrenador que despreciase la pelota?

R. Mis características, mi juego, se podría adaptar a otros equipos, a otros modelos, pero mi rendimiento no sería el mismo. La mayoría son sistemas que exigen mucho trabajo físico, en los que te desgastas mucho, y cuando consigues tener el balón ya no eres el mismo, te falla la fuerza, disminuye la visión de la jugada. Todo es menos claro y no puedes dar lo mejor de ti. Una cosa es la calidad de un jugador y otra las funciones de un jugador en el equipo, pero cuando se aúnan las dos cosas, entonces la cosa funciona.

P. ¿El fútbol y el compromiso de los jugadores con una manera de jugar fue la causa determinante que salvó el año pasado a Van Gaal de la destitución?

R. El año pasado el equipo fue víctima de un cierto cansancio, físico y de ideas, y así es muy difícil salir adelante. Pasamos un momento difícil. Un equipo grande no puede estar tres o cuatro partidos sin ganar. Nos vino muy bien el parón navideño para liberarnos de la tensión. Pudimos descansar, repasar, y volvimos al trabajo con chispa. Cuando las cosas no van bien, conviene parar y volver, porque entonces te sientes mejor. Fue un problema de saturación, no de crisis de modelo o de juego, más que de cualquier otra cosa. Las cosas no salían no porque el rival nos hubiera tomado la medida, sino porque nosotros no alcanzábamos la supuesta medida.

P. ¿No están matando a los futbolistas con tantos partidos?

R. Más que a los jugadores, pueden matar al fútbol. Hay muchos intereses en juego y los futbolistas se vienen sacrificando. El fútbol ha evolucionado, pero se impone el ganar por encima de todo, precisamente por los intereses de los que hablamos.

P. ¿El peor rival del Barça en la Liga es el propio Barça?

R. Eso nos da más presión. La grandeza del fútbol está en su imprevisibilidad. Hay que ir partido a partido. Tenemos varios objetivos y nuestra grandeza es que podemos alcanzarlos, pues contamos con un equipo muy hecho y los refuerzos que han llegado son de gran calidad. Nos falta quizá un poco de instinto, de carácter, tanto para remachar en ataque como para defender.

P. Parece que el principal objetivo del equipo es este año la Liga de Campeones

R. Haber ganado la Liga en los dos últimos años y una Copa puede llevar a dar esta sensación, pero en mi caso, por ejemplo, me dolió mucho empatar en Numancia. Me cabreé de verdad. Yo salgo al campo a trabajar y a ganar.

P. ¿Usted cree que el Barça actual puede recoger los mismos trofeos que el dream team?

R. Hay muchas diferencias entre uno y otro equipo. Quizá el punto de unión es el sistema. Pero el dream team también jugaba mal, ¿eh? ¡Hubo ciertos partidos...! Nadie se acuerda de lo malo porque ganaron títulos. Lo que pasa es que la gente tiene ganas de que vuelva a pasar algo parecido a lo que sucedió con aquel equipo. Hay una cierta ilusión. Sabe que el grupo tiene calidad para poder intentarlo y nos ayuda a motivarnos para ganar, que para eso vivimos.

P. ¿Qué le ha enseñado Van Gaal?

R. A Van Gaal le gusta perfeccionar al máximo todo lo que envuelve al equipo. Es un trabajador y exige al máximo al jugador incluso en los entrenamientos. Le pide que ponga los cinco sentidos para mejorar las características individuales y colectivas.

P. A su fama de jugador honesto y altruista, que jamás se lesiona, se le ha añadido últimamente cierta etiqueta de futbolista protestón y con tendencia a simular faltas. Hace poco, por ejemplo, le sancionaron con tres partidos y últimamente acumula tarjetas con alguna regularidad

R. No hay las mismas sanciones para los jugadores que para los árbitros, y ellos también se equivocan. Yo abogo por que haya más tolerancia. Los hay que reciben la primera tarjeta con tres faltas en su cuenta y a otros los amonestan a la primera. Pero yo no mando en esto. Mi ilusión es jugar al fútbol, divertirme con la pelota, de tal manera que el día en que entre en un campo de fútbol y no me lo pase bien, me voy. Pero, de momento, no es el caso. Me siento con ganas. Tengo apetito de fútbol y entiendo que todavía puedo progresar.

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