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Redescubrir el mercado

Debo al profesor Fuentes Quintana mi afición por el Manual de Economía de Paul Samuelson. El último día de clase de su asignatura de quinto curso de la licenciatura (ya han pasado 32 años) nos aconsejó que adoptáramos un manual de cabecera que nos sirviera como obra de consulta permanente a lo largo de nuestra vida profesional como economistas. Nos puso como ejemplo el Samuelson. Desde entonces, he seguido las sucesivas ediciones americanas del libro. La última, la decimosexta, que aparece medio siglo después de la primera. Juan Velarde, en una magnífica nota de Abc, glosaba hace unos días la concesión del premio de economía Rey Juan Carlos a Enrique Fuentes Quintana, por quien muchas generaciones de economistas sienten admiración. Juan Velarde adoptaba la unidad de cuenta del medio siglo para medir sus recuerdos, lo que me hizo caer en la cuenta de que sentía, como propios, sus recuerdos de hace 50 años. Vinieron a mi memoria, de la mano del relato del profesor Velarde, los profesores de quienes tengo más gratos recuerdos, así como las que considero sus condiciones más destacables, que no privativas, de cualquiera de ellos: por orden alfabético, Enrique Fuentes (la sistemática), Ángel Rojo (la lógica), Manuel Varela (la conciliación), Juan Velarde (la erudición). A todos ellos debemos mucho los economistas españoles.Coincidiendo con la acuñación de la unidad de cuenta velardiana, me propongo dar cuenta al lector de algunos cambios de la economía en el último medio siglo. Cincuenta años después de la publicación del Economics, de Paul Samuelson, aparece su décimosexta edición (escrita con William Nordhaus) y, para conmemorar el medio siglo de vida del manual de economía más utilizado en todo el mundo, su editorial publica una reproducción de la primera edición de 1948 (en adelante, primera y decimosexta). La comparación de ambas ediciones es un interesante ejercicio de antropología económica que nos ilustra acerca de cómo ha cambiado la disciplina académica, de acuerdo con la evolución de su autor. Como las sucesivas ediciones del Economics han tenido una importante apoyatura en los problemas económicos reales, el cambio no es sólo académico, sino que refleja el experimentado por la economía real (la que nos afecta a todos) a lo largo del último medio siglo.

Tenía 30 años Samuelson en 1945 y dejaba el laboratorio del MIT donde había trabajado en los aspectos matemáticos del diseño de servomecanismos para desviar los bombarderos enemigos. Su Fundamentos del análisis económico (por el que, 25 años después, recibiría el Premio Nobel de Economía) ya estaba en la imprenta. Volvía, para proseguir sus investigaciones, al departamento de economía, donde su director le encarga la redacción de un libro de texto "interesante y riguroso" para motivar a "los ingenieros del MIT, que tenían la obligación de cursar la asignatura de economía y la aborrecían". Lo que se supuso que sería el trabajo de tres meses abarcaría tres años.

El Economics, cuya primera crítica fue escrita por Galbraith, entonces director de Fortune, no empleaba ecuaciones matemáticas y partía de la base de no conocimientos previos de economía por parte del lector. Samuelson, con el hombre de la calle in mente, omitió temas clásicos de los libros de texto de la época, como el análisis marginal o la teoría del valor y la distribución, para dejar sitio, como confiesa en el prólogo, a los temas económicos importantes para entender el mundo económico de la posguerra y los temas que la gente encuentra más interesantes. Para su sorpresa, ambos temas coinciden sustancialmente. Señala Samuelson que hace medio siglo no existía en el diccionario la palabra macroeconomía. No menciona la primera términos como econometría (la disciplina que aplica el instrumental estadístico al análisis económico), expectativas racionales (hipótesis que implica que la gente, al utilizar toda la información disponible, reacciona anticipándose a la acción gubernamental). Tampoco figura, en la primera, medio ambiente, citándose tan sólo en dos notas a pie de página externalidades (costes o beneficios que una empresa o una persona impone a los demás al margen del mercado, como la polución industrial) que en la décimosexta recibe un extenso tratamiento. La mención a la productividad es mucho más extensa en la decimosexta que las dos meras referencias de la primera. Como es natural, tampoco figura en la primera el apartado Economía e Internet, ni referencia alguna a la economía global o a la integración económica. El tipo marginal del impuesto sobre la renta, que estaba situado en Estados Unidos, a comienzos de la década de los cuarenta, en el 12%, pasa al 94% durante la Segunda Guerra Mundial, disminuyendo gradualmente hasta la rebaja de Kennedy, que lo sitúa en el 65% y cae hasta el 28% en los años de presidencia de Reagan. Clinton lo subiría al 40%. Toda una abrupta orografía impositiva propia de la desmesura de la primera economía del mundo.

