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La guerra civil en Rusia, ¿todavía posible?

La cuestión sobre la posibilidad de una guerra civil -con todos los enormes cambios que se están produciendo en el territorio de la desaparecida URSS- no es vana, sino sumamente actual.Se han producido -y siguen produciéndose- cambios radicales prácticamente en todas las esferas de la vida social. Estos cambios afectan a los intereses vitales de mucha gente. Sería difícil encontrar otro ejemplo en la historia de la civilización de un paso pacífico de un sistema socioeconómico basado en la propiedad estatal y la dirección administrativa a formas sociales basadas en una intensiva creación de la propiedad privada y el pluralismo político. Al mismo tiempo, se ha roto casi instantáneamente un imperio secular que parecía ser monolítico y muy sólido.

Hay muchos ejemplos que demuestran que este proceso, en verdad, es sumamente complejo. Baste recordar las experiencias de la ex Yugoslavia y la ex Alemania del Este. El sistema federativo de Yugoslavia, basado en la ideología comunista, no pudo soportar el peso colosal que de los cambios considerables en todas las esferas de la vida social y de las crueles guerras étnicas siguen acompañando la ruptura de ese imperio.

El ejemplo de la ex Alemania del Este, por su parte, muestra que las reformas encuentran enormes dificultades incluso cuando las condiciones son ideales: gigantesca ayuda financiera, existencia de una base legislativa moderna, sistema moderno de la preparación de la gente, etcétera.

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¿Qué podemos esperar entonces de Rusia, que no cuenta ni siquiera con una centésima parte de la ayuda que recibe la ex República Democrática Alemana y que tiene un sistema federativo aún más complicado y embrollado que el de la ex Yugoslavia?

Estas realidades determinan que existan una serie de condiciones y factores concretos que, desgraciadamente, pueden conducir a la guerra civil en Rusia, guerra que, teniendo en cuenta que somos un país nuclear, de estallar, será más horrible y de consecuencias más trágicas que la de Yugoslavia.

¿Cuáles son estos factores? Primero, el aumento de la cantidad de descontentos. Las numerosas investigaciones sociológicas que al respecto se han hecho muestran que el porcentaje de los insatisfechos con sus condiciones de vida y que consideran que su nivel está por debajo del límite de la pobreza es muy alto: alrededor del 70%. Si tomamos en consideración además que Rusia tiene que pasar todavía por el camino de bancarrotas masivas de empresas, tendremos que el desempleo aumentará del 6%-8% al 12%15%. Por último, no debemos olvidar que la cantidad de refugiados y de militares y miembros de sus familias de las tropas evacuadas de territorios de otros países también aumenta, y la mayoría de ellos pasa a engrosar las filas de los descontentos.

Segundo, el crecimiento de la criminalidad, determinado principalmente por la redistribución de la propiedad. La ausencia de la base legislativa necesaria en la esfera de los cambios económicos, unida a la ineficacia del sistema de orden público y a la ausencia de personal, pone en duda la posibilidad de luchar eficazmente contra una criminalidad en continuo aumento.

Tercero, la debilidad del poder. Cuarto, el débil desarrollo de las estructuras de la sociedad cívica. Quinto, la ruptura de los valores antiguos (comunistas) y la ausencia de un nuevo sistema de valores aceptado por todos. Sexto, la inestabilidad del Ejército y de los otros poderes fácticos. Y por último, la creación de organizaciones extremistas por parte de la oposición.

Sin entrar en detalles de estos factores, sí quisiera subrayar que siguen existiendo todas las condiciones objetivas para recomenzar la guerra civil que fue detenida el 4 de octubre de 1993. Hasta hace poco faltaba sólo la gente capaz de organizar a los descontentos y llevarlos a las barricadas, pues la mayoría de ellos se encontraba en la cárcel de Lefórtovo. Desgraciadamente, el 23 de febrero, la Duma estatal, con el apoyo de Serguéi Shajrái y de su fracción, aprobó la amnistía de todos los participantes en los sangrientos acontecimientos de septiembre-octubre del año pasado. Los organizadores de la revuelta fueron liberados inmediatamente. El ejército potencial de la guerra y sus generales tienen otra vez la posibilidad de tomar la revancha.

Por supuesto que en la sociedad hay suficientes fuerzas opuestas a esas fuerzas de la guerra. Las nuevas capas surgidas con la ola de reformas -comerciantes, obreros cualificados, propietarios- desempeñan un papel cada vez más activo. Se forman rápidamente estructuras políticas interesadas en tener paz y estabilidad. Pero mucho va a depender de la coordinación de las actividades de los partidarios de un desarrollo pacífico, de sus iniciativas y su firmeza.

Hoy se encuentran frente a frente el partido de la guerra, apoyado por las fuerzas nacionalistas y comunistas, y el partido de la paz, apoyado por las fuerzas de los partidarios de reformas y de la estabilidad. ¿Cuál será el resultado de esta oposición? Confío en el sentido común y en la voluntad de la mayoría de los rusos, cansados de todo tipo de guerras, aunque hay motivos para alarmarse.

El 9 de mayo, día de la celebración de la victoria sobre el fascismo, los amnistiados dirigentes de la rebelión de octubre -Alexandr Rutskói, Víktor Anpílov y otros- reincidieron en sus declaraciones sobre la necesidad de luchar contra el "régimen criminal de Yeltsin". Incluso nombraron las fechas concretas de la victoria de las "fuerzas patrióticas": el 3 de octubre de 1994 y el 9 de mayo de 1995. Para lograr sus objetivos, los líderes de los patriotas tienen intención de crear una coalición de la oposición (las organizaciones nacional-patrióticas y comunistas se definen como oposición, aunque sus fracciones en la Duma apoyaron el curso de Víktor Chemomirdin, votando a favor del presupuesto presentado por el Gobierno; en contra se pronunciaron Opción de Rusia y la fracción Yábloko).

Las fuerzas democráticas y liberales siguen estando dispersas, dedicadas a precisar los detalles de las diferentes variantes del desarrollo democrático. El hecho de que Yeltsin siga sin vincular su nombre a ninguna fuerza política daña mucho a los reformistas rusos. Ni Yegor Gaidar ni Guennadi Yavlinski pueden pretender hoy el papel de líder único, mientras que para la mentalidad rusa la personificación tiene una extrema importancia.

Por ello se debe valorar la iniciativa de Yegor Gaidar de crear un partido de orientación liberal-conservadora como un intento de superar la dispersión del movimiento democrático. Confío en que este intento, a pesar de las múltiples dificultades, resulte exitoso. En la actualidad ya está prácticamente realizado todo el trabajo preparatorio, y el 12 de junio tendrá lugar el congreso constituyente del nuevo partido. Esperemos que esta estructurización de los demócratas fomente la organización y la unión de todas las fuerzas que intervienen contra los intentos de desencadenar una guerra civil.Serguéi Yushenkov es presidente del Comité de Defensa de la Duma estatal y miembro del comité organizador del partido Opción de Rusia.

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