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"Somos como los remeros del Volga achicando petróleo"

Pilar Bonet

A temperaturas inferiores a cero grados, con vientos del Norte y nieve, la brigada trabaja noche y día. Veinte centímetros de petróleo lamen las botas de los obreros que rompen el hielo y luego, con ayuda de troncos, arrastran los témpanos. río abajo. "Somos como los remeros del Volga", dice Yuri Márchenkov, buscando una imagen para una tarea tan desproporcionada como los trabajos de Sísifo.El espíritu de rapiña de los amos del petróleo ruso se refleja en las aguas negruzcas y grasientas del Palmik-Chor. Por este riachuelo, cercano al círculo polar ártico, se desliza el veneno de reflejos metálicos de una catástrofe ecológica difícil de evaluar.

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Los obreros denuncian el total descontrol de los oleoductos que causaron la marea negra de Rusia

Viene de la primera página .El descontrol empresarial de los oleoductos del Ártico ruso permitiría explicar, según algunos trabajadores, por qué el petróleo fluyó durante semanas o meses sin que nadie prestara atención. La comisión oficial rusa que investiga el vertido dado a. conocer esta semana afirmó ayer que el desastre ecológico es menor que el estimado en Occidente: según los rusos sólo se habrían derramado 14.000 toneladas. Una empresa petrolera estadounidense había asegurado que se habían vertido 270.000 toneladas.

A 57 kilómetros de la ciudad de Usinsk, en el cruce del Palmik-Chor con la carretera que llega a los yacimientos de más al norte, una brigada de petroleros separa el agua del crudo. Desde la carretera, un camión les suministra agua caliente a presión.

Con ayuda de una estación de bombeo y un par de mangueras, el petróleo es metido en cisternas, y el agua marrón vuelve al río. "Está casi limpia", según dice uno de los trabajadores con el cigarrillo encendido en la boca, mientras una excavadora sumerge una y otra vez su pala dentada en la masa cenagosa.Un poco más arriba, en los pantanos que caracterizan el paisaje entre la taiga y la tundra, hay mares de petróleo que nadie ha comenzado a limpiar. Por ellos pasa el oleoducto que una docena de compañías utilizan para transportar petróleo hacia Rusia central y Occidente bajo el patrocinio de la empresa Komineft. El gaseoducto sigue funcionando, según afirma el periódico República de la ciudad de Siktivkar, capital de Komi, y por sus agujeros sigue saliendo el petróleo, según dice Oleg, un parado local, que no quiere ver publicado su nombre completo por miedo al "monstruo".

El "monstruo" es para Oleg la sociedad anónima Komineft y sus múltiples ramificaciones, una túpida red de compañías que antes fueron eslabones del sistema estatal de producción de petróleo y que hoy son pequeñas entidades unidas por un objetivo común: extraer cuanto más petróleo, mejor. A cualquier precio. Komineft dicta su voluntad e impone su ley en estos parajes. Es el interlocutor obligado de todas las petroleras extranjeras que se asientan en la cuenca del Pechora para extraer petróleo en Rusia.

El distrito de Usinsk (70.000 personas y 50.000 kilómetros cuadrados) es un feudo de Komineft. Según el vicejefe de la administración Víktor Molchálnikov, la empresa no paga su contribución al presupuesto "entre el 70% y 80% del total". Ni tampoco Koinineft paga a sus empleados, algo más de 25.000 personas en plantilla en proceso de recortes. Durante la privatización, la miseria obligó muchos obreros a vender sus acciones a especuladores que llegaron de fuera. En lugar de dinero Komineft da a su gente unos billetitos llamados leonidvki, en referencia al apellido del director Leónidov. Con ellos se puede comprar víveres en los comercios locales, donde el pescado no es fresco y la carne apenas se ve.

Parados

La condición de parado de Oleg puede estar relacionada con el accidente. Oleg se cansé de trabajar en la reparación de los pozos de petróleo después de 8 meses de no cobrar. Y lo mismo hicieron centenares de personas que trabajaban con él. Finalmente, la Unidad de Reparación de Pozos dejó de funcionar y los obreros se quedaron en la calle.

La manifestación que organizaron en junio en la plaza central de Usinsk no les sirvió de nada, pero la reacción en cadena no se ha hecho esperar. "Como las brigadas de reparación no trabajan, no hay nadie que detecte los cambios de presión que indican la existencia de fugas en las conduccione?, dice Oleg.

Oleg muestra docenas de camiones oxidados sobre la nieve de Usinsk. Pertenecen a la URB (la Unidad de reparación de pozos).

No lejos de aquí la bandera británica ondea junto a la sede de Articoil, un edificio funcional y confortable que contrasta con las desoladas viviendas, donde han quedado atrapados los que llegaron a estas tierras del norte con la esperanza de vivir mejor. Hoy cobran poco, viven mal y están condenados al no poder siquiera vender sus casas. Quien va a venir a vivir aquí. Lo peor de Usinsk y de la bárbara explotación del hombre y de la naturaleza que aquí tiene lugar es que la desgracia se ha hecho cotidiana. Los incendios, las fugas, las explosiones en el oleoducto son algo normal en el feudo de Komineft. Y el pescado tiene sabor a petróleo desde hace ya años.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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