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Es significativo que en el índice de la primera no aparezca el término mercado, que sí abunda en la decimosexta. No en vano el autor confiesa que el redescubriniento del mercado es uno de los leit motiv de la última edición, señalando que "ya décadas de experiencia demuestran que la confianza en los mercados proporciona el medio más efectivo de dirigir la economía y promover el rápido crecimiento económico".

Los capítulos de la decimosexta comienzan con una cita relevante y significativa de sus contenidos. Una muestra: "Cada cañón que se fabrica, cada barco de guerra que se bota, cada cohete que se dispara, al final, un robo a quienes están hambrientos y no tienen comida" (Eisenhower); "El papel decisivo del Gobierno no es hacer cosas que los individuos ya hacen y hacerlas un poco mejor o peor, sino hacer lo que no se haya hecho en absoluto" (Keynes); "El riesgo varía inversamente al conocimiento" (Irving Fisher); "El crecimiento por el crecimiento es la ideología de la célula cancerosa" (Edward Abbey); "Ser simpáticos con la gente de éxito porque os los encontraréis cuando fracasen" (Wilson Mizner); "Antes de hacer un muro conviene saber si se quiere

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impedir la entrada o la salida" (Robert Frost). Algunas de estas citas son especialmente recomendables para la actual situación sociopolítica española. Nos recuerdan los autores que las herramientas de la economía son indispensables para ayudar a las sociedades a encontrar el camino entre el egoísmo de la iniciativa individual y las funciones reguladoras, estabilizadoras y redistributivas del Gobierno. Una buena economía mixta es, forzosamente, una economía mixta limitada. Una sociedad humana y eficiente requiere las dos mitades del sistema mixto, mercado y gobierno. Tratar de hacer funcionar la economía sin las dos mitades es como tratar de aplaudir con una mano, señalan, pero sus reflexiones sobre los temas trascendentes, tales como el binomio eficiencia/equidad constituyen verdaderos ejercicios de eclecticismo, como se pone de manifiesto en las conclusiones de muchos de los capítulos. La ciencia económica (también llamada ciencia lúgubre) queda así configurada como una ciencia dubitativa, meramente instrumental y acomodaticia, al servicio de la política.

Califican los autores a la economía americana actual de implacable porque juzga a las personas más por su productividad actual que por sus contribuciones pasadas. Con el incremento de la competencia extranjera, la desregulación de muchas industrias y los sindicatos, en su punto más bajo desde la depresión de 1929, los mercados de trabajo y productos se han vuelto crecientemente competitivos Los trabajadores se sienten preocupados y atemorizados, pero, desde el punto de vista macroeconómico, la docilidad es la virtud que promueve una baja inflación y promueve el empleo.

Mientras Europa, la cuna del Estado de bienestar, con una fuerza laboral protegida por fuertes sindicatos, restricciones al despido y altos salarios mínimos, se configura como una economía compasiva, en la que el debilitamiento de las fuerzas del mercado ha endurecido sus arterias y en la que la generosidad microeconómica ha promovido la ineficiencia macroeconómica. Con una creciente rigidez del mercado de trabajo, el desempleo ha crecido incesantemente en Europa, a lo largo de las tres últimas décadas, alcanzando una tasa que dobla la americana, lo que hace que los políticos europeos se pregunten si debieran emular la implacable economía americana. Pero antes de aplaudir demasiado fuerte el éxito americano, los autores nos recuerdan que el mercado competitivo, no sólo da, sino que también quita a través de la injusta distribución de la renta. "Demos dos vivas al mercado, pero no tres", concluyen.

Los viejos rockeros nunca mueren, pero el paso del tiempo cambia la melodía de sus canciones. En el fondo, las dolencias económicas siguen siendo las mismas que hace medio siglo. Como los autores ponen en boca de un viejo alumno: "No han cambiado las preguntas, sino las respuestas". ¿Habrá influido en el cambio de las respuestas la participación de Nordhaus en el libro a lo largo de la última década? En todo caso, cabe recordar que los dos autores sintonizan con el Partido Demócrata, habiendo sido asesores económicos de distintos presidentes.

José B. Terceiro es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense.

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