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Los Nobel de Ciencia 1995

Profetas del agujero de la capa de ozono

La Real Academia de Ciencias de Suecia ha otorgado este año el Premio Nobel de Química a Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland. El acontecimiento es notable por ser la primera vez que ha sido premiado un trabajo sobre química de la atmósfera, y sólo la segunda vez que se ha otorgado un Premio Nobel por descubrimientos en el campo de Ciencias de la Tierra. (E. V. Appleton recibió el premio de Física en 1947 por su descubrimiento de la ionosfera, la capa atmosférica que refleja las ondas cortas de radio).Los tres laureados Nobel, se han distinguido por sus ' estudios sobre el ozono en la atmósfera terrestre. Este gas se encuentra en 1 a estratosfera, entre 10 y 50 kilómetros de altura, y alcanza su máxima densidad entre los 15 y 20 kilómetros. Aunque ocurre en cantidades diminutas (menos de 10 moléculas por cada millón de moléculas de aire), es de enorme importanciá, pues absorbe la radiación ultravioleta nociva para todo organismo viviente. El ozono se produce a partir del oxígeno por medio de la radiación solar en la estratosfera y se destruye. mediante una serie de reacciones químicas en las que toman parte compuestos de hidrógeno, nitrógeno y cloro. La mayoría de estos gases se deriva de fuentes naturales, con la. excepción del cloro. Se estima que hoy día un 80% del cloroestratosférico resulta de la producción de cloro-fluoro-carbonos (CFC), compuestos sintéticos que se utilizan principalmente en los sistemas de refrigeración.

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En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland presentan la tesis de que el cloro contenido. en los compuestos CFC se libera en la estratosfera, donde provoca la destrucción de la capa de ozono a alturas superiores a los 30 kilómetros. Sin embargo, en 1985, un grupo científico del British Survey de la Antártida, dirigido por Joseph Farman, descubre que el grosor de la capa de ozono había disminuido rápidamente a partir de 1979, y que la reducción ocurría a alturas entre 10 y 20 kilómetros, en el mismo centro de la capa.

Al año siguiente se publican, en la prestigiosa revista Nature, dos trabajos que explican cómo es posible liberar el cloro de los CFC en la estratosfera baja (o sea, entre los 10 y 20 kilómetros). Un trabajo es de un grupo de investigadores dirigido por Susan Solomon, y el otro, de Paul Crutzen y Frank Arnold. Observaciones hechas desde 1987 han confirmado con creces la tesis ex-

puesta en estos estudios. En 1987, otra pieza importante del rompecabezas la añade el grupo dirigido por Molina, que esclaree el sistema de reacciones químicas que destruyen el ozono en la estratosfera baja.

Una característica que comparten los tres ganadores del Nobel es la habilidad de imaginar aquello en lo que nadie ha pensado antes. En la troposfera (la capa, de la atmósfera entre la superficie y los 10 kilómetros) los compuestos CFC son inertes, o sea, no toman parte en reacciones quimicas. Esta propiedad es beneficiosa, ya que significa que los CFC son de poco peligro en los usos industriales. En una reciente entrevista, Molina ha declarado que su trabajo de 1974 con Rowland lo motivó el pensar adónde irían a parar los CFC, si en verdad eran inertes en la troposfera. La respuesta es simple, pero de gran importancia: las comentes atmosféricas los llevan a la estratosfera, donde la radiación solar los destruye y libera el cloro que contienen.

Hoy día se sabe que el ozono ha disminuido no solamente sobre la Antártida, sino también en las latitudes medias de ambos hemisferios. Aunque este adelgazamiento de la capa de ozono es mucho menor (entre un 5% y un 10%, comparado con el 50%-70% que se ha observado sobre la Antártida), quedan pocas dudas de que también se debe al aumento del cloro liberado de los CFC. Estos avances de la química atmosférica han convencido a los gobiernos de la mayoría de los países industrializados a firmar el protocolo de Montreal, en el que se comprometen a reducir y, alrededor del año 2000, a eliminar la producción de CFC.

Aunque los acuerdos se cumplan, se estima que tendrán que pasar más de 75 años antes de que la capa de ozono se recupere. Esto se debe a que la mayoría del cloro producido en los últimos 40 años está todavía encerrado en los CFC, los cuales son inertes -es decir, indestructibles- en la troposfera. El aire de la troposfera se mezcla con el de la estratosfera muy lentamente (menos del 10% cada año), lo cual retrasa el proceso de destrucción de los CFC. El problema de la destrucción de la capa de ozono es, por tanto, una herencia que los ciudadanos del siglo XX dejamos a futuras generaciones.

De gran importancia es el reconocimiento que confiere el más prestigioso galardón científico a la investigación de los efectos de las actividades humanas sobre el medio ambiente.

Rolando R. Gacía es profesor de investigación de Química Atmosférica del National Center for Atmospheric Research (NCAR, EE UU).

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