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53ª MOSTRA DE VENECIA

Mucha estrella y poco cine en la noche inaugural

De Niro, Hoffman, Vittorio Gassman y Kevin Bacon dan fuerza a la endeble 'Sleepers'

Hollywood suele encumbrar directores pompas de jabón y el mediocre Barry Levinson es uno de los que más arriba está llegando. Doblemente oscarizado -por la tragable Rain man y por la intragable Bugsy-, amenaza con alcanzar el triplete con Sleepers, que anoche inauguró, con lluvia de estrellas incluida, este foral de etapa de la postra veneciana presidida por Gillo Pontecorvo, que deja la poltrona del Lido y amenaza con volver a dirigir películas, que es el oficio que le ha dado una fama que desde La batalla de Argel hay que mirar con lupa. Anoche, dentro y fuera de la pantalla del Palazzo, las formidables presencias de Dustin Hoffman, Robert de Niro, Vittorio Gassman y Kevin Bacon salvaron la gala inaugural, dirigida y seleccionada respectivamente por los insalvables Levinson y Pontecorvo.

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ENVIADO ESPECIAL, Hace ocho años, Dustin Hoffman -que cuanto más envejece más se contiene y mejor le salen las cosas- llenó de cordialidad y credibilidad el frío e increíble pastelito agridulce de Rain man y, mano a mano con Tom Cruise, sacó las castañas del fuego a la incapacidad de Barry Levinson para escapar de la encerrona de sus limitaciones, que son muchas y no parece ser plenamente consciente de ellas, pues siempre la emprende con asuntos argurmentales muy ambiciosos, que sí los tratase a fondo le desbordarían por los cuatro costados.Sleepers no es una excepción: sobre el papel es seria, grave, ambiciosa e interesante, pero sobre la pantalla la resultonería vence a la ambición y el interés se diluye en efectismo y oportunismo. De otra manera, Levinson echa a perder un gran asunto, como hizo en Rain man, y no digamos en la desastrosa Bugsy, por no hablar de El joven Sherlock Holmes, Toy Story y otros pretenciosos globitos de colores, en los que la punta instantánea de una aguja desvela a chorros la materia imaginaría que contienen: aíre, metáfora de nada.

Pero la cortedad creativa del director Levinson está asistida por la impagable escolta del guionista Levinson y del vendedor Levinson, que son dos linces, sobre todo el segundo. En efecto, si su guión de Sleepers derrocha habilidad, su organización de la producción y el reparto son hallazgos que bordean la maestría.

La escritura del filme es un cálculo de tiralíneas. Se engancha a la moda de la adaptación a la pantalla de literatura -buena o mala, pero de éxito: los llamados best sellers- y organiza una de esas "novelículas" que hacen ahora furor dando astutos gatos por liebre en cien idiomas y cien mil candorosas pantallas, que digieren sin rechistar este terco ejercicio de suplantación del talento por la simulación.

Actores eminentes

Y el reparto, el llamado casting, redondea la jugada, y aquí, por suerte, sin trampa, pues si el guionista-tahúr Levinson engaña, el productor Levinson cede la batuta a sus intérpretes y son éstos quienes se encargan de dar verdad a la mentira que pone en sus manos. Dustin Hoffman y Kevin Bacon hacen trabajos eminentes y, junto con Roben de Niro, Vittorio Gassman y el largo homogéneo reparto, son los únicos creadores de cine que hay en Sleepers. Y esto es mucho decir, pues contemplar sus composiciones, verles construir auténticos personajes desde la nada es una delicia, además de una reconciliación del espectador con el gran signo del gran cine, que sigue siendo el rostro humano. Y así nos situamos ante el lado constructivo que encubre la actual devastación que padece Hollywood: la recuperación del cine de actor

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