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¿Choque de civilizaciones?

En 1453, Constantinopla, capital del imperio bizantino, cayó en manos de los turcos otomanos, grupo de guerreros de Asia Central. En 1492, Colón descubrió América. A partir de esas fechas, comienza la historia moderna de Occidente.La capital bizantina fue la sede del imperio romano de Oriente, fundado mil años antes por Constantino, emperador romano que se trasladó desde Roma a la nueva ciudad que llevaba su nombre. Al caer Constantinopla, el acceso al Mediterráneo oriental quedó cerrado para las potencias del sur de Europa, y el centro de gravedad de Europa se desplazó hacía el Norte y el Oeste, hacia Alemania, Francia e Inglaterra, con lo que el Atlántico se convirtió en la [principal] ruta comercial. Colón hizo avanzar la ruta hacia Occidente, hasta América, con lo que, durante 500 años, Occidente ha sido el centro de la civilización y del poder económico y militar.

El predominio de Occidente se debió a varios factores. El primero fue el auge de la ciencia y la aplicación de ésta a la tecnología, lo que dio lugar a la revolución industrial. El segundo fue la extensión de la democracia y la exigencia por parte del pueblo de ser el origen del gobierno. El tercero fue la aparición del capitalismo y la productividad, que hicieron aumentar la riqueza de Europa y Estados Unidos. El cuarto fue el poder militar que se derivaba de la ciencia, la tecnología y la riqueza. La civilización le daba importancia al imperio de la ley y los derechos del individuo. Con ello desde e renacimiento hasta el modernismo se produjo el gran desartollo de la creatividad artística.

El desarrollo del poder también supuso la creación del imperialismo. La influencia europea, que empezó con la subyugación de India, se extendió hasta dominar casi totalmente África, el sureste asiático y China. Antes de la II Guerra Mundial, el 80% de la superficie te rrestre del planeta y el 89% de los pueblos del mundo estaban bajo el dominio de las potencias occidentales. La única nación asiática que escapó a esta dominación fue Japón, que se convirtió también en una potencia industrial e imperialista que ocupó Corea, Manchuria y parte de China.

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Con la II Guerra Mundial, el imperialismo llegó a su fin con extraordinaria rapidez. Los holandeses fueron expulsados de Indonesia; los portugueses, de Asia y África; los franceses, del sureste asiático y África; el Imperio Británico, de India, Singapur y África occidental; y los japoneses, de Corea.

Pero Occidente no era sólo un lugar geográfico, sino una actitud mental, una civilización. En el siglo XX, ha habido dos amenazas. Una fue el nazismo, que proclamó las ideas de raza suprema, pureza racial y exterminio de los judíos. Esta voluntad de destrucción culminó con el holocausto y la muerte de seis millones de judíos en las- cámaras de gas de Auschwitz y en los campos de concentración. La otra amenaza fue el comunismo, que trató de establecer un régimen totalitario y extender su poder por todo el mundo. El nazismo fue destruido por la victoria aliada de 1945. El comunismo se destruyó a sí mismo en 1989, cuando Yeltsin proclamó su fin. En todo el mundo, el marxismo está acabado o va camino de desaparecer. En Europa del Este ya no existe el comunismo. Los regímenes marxistas de África han desaparecido por completo. La Cuba de Castro se tambalea, y la China de Mao Zedong, bajo el Gobierno de Deng Xiaoping, sigue la vía capitalista.

Con la derrota del fascismo y del comunismo puede parecer que Occidente ha vencido por completo. De hecho, hace sólo tres años Francis Fukuyama escribió un libro, El final de la historia, cuya tesis era que no quedaba ningún oponente ideológico para enfrentarse al capitalismo liberal, y que la guerra de ideas había terminado.

Pero ahora, Samuel P. Huntington ha publicado un provocativo ensayo, The clash of civilizations, en el que proclama en términos casi estentóreos "que la fuente fundamental de conflictos en Da nueva fase de la política mundial] no será básicamente ideológica ni económica. Las grandes divisiones de la humanidad, y la fuente de conflictos predominante, serán de carácter cultural... El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de fractura entre las civilizaciones serán las líneas de frente del futuro".

Todo esto resulta muy sorprendente. Sólo dos años antes, Huntington había publicado un libro, The third wave, en el que afirmaba que la democracia estaba inundando el mundo como una marea, y que ése era el rasgo fundamental de esta era. Pero la palabra "democracia" no aparece por ninguna parte en su nuevo ensayo, y en cambio se nos da un nuevo telón de fondo para las antiguas batallas de Ahura Mazda, la fuerza de la luz, contra Arimán, la fuerza de las tinieblas, en la gran batalla cosmológica del bien y el mal.

La punta de lanza es la "próxima confrontación" entre el islam y Occidente. Huntington cita a, M. J. Akbar, un indio musulmán: "La lucha por un. nuevo orden mundial vendrá dada por el avance de las naciones islámicas, desde el Magreb hasta Pakistán".

Pero eso son tonterías retóricas. Es curioso que la autoridad citada sea un musulmán indio, de un país donde los musulmanes son una minoría perseguida, y de una región donde Pakistán se enfrenta continuamente con India, su eterno enemigo, y resulta continuamente derrotado por ella. El Magreb es el norte de África, que tiene desde hace tiempo una civilización de raíz francesa y está abrumado por tremendas dificultades económicas y demográficas.

Es cierto que en Argelia los fundamentalistas islámicos han amenazado con hacerse con el poder, y han sido reprimidos por los militares. Pero, aunque triunfen los fundamentalistas islámicos, hay pocas posibilidades de que puedan convertirse en una fuerza militar, porque estarán demasiado ocupados con sus propias dificultades. Y no tienen demasiados motivos para aliarse con Pakistán, porque ellos son árabes y franceses, y Pakistán es indio y musulmán, y la diferencia cultural entre ambos es enorme.

No tiene mucho sentido considerar el islam como una fuerza unitaria. Los dos mayores Estados islámicos son Indonesia y Turquía, y ninguno de ellos está demasiado interesado en guerras de religión o civilización. El país islámico más fuerte -y es curioso que Huntington ni siquiera lo mencione- es Irán, pero Irán es shií, fuerza minoritaria dentro del islam a la que se oponen las sectas suníes hostiles.

La advertencia de Huntington se vuelve aún más sombría al contemplar la posibilidad de una "conexión confuciano-islámica". Pero los lazos resultan muy débiles y sutiles, y se apoyan en una "conexión militar"

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