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González niega cualquier implicación con los GAL

El presidente se empleó a fondo para intentar ganar la batalla de la credibilidad del Gobierno

Luis R. Aizpeolea

Felipe González se empleó ayer a fondo en la batalla por su propia credibilidad y la de su Gobierno. Acuciado por las nuevas y gravísimas acusaciones de los ex policías José Amedo y Michel Domínguez, publicadas por el diario El Mundo, en las que implicaban al Gobierno en el uso de fondos reservados para lograr el silencio de los ex policías, Felipe González sabía lo que se jugaba y que no tenía más remedio que echar el resto. Lo hizo, y adquirió por momentos un tono dramático, pensando más en un público de masas que en el mundo restringido de los políticos. Por eso disgustó y pareció insuficiente a los partidos de la oposición. Fue rotundo en todo momento al negar las imputaciones al Gobierno en las acciones de los GAL e incluso no ocultó alguna crispación.

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González sabía la expectación que despertaba. A las declaraciones de Amedo y Domínguez, publicadas ayer mismo, había que sumar la noticia de la detención del ayudante del ex secretario de Seguridad del Estado, Rafael Vera, sólo momentos antes de asomarse a la pantalla, y la gravísima acusación del diputado de IU, Felipe Álcaraz, de que "González es Mr. X", esto es, el responsable último de los GAL.Su objetivo se le deslizó en una de sus respuestas. "Creo que la inmensa mayoría de los ciudadanos confía en el Gobierno", manifestó ya avanzada la entrevista de media hora en la primera cadena de TVE, que guió, con seguridad, Iñaki Gabilondo.

Ayer, y ante unas acusaciones tan graves, era para Felipe González más importante transmitir credibilidad que extenderse en argumentos. Jugó al desafío de palabra contra palabra. La de dos ex policías condenados por acciones terroristas frente a la de un presidente del Gobierno al que los ciudadanos han dado su confianza en cuatro ocasiones.

Con ese objetivo manejó la rotundidad en la negativa de la organización, tolerancia o comprensión de los GAL. Anunció querellas, que posiblemente serán presentadas hoy, contra quienes han imputado al Gobierno responsabilidades en los GAL -esto es, Amedo y Domínguez, por un lado, y Alcaraz, por otro- y defendió la presunción de inocencia de los dirigentes de la lucha antiterrorista, actualmente encarcelados. "Ni lo toleré (el GAL), ni lo consentí ni lo organicé". "Jamás se me habría ocurrido (amparar el GAL)". "Soy un demócrata de toda la vida", fueron respuestas expresadas en tono tajante.

No obstante, deslizó un argumento político, que pasó un tanto desapercibido, al esgrimirlo en la recta final de la entrevista. Recordó González que cuando se produjo la primera actividad de los GAL, en diciembre de 1983, ya se iniciaba la colaboración legal francesa en la lucha contra ETA en una entrevista que mantuvo con el presidente de la República, gala, François Mitterrand.

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González pretendía con ello contrarrestar la tesis extendida de que fueron los 28 asesinatos de los GAL -el último en 1987- los que forzaron la colaboración del Gobierno francés en la lucha contra ETA. Una tesis envenenada para su Gobierno pues en ella se han basado las acusaciones políticas de su implicación en los GAL.

Jugó con habilidad al equilibrio de presumir la inocencia de los responsables de la lucha antiterrorista encarcelados con el respeto a la labor que realizan los jueces. No tuvo inconveniente, en este sentido, en censurar las críticas del ex ministro José Barrionuevo al juez Baltasar Garzón y en elogiar, a la vez, su ejecutoria como ministro.

González jugó a fondo la carta de asegurar que el Gobierno no está implicado en los GAL. Fue la expresión de esa convicción y la presunción de inocencia de los acusados por Amedo y Domínguez las armas defensivas que utilizó con profusión cuando se le preguntaba qué haría si el juez probaba una implicación del Gobierno en la banda terrorista. "Las pruebas las tiene que presentar quien acusa. De otro modo, esto sería la Inquisición".

Ya en la recta final de la entrevista reiteró la voluntad de continuidad del Gobierno. Lo ha hecho por tercera vez, en menos de un mes, desde que empezaron a publicarse las declaraciones de Amedo y Domínguez. "Hay problemas, pero no está en juego la estabilidad del Gobierno". González ciñó la estabilidad al apoyo parlamentario que el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, le reiteró ayer.

No respondió, sin embargo, a la pregunta de si la crisis política afectaba a la economía. Negó el presidente del Gobierno que estuviera haciendo cálculos para elegir el momento más propicio para los intereses del PSOE para convocar las elecciones: "No es cuestión de tiempo. Siempre he antepuesto los intereses generales del país a los particulares. Las legislaturas deben agotarse".

Pero, probablemente sin pretenderlo, González dejó escapar una de las motivaciones que le empujan a resistir cuando dijo que la sucesión de los escándalos que afloran es "el resultado de las acciones emprendidas por el Gobierno contra la corrupción". Esta afirmación abona una de las tesis reales de la continuidad: los socialistas no quieren pasar a la oposición sin clarificar unos escándalos que les inutilizarían en su réplica al Gobierno.

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