El discreto retorno del hijo pródigo a la familia europea
La aportación de la presidencia británica ha sido no molestar. Así ve un diplomático el semestre europeo que acaba hoy, el de la creación del euro y el inicio de las negociaciones de ampliación al Este. Tony Blair y su secretario del Foreign Office, Robert Cook, no han cabalgado para precipitar los acontecimientos. Se han deslizado sobre ellos, para que no les desbordasen. Así, de puntillas, han protagonizado el discreto retorno del hijo pródigo, el Reino Unido, al espíritu de la Unión Europea (UE)El español Abel Matutes lo resumió ayer con ironía. La presidencia ha actuado con pragmatismo y eficacia en los asuntos en que era previsible que se podía llegar a acuerdos, pero no se ha metido en encerronas en los demás. El propio Cook tuvo que ser modesto enumerando sus logros. Destacó la aproximación de la población al proyecto europeo, una prioridad doméstica para su presidencia, que ha tratado legítimamente de desintoxicar a los ciudadanos británicos de 18 años de mensajes anticomunitarios.
Cook añadió que la autoría intelectual de la carta Helmut Kohl-Jacques Chirac predicando menos Europa echa sus raíces en las ideas de Blair. Planteamiento redondo: la pródiga Albión vuelve a casa; ya el continente no está aislado, pero retorna a una casa diferente. Un sí a Europa, pero porque se espera que sea una Europa menos integrada.
Calendario preestablecido
Pese a las alharacas sobre el inicio de las negociaciones para la ampliación al Este de la Unión (30 y 31 de marzo), eso sólo fue la caída de la hoja en un calendario preestablecido. Cook consideró su otro gran logro la cumbre con EEUU que empezó a desmochar leyes extraterritoriales como la Helms-Burton, penalizadora de las inversiones en Cuba. La buena relación del Reino Unido con EEUU ha beneficiado a toda la UE, concluyó.¿Verdad? Con matices. El peso del forcejeo para arriar esa ley recayó en un conciudadano suyo, Leon Brittan, pero en tanto que comisario de Bruselas. Y las cariñosas relaciones personales y mediáticas entre Blair y Clinton no han servido ni para empujar el proceso de paz en Oriente Próximo ni para incrementar el papel de la UE en el área. Londres tenía todas las cartas en la mano y ha perdido la oportunidad para lograrlo, porque en lugar de jugar a ser complemento de Washington se ha limitado a apoyarle, resume un diplomático muy experimentado en la zona.
Otros asuntos de política exterior han brillado en mate. Es el caso de la bofetada recibida con ocasión del envío de la troika a Argelia; el desdén de Turquía, que no asistió ni a la Conferencia Europea; el calentamiento del volcán de Chipre; la posición, menos valiente que la de la OTAN, sobre Kosovo...
¿Y qué decir de la creación del euro? A Cook se le olvidó. Y es que en la cumbre de Bruselas, Blair simplemente pasaba por allí. Al menos, no lo entorpecieron, lo que ya es un cambio respecto a la época Thatcher-Major, rememora un embajador de los Quince. Todos recuerdan que la presidencia fue incapaz entonces de fraguar con rapidez el acuerdo sobre los detalles del pacto previo París-Bonn acerca del Banco Central, lo que aguó la fiesta política del mayor logro europeo en medio siglo. El Foreign Office se excusa: Nos aseguraron que ya estaba todo enhebrado. Una presidencia debe atar el mínimo cabo suelto, asegurarse la letra pequeña; Blair debió haber realizado al menos la gira de capitales antes de la cumbre, responde un alto funcionario.
La cabeza visible de la UE ha hecho avanzar la discusión de la Agenda 2000 y ha plasmado acuerdos ya consensuados, los Planes de empleo. Pero no pudo cerrar -esta vez por culpa francoalemana- el Estatuto de la Sociedad Europea. Quien destacó en temas sociales fue el ministro de Trabajo, David Blunkett, al lograr un magnífico pacto para extender a 400.000 aprendices europeos la movilidad transversal de que gozan los estudiantes Erasmus. Casi el único.
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