"Mentiras abundantes y calculadas"
Las 453 páginas del informe de Starr se dirigen a un único punto: Clinton incumplió la ley al mentir sobre su relación
, Las 453 páginas del informe Starr convergen en un último argumento que resume el debate legal sobre el caso: el fiscal considera que Bill Clinton incumplió su obligación de acatar las leyes al haber mentido de forma abundante y calculada. Dos visiones antagónicas permiten abrir o cerrar la puerta a un proceso de impeachment o destitución del presidente. De una primera lectura todos acuerdan que parece fácil demostrar el perjurio y no tanto la obstrucción a la justicia o el abuso de poder. Los expertos constitucionales de EEUU reparten su opinión en un asunto como éste: ¿es el perjurio un delito digno de destitución presidencial?Kenneth Starr ha redactado el texto con una agilidad literaria propia de un best-seller, pero ha sabido introducir elementos que confieren al comportamiento de Clinton una gravedad que está sometida a debate en EEUU. Starr escribe: "Dada la carga de confianza y responsabilidad que se otorga al cargo, el presidente tiene la obligación manifiesta de asegurarse de que su conducta se ajusta a la ley en todo momento". Para aquellos que consideran "poco importantes" los supuestos delitos cometidos por Clinton, o para los que reducen el caso a un asunto de faldas, Starr aclara: "El perjurio y la obstrucción a la justicia son cuestiones de una profunda gravedad. Cuando es un presidente de Estados Unidos el que comete esos actos, creemos que pueden constituir la base para una destitución".
En el epicentro del caso Lewinsky -y bien lo saben Starr y los abogados de Clinton- está la vaguedad con la que se definen en la Constitución de Estados Unidos las razones que deben llevar a la destitución del presidente. El artículo 2, sección 4, establece que la destitución se aplicará para casos de traición, soborno y "otros delitos e infracciones graves"; la definición de lo que está comprendido en esa expresión recae en las manos de los legisladores.
Es posible que de todos los delitos que argumenta Starr sólo el de perjurio tenga suficiente base jurídica. Las acusaciones de obstrucción a la justicia se basan en supuestos intentos del presidente de ocultar los regalos que él y Lewinsky se habían hecho mutuamente -30 regalos de ella a él y 18 de él a ella-; el testimonio de la secretaria personal de Clinton, Betty Currie, no es suficiente para avalar esta acusación. Tampoco es sencillo justificar la obstrucción a la justicia con el argumento de que Clinton negó la relación sexual con Lewinsky a sus colaboradores más cercanos, consciente de que éstos iban a ser llamados a declarar ante el gran jurado: el presidente lo hacía en función de su definición de relaciones sexuales. Y el hecho de haber buscado un trabajo para la joven tampoco parece suficiente para amparar esa acusación de haber obstruido la investigación.
Más difícil de demostrar es aún el supuesto abuso de poder, centrado en las argucias legales con las que Clinton y sus abogados trataron de evitar la declaración del presidente y la comparecencia ante el gran jurado de altos cargos y miembros del servicio secreto. Esas maniobras son legalmente aceptables en la defensa de un individuo. Además, la Casa Blanca aporta otra justificación: lo hacía para proteger el secreto que debe amparar las actividades de éste "y de futuros" presidentes.
Los cargos tienden a reducirse, pues, al delito de perjurio. Y con matices: es posible que el equipo legal de Clinton pueda llegar a imponer la teoría de que Clinton jugó con el lenguaje, pero no mintió cuando negó haber mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinsky. El 17 de enero, durante su declaración en el marco del caso Paula Jones, Clinton negó las relaciones sexuales acogiéndose a una definición aportada por los abogados de esa mujer y aceptada por la juez que investigaba el caso. La definición es la siguiente: "Se entiende que una persona mantiene relaciones sexuales con otra cuando existe contacto con los genitales, ano, trasero, ingles, pechos o muslos internos de otra persona con la intención de excitar o gratificar su deseo sexual". Y se especifica que "contacto" significa "tocamiento intencionado, directamente o a través de la ropa".
