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CINEEL APARTADO INFORMATIVO SORPRENDE POR SU ORIGINALIDAD

La Mostra arranca con masiva asistencia de espectadores y baja calidad en su sección oficial

Las proyecciones de la Mostra, que comenzaron el jueves, continuaron ayer con un gran éxito de público. La fama de ciudad cinéfila que atesora Valencia se refleja en los llenos que presentan en todas las sesiones las salas donde se ofrecen las películas del festival. Al lado de secciones con gran tirón popular, como los ciclos de John Waters o Trashvanguardia, la vertiente competitiva del festival se cimenta en una sección oficial que cada vez parece más un lastre para su desarrollo. La sección informativa, sin embargo, apunta alto, con producciones europeas de calidad.

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Olvidado el glamour de la ceremonia inaugural, el certamen camina con paso firme gracias a la cantidad de secciones, ciclos y retrospectivas que ofrece. Poco a poco, lo que comenzó siendo un festival ceñido a las cinematografías mediterráneas ha ido derivando hacia un extraño collage en el que caben desde las películas del siempre transgresor John Waters hasta un homenaje muy forzado, a causa de su poca presencia en el cine español, a Luis S. Polack Tip.De lo visto hasta ahora, la sección informativa parece la más interesante, principalmente gracias a la curiosa Der Einstein des sex, de Rosa von Praunheim, y la brillante disección del universo del porno que es Live virgin, de Jean-Pierre Marois. La sección oficial, por contra, es la hermana pobre de la Mostra. Encorsetada en el marco geográfico que le brinda el Mediterráneo, sobrevive año tras año con filmes cuya calidad es notablemente inferior a la de las demás secciones. Un ejemplo de ello son las dos películas presentadas ayer, ingenuas muestras de cinematografías de difícil desarrollo. Belo Odelo (El traje blanco), de Lazar Ritovski, narra el extraño viaje en tren que emprende un sargento mayor del ejército serbio para asistir al entierro de su madre. Ritovski, actor habitual de las películas de Emir Kusturica, ha aprendido poco de su maestro, ya que sus personajes destilan una simpleza rayana en la idiotez, su capacidad para fabular es muy limitada y su manejo de la cámara es tan tosco que en ningún momento transmite algo de emoción. Sin embargo, el film yugoslavo parece una gran obra al lado de la marroquí Keïd Ensa (La niña de la albahaca), de Farida Benlyazid, un imposible cuento oriental, lleno de anacronismos, en el que, para tormento del espectador, los personajes se arrancan a cantar a la mínima excusa. Es como si, de repente, hubiéramos entrado en el túnel del tiempo y asistiéramos a una españolada folclórica de los cincuenta en pleno Magreb, con trajes regionales y canciones populares incluidas.

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