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Solidaridad con los ilegales

Emmanuelle Béart y Marina VIady comparten el encierro de inmigrantes africanos en una iglesia de París

El doctor Jannière es el hombre que se ha sabido ganar la confianza de los 10 africanos que están en huelga de hambre desde hace ya 46 días en la iglesia de Saint-Bernard, en París. "Casi todos han perdido ya un 15% del peso que tenían antes de empezar y alguno de ellos el 20%. Continuamos vigilando la evolución de su salud y, dos veces por semana e individualmente, les preguntamos si desean continuar". La respuesta, de momento, es siempre afirmativa, aunque "aparecen manifestaciones de un sindrome depresivo".Sidi - Diarra, Moussa Keita, Sema Camara y Karaounga Diagouraga confían en Jannière porque cuando vinieron los otros médicos, los enviados por Debré [ministro del Interior para hacernos comer, él supo mantenerse a nuestro lado". Ahora, el doctor Jannière logra que los demás africanos sin papeles -casi 300- encerrados en Saint-Bernard no atosiguen a los huelguistas y se ocupen de mantener un perímetro de limpieza absoluta. "Hay que tirar mucha lejía a su alrededor. El médico nos ha explicado que, como están muy débiles, cualquier microbio puede hacerles mucho dañó", le dice una mujer al padre Henri Coindé, párroco de la iglesia.

La higiene es un problema grave en Saint-Bernard. Los retretes improvisados son insuficientes, máxime ahora, que los gestos de solidaridad se multiplican y más de 500 personas deambulan en tomo a la iglesia con la idea de dificultar cualquier acción policial. 'Las personas célebres, los conocidos, estamos aquí para complicar aún más el trabajo de la policía y lograr que los medios de comunicación sigan prestando atención al caso", razona la actriz Emmanuelle Béart. Para ella, lo "más doloroso es que el Gobierno nos ha engañado., Esa gente no son clandestinos. No tienen papeles en regla, pero la mayoría de ellas ha trabajado aquí, ha tenido en, algún momento u otro algún tipo de documento. Ahora se les quiere expulsar, como si fuesen ganado". La protagonista de Una mujer francesa y Misión imposible lleva tres días durmiendo en Saint-Bernard -"me avergüenzo de haber tardado tanto en venir"- y mantiene largas conversaciones con monseñor Gaillot, el cancerólogo Schwartzenberg o la actriz y escritora de origen ruso Marina VIady, todos ellos dispuestos a casarse con alguno de los sin papeles si el guión lo exige. "Nadie puede acusamos de estar aquí por razones de imagen. Este es un asunto impopular". Con eso contaba el Gobierno francés, pero ha dado tiempo a que cambiase de signo. La situación se ha clarificado ante la opinión pública. Muchos son víctimas del embrollo jurídico creado por las llamadas leyes Pasqua de 1994, que hacen que deje de existir el "derecho de suelo" automático y el hijo nacido en Francia tenga que reivindicar dicho derecho a la nacionalidad francesa al cumplir 16 años. Mientras, los padres pueden ser expulsados y los hijos quedan en terreno de nadie.

Jean-Louis Debré y Alain Juppé, ministro del Interior y primer ministro respectivamente, siguen repitiendo que la firmeza y "la aplicación de la ley" son sus únicas preocupaciones, pero Debré se ha manifestado también "dispuesto a estudiar las mejores condiciones para el regreso" o, lo que es lo mismo, ofrece dinero a quienes se marchen en silencio.El ultraderechista Frente Nacional denuncia "las pruebas de impotencia de un ministro y de un Gobiemo que no saben resolver el desafio de algunas decenas de clandestinos", los socialistas reclaman la regularización de ciertos casos" y critican el que se haya "dejado pudrir una situación que viene prolongándose desde hace cinco meses", y comunistas, africanos, intelectuales, artistas o sindicatos de Air France reclaman al presidente Jacques Chirac que intervenga.

Pero, ¿qué Chirac? ¿El que exigía a sus ministros, el pasado 14 de julio, "un gesto de firmeza" contra los países que generan clandestinos o el hombre que se hizo elegir en nombre de la lucha contra "la fractura social?.

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