Amparado por esa definición, Clinton negó en enero haber mantenido relaciones sexuales con Lewinsky. En agosto, durante la declaración ante el gran jurado, Clinton aseguró que "cualquier persona razonable puede reconocer que quien recibe sexo oral queda fuera de esa definición". Efectivamente, el contacto de los genitales de Clinton era con los labios y boca de Lewinsky: como dicen los expertos legales, esa definición permite la paradoja de que con el sexo oral ella estuviera manteniendo relaciones sexuales con él mientras él no las mantenía con ella.
Es en este punto en el que llega lo que puede convertirse en el elemento clave del caso Lewinsky, por ridículo que parezca. Durante la declaración bajo juramento de Bill Clinton en el caso Paula Jones, los abogados de esta mujer pidieron al presidente que se asegurara de lo que decía al negar que mantuvo relaciones sexuales con Monica Lewinsky. Clinton lo hizo negando cualquier tocamiento.
Meses después, durante su declaración ante el gran jurado, Clinton se negó en todo momento a detallar cómo eran sus contactos íntimos con Lewinsky: sólo se limitó a aceptar que existieron. Sin embargo, la joven había narrado bajo juramento cómo el presidente había tocado sus pechos en muchas ocasiones, los había besado, e incluso había tocado sus genitales hasta llevarla al orgasmo. En otro encuentro, la joven habla de "contacto entre nuestros genitales, aunque sin penetración".
Erwin Chemerinsky, reputado profesor de Derecho Constitucional en California, se preguntaba en la cadena ABC: "¿Vamos a destituir a un presidente de los Estados Unidos sólo porque tocó los pechos de una mujer?" No es una pregunta ridícula: los cargos contra Clinton pueden acabar reducidos a haber cometido perjurio, porque tocar los pechos de una mujer sí está contemplado en la definición de relaciones sexuales al que él se ajustó en su negativa bajo juramento.
Incluso en el caso de que la mentira existiera no es tan sencillo convertirla en perjurio. Muchos analistas constitucionales han recordado en las últimas horas que sólo se comete perjurio cuando la mentira afecta al caso que se investiga, y lo que se investigaba cuando Clinton mintió era el caso Paula Jones, no el caso Lewinsky.
Lo que Starr ha entregado al Congreso no es todo. El fiscal sigue tenaz en la investigación de otro asunto que va a resurgir en los próximos días: las acusaciones de otra mujer, Kathleen Willey, que contó un episodio de acoso sexual en el mismo despacho en el que Clinton y Lewinsky mantenían los encuentros. Starr cuenta que Lewinsky fue quien puso a Clinton sobre la pista de que esa mujer se disponía a contar su historia a la prensa. Lewinsky llegó a preguntar a Clinton si la acusación era cierta, y Clinton respondió: "¿Cómo me va a interesar a mí una mujer con los pechos tan pequeños?"
Es este tipo de comentario el que más daño puede hacer al presidente. Buena parte de los problemas de Clinton se derivan de una confesión de Lewinsky: estaba profundamente enamorada del presidente. Lo peor para él es que sus palabras hacían albergar a la joven esperanzas sobre la posibilidad de que se divorciase de Hillary para casarse con ella. Otro momento de la declaración de Lewinsky devuelve el peso de las miradas a Hillary Clinton. Cuando el presidente decidió poner fin a la relación (comienzos del 97), trató de buscar su consuelo de esta manera: "Me dijo que al comienzo de su matrimonio había tenido cientos de affaires, pero que desde que cumplió 40 años intentaba ser fiel a su mujer".
También será decisiva la presión que ejercen los detalles más escabrosos, especialmente el relato del encuentro con Lewinsky en el que Clinton introdujo un puro en la vagina de la joven. Lewinsky contó al gran jurado cómo Clinton se llevó después el puro a la boca y comentó: "Sabe bien".
Del informe Starr ha desaparecido uno de los episodios filtrados en los últimos días que hacía referencia a un encuentro concreto con Lewinsky. Aparentemente uno de esos contactos tuvo lugar mientras en los jardines de la Casa Blanca Yasir Arafat esperaba a ser recibido por el presidente de EEUU. Varios medios de comunicación aseguran que la referencia al líder palestino se ha eliminado para evitar un incidente diplomático. Sin embargo Starr relata con todo detalle cómo Clinton abandonó una cena de gala con el presidente mexicano Ernesto Zedillo en un salón de la Casa Blanca para ir a ver a Lewinsky al Despacho Oval. Después del encuentro, Clinton se incorporó de nuevo a la cena al lado de su esposa.
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