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Tribuna
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Ismael Fuente Lafuente

Juan Cruz

Un día hubo en la reunión en la que se hacía la primera página, en los primeros años de EL PAÍS, una larga discusión sobre el sentido de las calles de Madrid, e Ismael Fuente Lafuente, que era entonces responsable de la sección Local, mantenía una tesis arriesgada frente a todos los que tenían una posición distinta sobre el asunto. No había manera de convencerle. La cantidad de su información era similar a su capacidad de insistencia, y al final creo que obtuvo la razón. Era así: un periodista documentado e insistente, un informador con la principal ambición de todas: la de llegar al fondo de los asuntos que trataba utilizando para ello la vieja, y nunca deteriorada, arma de la persuasión. Con ella llegó a todas partes y en todos los lugares consiguió su propósito: el respeto por lo que decía. Escribió informaciones menudas y grandes reportajes, investigó en las alturas y escribió biografías de herederos y reyes, y descendió también a los fondos últimos de una sociedad que estaba en cambio para describir la miseria y también la ambición. Como compañero nuestro, en EL PAÍS dejó la impronta benéfica de sus interrogantes acerca de todo lo que pasaba, y ya fuera del ámbito en. el que fuimos remeros del mismo barco siguió atentamente lo que hicimos como si estuviera al lado de nuestra mesa. Su capacidad para investigar no eliminó de su carácter ingenuo la calidad de la ternura y siempre tuvo, en este mundo en el que las palabras a veces son dardos, un verbo común: el sentimiento del respeto y de la amistad. De la estirpe de los excelentes periodistas asturianos, emparentó con una larga familia de periodistas, y en EL PAÍS sigue habiendo parientes suyos, y Pilar, su mujer. Su muerte, ocurrida como la de Cuco Cerecedo, otro gran compañero de los inicios de la transición democrática -y periodística- española, se ha producido en América Latina y ha llegado de allí la noticia como la más indeseable nueva de este tiempo. La familia que él formó, la de sus compañeros y la propia, no puede creer de veras que esta vocación incesante haya acabado para siempre-

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