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Penn: "Siempre supe lo que quería ver"

La mirada de Irving Penn, a punto de cumplir 80 años, con tinúa fotografiando sin dudar. "Siempre supe lo que quería ver", afirma. "Fotografiar es conseguir algo que uno tiene en la mente. Trabajar en fotografía les trabajar en uno mismo". Desde hace 10 años realiza me n . os retratos; el último fue de Richard Avedon y ha vuelto a sus orígenes, la pintura y el dibujo. Es natural que su mayor in fluenciahaya sido la historia de la pintura, los antiguos maestros: los holandeses del XVIII, Goya, Ucello y De Chirico,. "En el fondo todo emerge de la consciencia surrealista. Me fascina ba su expresividad", asegura. "Lo vi una vez en la calle y le asalté para fotografiarlo. Me invitó a comer y nos hicimos amigos", declara. Penn nunca representó la realidad- sino "lo que deseaba ver". Con un único elemento de trabajo, la luz, con una ideología prestada de la arquitectura moderna del "menos es más" y con un principio: siempre trabajar en estudio, se alzó como uno de los más originales y mejores fotógrafos del siglo. Revolucionó a la vez la estética barroca de la moda y la perspectiva renacentista fija, la manipuló como si fuera algo móvil.

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En memoria de su mujer, la modelo, bailarina y escultora sueca Lissa Fonssagrives, fallecida en 1992, acaba de donar 100 fotografías, elegidas por él mismo, al Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Fue en dicho museo, proyectado por Rafael Moneo, donde comenzó la exposición que viaja ahora a Gotemburgo, Finlandia, Reino Unido, Alemania y finaliza en Italia coincidiendo con el 80 cumpleaños de Penn. Son más de cinco decadas de imágenes (1939-1994); desde clásicos innovadores del mundo de la moda a inolvidables retratos de personalidades culturales de nuestro siglo, encuentros con otras culturas, Nueva Guinea, Nepal, Perú, Marruecos.

No faltan sus sorprendentes naturalezas muertas o las colillas de pitillos de las calles de Nueva York ni los subversivos desnudos de los cuarenta para los que dice: "Trabajé con modelos de pintores y escultores. La relación con su cuerpo era muy cómoda".

Su estudio era conocido con la expresión de el hospital por su atmósfera austera y simple, de colores blancos y crudos. "Nada debe desviar la concentración para llegar a obtener una buena imagen. El silencio es tan, esencial como la luz". "Mi mayor herramienta es la luz", continúa, "Ia luz del cielo. Siempre luz natural. Cuando empezaba, en mi primer estudio no tenía ventanas y soñaba' con la luz del día. Cuando fui a París la luz era como imaginaba, Suave pero delimitada y en África, con el estudio portátil, entraba mágicamente".

Ese filtro de luz soberbiamente controlado que torna todo intenso es el único elemento exterior; el impacto y la inmediatez son únicas. "Lo importante es la esencia. Condeno todo lo que sea barroco, extraño. Mi obsesión siempre fue la verdad, lo auténtico". Le llaman el fotógrafo con el estudio' a cuestas porque, al contrario que Cartier Bresson, nunca trabajó fuera de él. "Es una elección. Nunca me interesaron las fotografías de la calle".

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