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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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Revolución en la universidad

"El profesor debe explicar sólo y exclusivamente lo que a los alumnos les costaría demasiado tiempo o esfuerzo". La frase, pronunciada por un profesor anglosajón, cobra actualidad ante la reforma de los planes de estudio universitarios. Los estudios superiores se han, convertido en más cortos, más caros y más creativos y actuales.Pocas veces en este siglo he habido semejante revolución en la educación superior. Después de una revolución hay un antes y un después. Hay quienes dicen que los nuevos planes son un fiasco. Sus datos tendrán, pero, al analizar las causas, hemos de repartir responsabilidades. La revolución afecta a todos los niveles: profesores, alumnos y políticos.

Si los estudios son más cortos, exigen un esfuerzo de síntesis para que los profesores transmitan lo básico, esencial e inmutable. Las tecnologías, el mayor número de alumnos y la adecuación de las titulaciones a la demanda social son un reto no siempre aceptado por el profesorado. El reciclaje y la motivación que impone el nuevo plan deben comenzar por el estamento discente. La reforma exige versatilidad, de contenidos, en muchos casos de un curso para el siguiente. Además, los alumnos no tienen la mentalidad ni los conocimientos de los de hace 15 años. Aunque en muchos casos las explicaciones son las mismas, los alumnos "saben" de manera diferente lo que requiere nuevos métodos: creatividad.

Para ser más creativos, la revolución afecta al modo de trabajo y estudio de los alumnos. Los nuevos planes sitúan al universitario en el centro y frente a sus responsabilidades. Aunque durante años han exigido ese protagonismo, ahora necesitan tal capacidad de decisión que cuesta creer que puedan elegir sus itinerarios curriculares con garantías. Necesitan un apoyo que sólo pueden recibir de los profesores.

Los horarios han cambiado un concepto: se tienen menos horas de clase, pero los alumnos están más tiempo en la universidad. Se hace evidente la necesidad de lugares dedicados a realizar in situ lo que en otras épocas se realizaba fuera del centro docente. El estudiante se ha convertido en un trabajador que pasará ocho horas diarias en su empresa-universidad.

Si son más caros, necesariamente interfiere el tercer elemento, la clase política. El contenido de las materias, su actualización y práctica exigen aumentar los medios. El nuevo plan apoya la creatividad, las prácticas y los trabajos en grupos. Las dotaciones actuales servían para los estudios anteriores, pero no para el ambicioso plan nuevo. La solución es sencilla: o aumentan las subvenciones o las matrículas. Ellos deciden, pero no existe el "coste cero" en ninguna revolución.

Si no. podemos hablar de responsabilidades, sino de corresponsabilidades, deberíamos pedir a los profesores que centren su actividad docente en el saber y no en el examinar. Su misión es ayudar al alumno a aprender, se les pide originalidad para estimular, animar y, también, exigir. Pero a los alumnos les pediremos que se sientan lo que son: protagonistas y beneficiarios de la Universidad. Pasó el momento de la sociedad clasista en la que el profesor y su tarima eran un muro infranqueable, para dar paso a la figura del profesor como una ayuda y un colaborador. Hemos de cambiar este planteamiento, se impone el tutor académico real, al. estilo anglosajón, y no por decreto de ley. Las universidades que entiendan esta figura y la cultiven no se verán afectadas por el fiasco de los nuevos planes. Tampoco los alumnos que requieran consejo y apoyo de los profesionales de la enseñanza: los profesores, bajo cuya máxima -pero no única, ni exclusiva- responsabilidad, cabe alabar o detractar a la revolución que están generando los nuevos planes de estudio.

Joseba Campos Capelastegui es director de Estudios de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad de Navarra.

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