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Todos somos Simeone

Argentina vence a Japón con un juego industrioso, aguerrido y embarullado

Santiago Segurola

Es muy probable que Argentina tenga un futuro espléndido en el Mundial, pero es seguro que a su equipo le faltan jugadores con vuelo. Con el mensaje de solidaridad que envía Passarella para afrontar el postmaradonismo, sus futbolistas deberían salir con una chapita en el ojal: "Yo también soy Simeone". Porque Argentina se parece mucho a Simeone: muchachos temperamentales, competitivos, abnegados, insistentes y confusos. Con esa mezcla se consiguen grandes cosas en el fútbol de hoy, pero la añoranza de la pureza es invencible. En un país que ha producido a Pipo Rossi, donde todavía se valoran aspectos básicos -los tiempos y los lugares adecuados del juego-, en un país, en fin, donde todos quieren ser Maradona, resulta que todos son Simeone, así que no tuvieron más remedio que abocarse a un considerable esfuerzo para imponerse a Japón. Desde ahora se puede decir que a Argentina le espera un sudoroso torneo. Pero Passarella está convencido de que el trabajo redime.Los japoneses tampoco se quedaron cortos en el esfuerzo, aunque esa condición se les supone. Para eso son japoneses. Su primera intervención en un Mundial fue bastante apreciable. Al menos consiguieron dificultar la victoria de un clásico del fútbol. En lo estrictamente futbolístico dieron algunos signos alentadores, especialmente protagonizados por Nakata, que es a Japón lo que Ortega es a Argentina: el jugador diferente. Los dos equipos cobraron protagonismo en la medida en la que aparecieron Ortega y Nakata, que funcionaron de forma intermitente, aunque tuvieron la cordura de no robarse plano.

Lo que no tiene Japón es un Batistuta. Cualquier polémica sobre las cualidades futbolísticas del delantero argentino es estéril. Y quizá injusta. Batistuta es un delantero de toda la vida, un goleador, y en esa cuestión es irreprochable. Ha marcado goles en Boca, en la Fiorentina y en la selección, donde es el máximo anotador de la historia. Si no puede desplazarse a los costados, si no puede retrasarse para tocar y buscar, si su primer toque es defectuoso, todo eso es irrelevante. Batistuta es temible en el área. Esa cuenta la hace como nadie. Y es mejor no confundirse, no vayamos a creer en presuntos grandes delanteros incapaces de hacer la diferencia frente al gol.

Como no podía ser de otra forma, Batistuta marcó el tanto de la victoria. Ortega intentó meter un pase corto entre los centrales, pero la pelota salió rechazada hacia dentro del área, donde Batistuta apareció primero por intuición y potencia. En cuanto a la definición, fue perfecta. Sin ninguna violencia: un toque suave por encima del guardameta.

El gol terminó con un primera fase prometedora de Japón, que había jugado con soltura y dinamismo. También con mucha adrenalina. Nakata realizó algunas cosas interesantes en los tres cuartos. A su alrededor se movían todos los motorcitos japoneses, especialmente el lateral izquierdo Soma. Pareció entonces que había más partido del que en realidad hubo. Hasta el último cuarto de hora del encuentro, Japón no reapareció.

La mejor Argentina se vio en el trecho final del primer tiempo. Los japoneses sufrieron visiblemente el impacto del gol y se desarmaron. Ortega comenzó a enganchar y los centrocampistas subieron sus revoluciones. Batistuta envió un cabezazo al palo y se daba por seguro un nuevo gol de los argentinos. No llegó porque al equipo le falta claridad. Por eso son Simeone.

Todo el medio campo es más de lo mismo. Almeyda ejerce de medio centro, pero es un futbolista menor; Verón tiene un problema con sus indiscutibles cualidades: no sabe ponerlas en orden; Simeone es un jugador valiosísimo por carácter y despliegue, pero nunca encenderá la luz. Y queda Zanetti, que puede llegar a ser estragante. Siempre traslada, siempre hacia adelante, siempre chocador, siempre confuso. ¿Por qué se le valora tanto? O mejor, ¿qué problema tiene el fútbol actual para privilegiar a esta clase de jugadores?.

Por su dependencia de Ortega, y por el irregular papel de éste, Argentina no concretó su autoridad. Volvió Nakata y de nuevo volvieron los tenaces japoneses, que terminaron por angustiar a los jugadores argentinos. Akita no alcanzó por un dedo un balón cruzado al segundo palo y Lopes estuvo a punto de coronar una excelente incursión de Nakanishi por la derecha. Todo esto porque Argentina es así: dura de aguantar y con limitaciones para marcar diferencias. Pero el pálpito es que llegará lejos.

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