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Identificados con un 99,9% de certeza los restos del último zar y su familia

Los huesos del último zar de todas las Rusias (Nicolás II), los de su esposa (Alejandra), los del zarévich (él hemofilico Alexéi) y los de las cuatro hermanas de éste (Olga, Tatiana, María y Alejandra) tienen un poco más cerca el momento en que podrán descansar en paz. Una comisión especial determinó, con una certeza del 99,9%, que los restos hallados en Yekaterimburgo pertenecen al zar y su familia.

La decisión final e inapelable sobre cómo y dónde serán enterrados la tomará Yeltsin tras recibir en enero el informe final de una comisión creada en 1993. Sus miembros se reunieron ayer con el primer vicejefe de Gobierno, Borís Nemtsov, quien aseguró posteriormente que los expertos están un 99,9% seguros de que los restos almacenados en el depósito de cadáveres de Yekaterimburgo pertenecen a los Romanov. En esa ciudad de los Urales fueron asesinados por los bolcheviques el 17 de julio de 1918, en la casa del comerciante Ipatiev. Borís Yeltsin, actual presidente, ordenó destruir el edificio cuando era jefe del partido comunista de la región. Ahora no lo habría hecho.Para despejar definitivamente ese 0,1% de duda se dedicarán unos 50 millones de pesetas durante los próximos dos meses. Se estudiarán más en detalle los cráneos, las dentaduras y numerosos documentos. Durante 74 años de comunismo, el zar fue un tirano, pero hoy vuelve a ser objeto de veneración. Incluso un mártir. No faltan en la jerarquía de la iglesia ortodoxa quienes apuestan decididamente por la canonización y consideran que ésta supondría el acta definitiva de nacimiento de la nueva Rusia. Hasta hay quien apuesta por otorgar esa áurea corona de santidad al mismísimo Rasputín, el santón que obnubiló a la pareja, imperial hasta que fue asesinado, antes de la revolución bolchevique de 1917.

En cuanto al lugar de los hechos (donde también fueron fusilados el médico del zar y tres criados), lo más probable es que sobre el solar termine levantándose un templo conmemorativo.

Recientemente se reabrió con toda pompa en San Petersburgo la catedral de Cristo de la Sangre Derramada, erigida como monumento funerario en el punto exacto en el que fue asesinado, en 1881, un antepasado de Nicolás II, el zar Alejandro II. Con los comunistas, el templo fue depósito de cadáveres y almacén de un teatro.

Entre los lugares que se barajan en para acoger lo queda de la familia real figuran la catedral de Cristo Salvador de Moscú (convertida en solar y luego en piscina por los comunistas, y levantada de nueva planta en los últimos años) y la propia Yekaterimburgo, deseosa tal vez de no ser recordada tan sólo por el magnicidio. "No entregaré los restos, y no hay nadie que pueda hacerme cambiar de opinión", asegura el gobernador de la región, Eduard Rossel.

Lo más probable, sin embargo, es que la familia imperial termine enterrada en San Petersburgo, tal vez en la catedral de san Pedro y san Pablo. En ese caso, podría ocurrir que no muy lejos acabara yaciendo la momia de su mortal enemigo, Lenin, que ordenó la ejecución de los símbolos vivos del poder derrocado. Aunque todavía se forman colas para rendirle homenaje (de admiración o curiosidad) en la plaza Roja, está en estudio su entierro en San Petersburgo.

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