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Entrevista:

"Vale más un día en Madrid que 10 años fuera"

Ha sido una forja de película. A los 12 años prendía los braseros del entonces Mesón del Segoviano, hoy Casa Lucio y limpiaba sin remilgos los suelos que ha pisado el todo Madrid. Acaban de concederle el Premio Marqués de Desio al mejor profesional de la hostelería española, pero sigue esquivando mesas y atendiendo a sus clientes, con la misma chaquetilla blanca de un camarero a sueldo. Hace casi 20 años tuvo la ocurrencia de reciclar una de esas sabias y viejas recetas de la abuela y comenzó a servir patatas fritas con unos huevos que se han hecho de oro, en su restaurante y en la gastronomía madrileña. Políticos de todos los colores saborean su menú y se rifan su amistad. Dicen que ha sido un tipo con suerte. Mientras, él trabaja para llevarse bien con sus clientes, con sus vecinos, y poner en los papeles de profesión, tabernero.Pregunta.¿Le inquieta el cierre de algunos prestigiosos restaurantes madrileños?

Respuesta. Todos lo pasamos mal si las cosas no funcionan alrededor. Ya se sabe: cuando las barbas de tu vecino veas pelar... Hay que andar con muchísimo cuidado, gastando menos y trabajando más.

P. Dicen que la cocina madrileña no es más que un rompecabezas.

R. Sí, porque platos como el cocido o los callos son de casi toda España, pero Madrid es el mejor puerto de mar. ¿Mérito? Quizá que aquí se puede pagar un poco más. Madrid es la monda.

P. ¿En qué sentido, para vivir, para trabajar?

R. Para todo. Un día en Madrid vale más que 10 años en otra ciudad. Yo nací en Ávila, estuve a punto de hacerme cura en Burgos y terminé viviendo y trabajando en este barrio (Cava Baja). Lo mejor que me pudo pasar.

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P. Artistas y políticos de todos los colores, hasta El Lute ha comido en Casa Lucio.

R. Efectivamente, y sentado en mi mesa. Como decía Paco Rabal en su reciente homenaje, qué bonito es ver a la izquierda sentada a mi derecha, al centro de frente y a la derecha a mi izquierda". A muchos les conocí cuando sólo eran estudiantes, de todos fui buen amigo y me demuestran lealtad dándose un apretón de manos cuando coinciden aquí.

P. Comiendo esos huevos fritos con patatas, tan simples de hacer y a la vez tan complicados.

R. Lo digo siempre: freír un huevo no es tan fácil. Todo el mundo no es capaz de hacer unas patatas crujientes, dorad¡tas, tiernas y sin grasa. Pero aquí hay muchas otras cosas buenísimas. Yo ya no hago la compra, pero paso revista a todo lo que entra en la cocina.

P. En Casa Lucio, ¿las paredes oyen?

R. No. Y esa es una de las cosas que más castigo a los camareros, cuando parece que escuchan, cuando se quedan parados. En hostelería, la regla es ver, oír, callar y trabajar.

P. Especialmente los dos aparcacoches. ¿Nunca ha tenido quejas por los atascos que se organizan en esta calle y en la plaza vecina?

R. Sí. A veces me han regañado, pero no es sólo culpa mía, también están los coches de la gente que viene al teatro de La Latina. En cuanto abran el aparcamiento de la plaza de la Cebada recomendaré a mis clientes que lo utilicen.

P. ¿Es cierto que heredó usted este negocio?

R. No. Fue casi un regalo, pero lo compré. Cosas de mi jefa. Me dijo: "Lucillo, este mesón no será para nadie más que para ti". Del Mesón del Segoviano sólo tengo buenos recuerdos, pero la clientela se empeñó en cambiarle el nombre y acabó siendo Casa Lucio.

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