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Entrevista:

"El cerebro es un ordenador húmedo"

El descubrimiento que valió a Roger Guillemin el premio Nobel de Medicina en 1977 "cambió las ideas sobre cómo funciona el cerebro", afirma este estadounidense de origen francés, jubilado de su puesto en el prestigioso Instituto Salk en La Jolla (Estados Unidos) desde 1989. "Se comparaba al cerebro con una computadora, llena de conexiones. Lo es, pero está húmeda; además de con los cables, se comunica mediante sustancias que van de una parte a otra". El encontró las primeras de esas sustancias, hormonas secretadas en el hipotálamo -en la base del cerebro- que a su vez regulan la producción de otras.Aisló la hormona del crecimiento, las implicadas en el estrés, las endorfinas o la somatostatina entre otras, y dado que se encuentran en cantidades ínfimas, para lograrlo tuvo que triturar "millones de cerebros de ovejas", según contó en una reciente conferencia en la Fundación Futuro, en Madrid. La ingeniería genética permite hoy que muchas de estas sustancias sean fabricadas en grandes cantidades por bacterias, pero hasta hace muy poco para obtenerlas había que copiar a Guillermin. Ese método comporta riesgo de transmisión de enfermedades animales a humanos, algo ocurrido recientemente en Francia con niños a los que se administró hormona del crecimiento contaminada por encefalía espongiforme equivalente, en humanos, al mal de las vacas locas.

Pregunta. ¿Qué se había de la secrección de hormonas antes de su descubrimiento?

Respuesta. Sabíamos que el hipotálamo regulaba las funciones de la glándula pituitaria, pero se desconocía por qué mecanismo fisiológico. La idea es que había fibras nerviosas estableciendo una conexión, como en otras funciones del cerebro; pero no, no había nervios y sí muchos vasos sanguíneos que iban del cerebro a la pituitaria. Nosotros encontramos las sustancias que el hipotálamo libera a la sangre y que ejercen esta regulación. Era una nueva forma de pensar sobre el cerebro, que hizo que alguien lo comparara con un ordenador húmedo.

P. ¿Se conoce hoy bien la función de las sustancias que usted encontró?

R. En algunos casos bastante bien, como las hormonas implicadas en el estrés. Otras se usan con mucho éxito en la clínica, por ejemplo, para tratar la diabetes; comercializando sólo dos de estas moléculas las empresas farmacéuticas ganan anualmente 1.500 millones de dólares. Pero de otras hormonas nos falta mucho por saber.

P. A menudo se presenta a alguna de estas sustancias como la hormona del amor, o del placer, porque se ve que se libera en situaciones concretas. ¿Hay una hormona para cada emoción?

R. Siempre se tiende a simplificar. Es cierto que a la oxitocina se la ha llamado hormona del amor porque se produce cuando la madre está dando de mamar o en el parto, pero los nombres tienen la misma cantidad de esa sustancia y no hacen nada de eso. No tenemos ni idea de para qué está. Las endorfinas son otro ejemplo. Aparecen al hacer ejercicio y cuando uno se siente feliz, pero la cosa es más compleja: la misma molécula se produce en sitios distintos, y también en diferentes situaciones.

P. Hay estudios que relacionan el estrés con una caída en las defensas del cuerpo frente a enfermedades. ¿Pueden determinados estados emocionales tener el mismo efecto?

R. Desde luego, ése es un campo de investigación muy prometedor. En el caso del estrés hay bastantes evidencias de esta relación, pero hay que seguir investigando. Y no es en absoluto descabellado pensar que las emociones afecten al sistema inmune del cuerpo.

P. ¿Qué opina del caso de los niños a los que se dio hormona del crecimiento contaminada? ¿Podía haberse evitado?

R. Sí, desde luego. Bastaba con eliminar un fármaco sobre el que había sospechas. Por supuesto que podía haberse evitado. No ha sido el único caso. En Estados Unidos hubo varios que se revelaron en el transcurso de dos semanas, e inmediatamente todos los lotes se retiraron porque había dudas. En Francia pensaron que estaba limpio y no era así. Es lamentable.

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