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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Olivo marchitado

EL OLIVO ha caído, confirmando una vez más la fragilidad de los cimientos de la política italiana y su carácter coyuntural. Tras mucho tiempo de amagar con derribar al precario Gobierno de Romano Prodi, Refundación Comunista, su volátil e influyente apoyo externo parlamentario durante casi 29 meses, ha arrebatado finalmente las mieles de la boca del primer ministro, que a mitad de su mandato esperaba el próximo abril para convertirse en el patrón del Gobierno más duradero de Italia, y el único centroizquierdista entre los 55 que ha tenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.Comienza ahora la carrera para asegurar que un nuevo Gabinete sea capaz de aprobar antes de que acabe el año los Presupuestos de 1999. Tras dos años y medio de estabilidad, la peor de las posibles salidas abiertas por la crisis (Gobierno de técnicos, un Prodi bis, una improbable gran coalición) son unas elecciones anticipadas que a nadie benefician. Ni siquiera les conviene a las huestes de Silvio Berlusconi, el multiprocesado jefe de la derecha, que tan ruidosamente celebraban ayer la caída de su rival. Si la opción del presidente Oscar Luigi Scalfaro fuesen las urnas, la decisión ha de tomarse antes del 24 de noviembre; un precepto constitucional impide la disolución de las cámaras seis meses antes de la elección de un nuevo presidente de la República, y el mandato de Scalfaro acaba a finales de mayo próximo.

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El Gobierno italiano cae por un solo voto

Técnicamente, Prodi ha perdido -irónicamente, el voto de la derrota es de un diputado disidente de la coalición gobernante - la cuestión de confianza ante el Parlamento porque Fausto Bertinotti y los suyos no estaban de acuerdo con unos Presupuestos que, en su opinión, hacen poco para ayudar a los más necesitados y combatir el desempleo. Para salvar El Olivo y su tercera vía no le ha bastado al primer ministro dimitido con recompensar in extremis a la veintena de diputados comunistas disidentes, encabezados por Armando Cossutta, con la promesa, ya hecha hace un año en parecidas circunstancias, de aprobar la ley de las 35 horas semanales; e incluso con desmarcarse incongruentemente de sus aliados de la OTAN respecto de una eventual represalia contra la Serbia de Milosevic.

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Pero, con ser inoportuna (Kosovo, Presupuestos, euro en ciernes), la salida de Prodi habría sido mucho más grave hace un año. El Gobierno italiano había entrado en calma chicha desde mayo pasado, cuando, gracias a la tenacidad y al instinto de maniobra del primer ministro y a una suerte de confabulación nacional, Italia consiguió participar en la liguilla de países cualificados para formar parte del euro. A partir de entonces, desaparecido el imán, se adormecieron los impulsos reformistas del Ejecutivo, renació el chalaneo característico de la vida pública italiana y el ritmo lento volvió a atenazar la voluntad política. No sólo se desplomó el proceso de reforma constitucional. Los comunistas, que ya habían votado contra la ampliación de la OTAN, multiplicaron su bloqueo del proceso reformista en asuntos como la aceleración de las privatizaciones, la reforma del sistema de pensiones o del mercado laboral. En los últimos seis meses, el fardo de Refundación Comunista se había hecho insoportable para el caído Prodi.

Con su voto parlamentario de ayer, consumada la escisión entre los seguidores de su presidente dimitido, el dialogante Armando Cossutta, y el núcleo duro de adeptos al secretario general Bertinotti, los hasta ahora influyentes comunistas italianos de Refundación, 34 diputados, han decidido correr el mayor riesgo posible: el de convertirse en una formación residual en la oposición durante los próximos años. Sería el final para el partido heredero de Gramsci y Berlinguer, nacido en 1991, tras la conversión a la socialdemocracia del antiguo PCI.

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