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Los conservadores de EEUU buscan hoy en las urnas una mayoría para destituir a Clinton

Políticos y analistas de EEUU dieron ayer por cerrada la campaña electoral sin atreverse a apostar un centavo sobre el mensaje que hoy emitirán las urnas. Jamás unas legislativas en mitad de un mandato presidencial han sido tan decisivas -de ellas depende el futuro de Bill Clinton- y jamás han despertado tan poco interés ciudadano -la participación puede alcanzar un récord histórico mínimo del 30%-. Quizá se explique por la buena situación vital y económica del país -el 85% de los ciudadanos están satisfechos con sus vidas, según Gallup- y por el escepticismo respecto a la política y los políticos.

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A tenor de los sondeos difundidos ayer, estos comicios, en los que se eligen 34 senadores, la totalidad de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 36 gobernadores de Estado, pueden dar un montón de sorpresas. Tras haber partido acomplejados por el triste papel de su correligionario Clinton en el caso Lewinsky, los demócratas han terminado la campaña en posición de fuerza. Los últimos anuncios televisivos sobre el caso Lewinsky de los republicanos, en los que han intentando movilizar el voto religioso y conservador, parecen haberse vuelto una vez más en su contra.El sondeo USA Today-CNN-Gallup otorgaba a los demócratas el 49% de las intenciones de voto frente al 45% para los republicanos. El del Pew Reserch Center, publicado por The Washington Post, también daba ventaja a los demócratas (46%) frente a los republicanos (44%). Esas encuestas situaban en un 66% y 65%, respectivamente, el nivel de aprobación del trabajo de Clinton. No obstante, los expertos de las dos empresas señalaban que no se atreven a emitir el menor pronóstico a partir de esos datos.

La campaña ha dibujado un cuadro bastante preciso de las preocupaciones reales de Estados Unidos. El caso Lewinsky aburre ya al norteamericano medio, que desde el principio opina que los pecadillos del presidente no merecen tanto ruido. Ese norteamericano medio -las dos terceras partes del país, según los estudios sociológicos y electorales- resulta ser conservador, pero no tanto como piensa el extremismo de derechas hoy dominante en el Partido Republicano. Cree en Dios, asiste a los servicios religiosos, está a favor de la pena de muerte, piensa que la asistencia social no debe ser tarea gubernamental sino de las iglesias, es partidario de que el Estado no tenga el gran papel que le dio el New Deal, desea reducciones de impuestos y es contrario a los déficit en los presupuestos públicos.

Pero ese norteamericano medio también es partidario de mejorar la educación pública, proteger el medio ambiente y salvar el sistema público de pensiones de jubilación (Seguridad Social) y de asistencia médica a la tercera edad (Medicare). Está contra las compañías tabaqueras y, aunque es contrario al aborto, no cree que su penalización deba ser el gran objetivo nacional. En una palabra, se sitúa más en ese centroderecha que tan bien ha cultivado Clinton y que ahora desea seducir George Bush, el hijo del ex presidente del mismo nombre.

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Moderación y radicalismo

A los republicanos George Bush y su hermano Jeb, que parecen tener asegurados los puestos de gobernador de Texas y Florida, les está funcionando la moderación. En cambio, su correligionario Dan Lungren puede pagar caro su militancia en el derechismo virulento que la revolución conservadora de Newt Gingrich ha impreso al partido del elefante desde las legislativas de 1994. Lungren va a perder en beneficio del demócrata Gray Davis el Gobierno de California. La pérdida de California será una tragedia para los republicanos, y no sólo porque es el Estado más poblado, uno de los más ricos y decisivo en cualquier elección presidencial. También porque allí comenzó su carrera hacia la Casa Blanca Ronald Reagan, la leyenda viva del conservadurismo político norteamericano.Todo dependerá hoy de la participación, y ésta puede ser mínima. Los demócratas se volcaban ayer en empujar a las urnas a las mujeres y los negros, dos de sus puntos fuertes electorales. Sus estrategas informaban de que muchas pugnas van a ser resueltas por una diferencia de apenas unos cientos de votos. Frank Newport, de Gallup, piensa que la baja participación beneficia en principio a los republicanos, que tienen asegurada la movilización de la minoría indignada con el comportamiento del presidente. "Este país nunca ha celebrado unas elecciones de cuyo resultado dependa el impeachment [destitución] del presidente", declaró Curtis Gans, director del Comité para el Estudio del Electorado Americano. Esto es lo curioso del caso. Aunque mucha gente esté harta del tema, hoy está convocada a participar en un indirecto referéndum sobre el caso Lewinsky. Si los republicanos amplían su actual mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes considerarán que las urnas, el único sondeo válido en democracia, han aprobado el impeachment de Clinton.

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