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Un grupo de historiadores reconstruye el callejero de la capital de 1898

La fachada del Circo Colón daba a la plaza de Alonso Martínez, la Fábrica de la Moneda se extendía donde hoy relucen los Jardines del Descubrimiento, en Colón, y sobre los terrenos del intercambiador de transportes de Moncloa se erigía la amenazadora figura de la cárcel modelo. Son retazos del Madrid de 1898, ciudad con, entonces, 491.595 habitantes, inmersa en un enfebrecido proceso de crecimiento, lo que sin duda la emparenta con la metrópoli actual. Un grupo de historiadores de la Universidad Autónoma ha logrado retratarla, calle a calle, en el libro Madrid en 1898: una guía urbana.

El Centro de Documentación y Estudios para la Historia de Madrid ha sido el responsable de este trabajo, dirigido por el profesor de Historia Moderna Virgilio Pinto Crespo, de 48 años. A lo largo de sus 158 páginas, los autores retratan la sociedad madrileña del pasado fin de siglo y -lo más llamativo- reconstruyen la ciudad, palmo a palmo, a través de un callejero urbano, con sus calles, plazas, parques, fábricas y edificios más significativos.Como en 1898 no se editaba en Madrid ninguna de esas guías urbanas que ahora gozan de difusión masiva (incluso a través de los quioscos de prensa), la operación de fotografiar la capital tal y como era hace justamente un siglo ha resultado exhaustiva y meticulosa en grado sumo. "Teníamos una guía de Moldés, fechada en 1903, y un pequeño callejero que se elaboró con motivo del octavo Congreso Internacional de Medicina, precisamente en 1898. Y todo ello lo cotejábamos, a modo de último cedazo, con el llamado Anuario de Comercio, que por entonces llevaba 20 años editándose en la ciudad", relata Virgilio Pinto.

Para encajar el resto de piezas del rompecabezas, este equipo de historiadores ha ido creando, a lo largo de "miles de horas de trabajo", una notable base informática de datos con las fuentes más variopintas, desde anuarios de la época hasta referencias literarias encontradas en las obras de Pío Baroja o Benito Pérez-Galdós con un sabor más matritense. El resultado final es un plano con 1.148 calles y 1.200 establecimientos de distinta naturaleza: iglesias, conventos, teatros, sedes de los principales diarios, hoteles, librerías y hasta los merenderos y lavaderos que se extendían a orillas del Manzanares, particularmente en lo que hoy es el Paseo de la Florida.

Caminos de la imaginación

De esta manera, el lector puede recorrer, de la mano de su imaginación, estancias muy diferentes. Es posible ubicar la sede del periódico El Liberal, en la calle del Turco; las pistas de tiro al pichón de la Ronda de Vallecas (en la actualidad, la calle de Menéndez Pelayo); los andenes de la Estación Imperial, que se erguía sobre lo que hoy es el césped del estadio Vicente Calderón, o las lujosas estancias de la embajada austrohúngara, en el Palacio de Anglona.La urbe ha cambiado mucho en estos cien años, sin duda, pero el ejercicio de "reconocer en las calles actuales los vestigios de aquel entonces", como dice el historiador Pinto, es un entretenimiento al que resulta difícil sustraerse. Tampoco lo ha conseguido el rector de la Autónoma, el físico Raúl Villar, que confiesa en el prólogo del libro: "Aquí pueden apreciarse multitud de anécdotas de interés histórico, artístico, urbanístico e incluso personal, como el hecho de que la casa de la calle de Velázquez donde yo nací en 1948 no existiera cincuenta años antes".

Aquella ciudad que asistía al desastre colonial de ultramar con el fatalismo propio de la época atravesaba, no obstante, por un periodo de notable ebullición. No en vano, en 1850 apenas 250.000 almas moraban sus calles, lo que implica que la ciudad había duplicado sus moradores en el exiguo plazo de medio siglo. En el año de 1898, Madrid se extendía hasta la zona de Estrecho por el norte, llegaba en el extremo opuesto a lo que hoy se conoce como nudo supersur y limitaba con el Arroyo Abroñigal (que coincide con la M-30) al este y la estación del Norte al oeste. Las localidades vecinas eran muy distintas a las actuales: Vallecas, Carabanchel o Chamartín de la Rosa gozaban de autonomía municipal plena. Los extrarradios capitalinos -con alguna rara excepción, como en la zona de la Dehesa de la Villa- eran lugares de pobreza extrema. Pío Baroja los describió así: "Madrid está rodeado de suburbios en donde viven peor que en el fondo de África, un mundo de mendigos, de miserables, de gente abandonada".

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Tranvía del este

El lector de Madrid en 1898 también encontrará el plano completo de tranvías de la época, antecedente remoto de la red de transportes de la que hoy tanto hablan las administraciones públicas. La más extensa de las líneas era la que salía de la plaza Mayor en dirección a Leganés, cruzando todo Carabanchel Bajo. También tenía su miga el denominado Tranvía del Este, que arrancaba del Portillo de Embajadores con rumbo al barrio de Ventas. La ciudad se dividía entonces en 10 distritos (ahora hay 21).Los avances de la técnica permiten que esta guía del Madrid de nuestros tatarabuelos pueda ver la luz en una doble versión. Ya está a la venta la convencional, con una amplia introducción urbana e histórica, el callejero de la ciudad en 31 dobles páginas, un índice de calles, barrios, distritos y dependencias varias (archivos, asilos, cafés, capillas, cuarteles, escuelas, industrias, mercados, palacios o universidades) y una cronología orientativa de la época.

Y para los amantes de la electrónica, aparecerá en breve una edición de la obra acompañada por un disquete, gracias al cual el usuario de ordenador podrá pasear por aquella ciudad finisecular desde la pantalla de rayos catódicos.

Madrid en 1898: una guía urbana. Ediciones La Librería. 3.000 pesetas. Con disquete: 5.900 pesetas.

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