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Pantani, expulsado del Giro

El líder de la carrera italiana presentó un hematocrito superior al permitido en el control de sangre que le hizo la Unión Ciclista Internacional antes de la penúltima etapa

Carlos Arribas

Un corte, un pequeño rasguño en el puño derecho. Ninguna marca física más. Marco Pantani sale a la una de la tarde del hotel Touring, espléndida vista sobre Madonna di Campiglio. La etapa, la penúltima del que debía ser su segundo Giro victorioso, ha partido desde 200 metros más abajo un par de horas antes. El Giro ha seguido sin él, el líder, y sin sus ocho solidarios gregarios en el Mercatone Uno. Un análisis de sangre efectuado a las 7.30 de la mañana ha detectado en Marco Pantani un índice de hematocrito superior al 50% permitido por razones de salud. Por esas mismas razones, el ciclista absoluto dominador del Giro de 1999 debe entregar su licencia a los comisarios, quienes se la devolverán, si pasa un nuevo análisis en Lausana, dentro de dos semanas. Eso, si El Pirata, que rompió de un puñetazo de rabia el espejo de su baño cuando Giuseppe Martinelli, su director de siempre, le comunicó la noticia, decide volver a seguir siendo ciclista profesional. Pantani es, desde este análisis de sangre, sospechoso de haberse dopado con eritropoietina, una sustancia indetectable con los medios actuales.El ciclismo, un deporte bajo sospecha después de los acontecimientos del último Tour, recibe uno de sus golpes más fuertes cuando intentaba levantarse llevado en volandas precisamente por la personalidad única de Pantani, precisamente. "Volvía al ciclismo después de dos accidentes graves", recordó Pantani con voz grave a la puerta de su último hotel. "Pero esta vez he tocado fondo".

El día anterior, el viernes, en la estación invernal de Madonna di Campiglio, todo el mundo comentaba que la UCI efectuaría análisis de hematocrito por la mañana a los 10 primeros de la clasificación general, repitiendo la operación de hace un año. Entonces, dos de los analizados mostraron un índice superior al 50%, Riccardo Forconi, gregario de Pantani entonces y ahora, y Nicola Miceli. Ayer sólo uno, el más importante, el más inesperado. La noticia fue primero un rumor, con visos de broma, que corrió como la pólvora por la zona de salida. Pero no era broma. Paolo Savoldelli había compartido hotel con Pantani. De allí salía cuando comenzó la invasión de los periodistas. "Preferiría que no fuera verdad", dijo el joven bergamasco, que se vio de repente líder de la general. Dentro, ambiente de funeral. Enrico Zaina y Marco Velo, dos de los más preciosos miembros de la banda del Pirata, se sientan a hablar. "Hemos decidido no salir en solidaridad con Marco", dice Zaina. "Como compañeros de Marco, me parece lo más justo". "Todos estamos con él", añade Velo. "Se han presentado a las 7.30 los tres sanitarios y un comisario. Ha sido una encerrona. Era como si ya estuviera escrita su sentencia".

También habla Andrea, un amigo de la infancia de Pantani que trabaja como portavoz suyo. Lanza la teoría conspiratoria, la explicación más comentada por todos según avanza el día. "No entiendo nada", dice. "Este Giro ya había pasado dos controles y los dos había andado por valores cercanos a 45-46%. ¿Qué sentido tendría buscar ahora un valor superior si tenía el Giro más que ganado?" Se les traba la voz de emoción, se levantan y se van. Antes, Andrea coge fuerzas y dice: "Por lo que conozco, por lo que he hablado con él, pienso que dejará el ciclismo".

Los carabineros toman el hotel. Protegen a Pantani de los periodistas y fotógrafos. La gente del equipo aventura explicaciones para un hecho que ha pillado al mundo con el paso cambiado la víspera de la consagración de Pantani en Milán. Y también va reconstruyendo los hechos, que fueron, más o menos, así. A las 7.25 dos enfermeros, el inspector médico Antonio Coccioni y un comisario de la UCI llaman a la habitación de Martinelli y le dicen que llame a Pantani y a Velo, que les van a medir el hematocrito con su máquina Coulter. "Pantani estaba muy tranquilo", cuenta su masajista y confesor, Roberto Pregnolatto. "No temía nada. Se había acostado bien y dormido perfecto". "Estaba tan tranquilo que si el comisario Jeremías llega cinco minutos más tarde le habría encontrado desayunando", dice Martinelli. "Estaba tranquilo porque la noche anterior le había medido yo mismo el hematocrito y estaba por debajo de 50%", añade Roberto Rempi, el médico del equipo.

¿Error, conspiración?

Entonces, si todo el mundo sabía que iba a haber control, si el equipo había tomado la precaución de medirlo la víspera, si no tenía ninguna necesidad el Pirata de doparse porque ya había ganado el Giro. ¿Por qué el análisis detecta un hematocrito superior al permitido? Martinelli y Rempi comparecen ante los periodistas e intentan explicarlo. El director se confiesa perplejo y aventura dos razones. "La primera es científica: según me ha dicho Rempi, el hecho de que llevemos varios días a más de 1.500 metros de altura, por un lado, y el paso del frío al calor y al frío, que ha incrementado la deshidratación, por otro, son dos factores que pueden haber influido".La otra razón es la conspiración: "Ha sido un atentado al ciclismo. Alguien buscaba hundirlo y lo ha conseguido". Pantani está recluido en su habitación, solo. Recibe alguna visita de ánimo, como la de Felice Gimondi, el penúltimo italiano que ganó el Giro. Su gente vaga por el hotel. Los mecánicos recogen las bicicletas y las guardan en el camión. Los otros corredores hacen la maleta. El padre del Pirata espera en la roulotte de su hijo. El presidente del club de fans de Pantani hace autocrítica. "Le sobró ganar la etapa de Madonna", dice. Y también declara con total seriedad que alguien ha cambiado la sangre de su ídolo, que es imposible que tuviera ese hematocrito. Recuerda cómo Pantani ha defendido a los demás ciclistas, cómo ha liderado revueltas contra los análisis abusivos... Recibe una llamada en su móvil. "Me cuentan mis lugartenientes en la carretera que algunos quieren cruzar los coches y las roulottes en el Mortirolo para que nadie lo suba si no está Pantani. Les he dicho que eso lo último, que como mucho organicen una manifestación en la meta, pero que no interrumpan nunca la carrera".

A la una de la tarde Marco Pantani monta en el coche de su amigo y portavoz Andrea y se va. Pasa por una clínica y en un análisis de hematocrito, según comenta, da 47,7 %. Después se encierra en su casa de Cesenatico. "Sólo pido que me respeten", dice el Pirata. "Pero ante todo, quiero saludar a mis tifosi. Me duele que el ciclismo salga así de esto".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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