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Mi jefe es una ETT

"Se necesitan jóvenes para trabajar como peones en la construcción. Interesados aportar currículo en ETT". Encontrar trabajo es tan sencillo como presentarse en la dirección del anuncio y pedir información sobre la referencia "peones". Eso es lo que hizo un colaborador de este periódico y ésta es su peripecia. La secretaria toma nota del breve currículo exigido para el aspirante a peón. El perfil profesional buscado se corresponde con un varón joven, con nivel de estudios bajo y, a ser posible, casado, ya que supone gastos y obligaciones ineludibles y, por tanto, aporta cierta garantía de seriedad. Pocos días después un aviso telefónico de la ETT, informa de que hay un puesto disponible en la construcción. "Será un trabajo que durará unos tres o cuatro meses. Se pagará a 640 pesetas la hora y la comida del mediodía corre de cuenta del patrón. ¿Le interesa? ¿Sí? En breve volveremos a llamarle para firmar el contrato", dice la empleada. A los pocos días es el mismo propietario de la ETT quien vuelve a llamar al interesado, al que le indica, con ciertas prisas, que antes de firmar el contrato es necesario someterse a un examen médico. "Te compras un bote de análisis de orina en la farmacia. Tienes que llenarlo y llevarlo a éste laboratorio de análisis. Vete en ayunas, porque también te sacarán sangre", advierte. Una vez hechos los análisis, firmo el contrato en la sede de la ETT. Antes de estampar la rúbrica le pregunto a la empleada el porqué de un salario tan bajo. "Si la hora de trabajo de un peón se paga alrededor de 1.200 pesetas, ¿quién se queda con la mitad de mi trabajo?" La secretaria me indica que no desespere. "En breve va a tener lugar una reunión y se os dará un aumento significativo", informa vagamente. La cita con el trabajo se produce a las ocho de la mañana de un lunes. Una furgoneta nos recoge a las afueras de Vitoria. Somos dos los contratados por la ETT. A las ocho y media estamos ya en faena en un edificio en construcción. Mi trabajo consiste en hacer masa y poner material de construcción en un palé, que es izado por una pequeña grúa a una altura de tres pisos. El encargado me advierte que cuando la polea está en funcionamiento no debo trabajar debajo. "La semana pasada se cayó un cuerpo de andamio desde el tercer piso y casi pilla a un chaval. Ten cuidado", reclama. Para confirmar sus precauciones, a media mañana me da un casco y me dice que me lo ponga. Trabajamos ocho horas. La tarea no es muy dura, excepto cuando hay que descargar el material de construcción. Cambio de obra A los cuatro días el encargado nos cambia de obra. A las ocho y media de la mañana mi compañero de ETT y yo trepamos por un andamio hasta una altura equivalente a un quinto piso. Allí suministro masa y material a los albañiles. Mi compañero pica una pared sobre una tabla suspendida en el vacío. A media mañana el encargado aparece con un arnés para asegurar su precario equilibrio. Uno de los obreros veteranos me pregunta por mi arnés y recuerda la obligación de estar "atado" allí arriba. "Nadie me ha dado nada", respondo. El viernes por la tarde presento al encargado el parte de horas cumplidas. Después de darle su visto bueno, me advierte que el próximo lunes no aparezca ya por la obra. Señala que no es un problema conmigo. "Es un asunto de la ETT", indica. "Es con ellos con los que tienes que hablar". A mi compañero también le han puesto en la calle. En la ETT presentamos los partes e inquirimos sobre nuestra expulsión. La secretaria nos tranquiliza. "Vosotros no tenéis ninguna culpa de lo sucedido. Se trata de un problema interno entre la ETT y la empresa contratante. Aquí hemos perdido todos", señala, sin poder concretar ese "problema interno" aducido. Lo que sí nos explica con claridad, es que no cobraremos hasta dentro de un par de semanas y que, en base a las 640 pesetas a la hora, del total resultante se nos descontará lo correspondiente a los gastos de Seguridad Social. Tampoco cobraremos la comida. "Sólo corre a cuenta de la empresa si trabajas fuera de Vitoria", nos anunciaron a toro pasado.

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