_
_
_
_
_
CRISIS EN ITALIA

La simbología mafiosa

El asesinato del Juez Giovanni Falcone por la Mafia devolvió por un momento a Italia su sentimiento de unidad nacional, según el autor del artículo. Considera que el atentado responde a la simbología mafiosa, a la que el Parlamento ha replicado con la suya propia acelerando la elección del presidente.

¿Existe un nexo entre el asesinato de Giovanni Falcone por parte de la Mafia y la elección de Oscar Luigi Scalfaro para la presidencia de la República de Italia? El nexo existe, y la propia Mafia, que es una estructura simbólica, lo ha establecido al realizar una demostración de fuerza precisamente en los días en que el Parlamento italiano vivía momentos de impotencia por su incapacidad en el elección de un jefe de Estado.Pero el nexo también existe fuera de la simbología mafiosa: ha estado en juego el papel simbólico del Parlamento. En Italia (sobre todo en el Norte) hay una negación de la legitimidad de los partidos, especialmente si pertenecen al Gobierno. Esto ha originado el surgimiento de un movimiento en el norte de Italia, las Ligas, que promueven la constitución de una República del Norte basándose en la declaración de heterogeneidad entre el valle del Po y el Reino de las Dos Sicilias. La Italia del Sur parece en gran parte propiedad privada de la Mafia; desde allí, la Mafia intenta introducirse también en el Norte.

Giovanni Falcone era siciliano, un hombre del Sur, y es también el hombre que había obtenido los principales éxitos en la lucha contra la Mafia. Era el único que había diseñado una estrategia anti-Mafia a largo plazo, basada en una única estructura judicial de instrucción para todos los casos de Mafia. En esto tuvo el apoyo del ministro socialista Claudio Martelli y la oposición de sus colegas de la Magistratura.

Su muerte ha demostrado el poder de la Mafia, que probablemente había colocado el explosivo bajo el puente de la autopista hacía ya tiempo. Pero también ha hecho sentir a los italianos del Norte que el Sur y el Estado están inmersos en una lucha contra la Mafia, y quizás por un momento ha contenido las dudas sobre la legitimidad de los partidos y del Gobierno.

Unidad nacional

Con su muerte, Falcone ha vuelto a dar forma a un sentimiento de unidad nacional. Esto ha dado fuerza al Parlamento y ha hecho creer a los políticos que era el momento en el que podían y debían poner fin al ballet de los votos recíprocos y dar a Italia un presidente.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Antes de la matanza de Palermo, en la que también han resultado muertos la mujer y loshombres de la escolta del juez, los candidatos eran dos: Andreotti y Spadolini.

Andreotti, el gran tejedor de las relaciones políticas transversales que le atañen, podía obtener los votos de los disidentes de todos los partidos, y al final de una larga serie de votaciones recoger también los de la Democracia Cristiana, que no quería designarlo como su candidato.

Spadolini era el candidato institucional y podía, por tanto, ser elegido cuando el Parlamento hubiera tenido que dejar constancia de su incapacidad para proponer una candidatura política.

En ambos casos se habría necesitado otra semana de votaciones: precisamente la que, después de la matanza de Palermo, no se podía permitir el Parlamento. Había llegado el momento de intentar oponer al símbolo de la Mafia, el Parlamento como símbolo. Y se debía hacer rápidamente. Andreotti ya no podía dirigir su organización de clientes de todos los partidos porque el tiempo apremiaba. Spadolini significaba la no elección, y, además, tiene fama de ser hombre de palabras, pero no de acciones. En el país, Spadolini es un personaje notable, pero no tiene autoridad.

El hombre elegido, Oscar Luigi Scalfaro, es un personaje singular. Diputado por Novara, tiene escaño en el Parlamento desde 1946. Cuando el partido democristiano se organizó en corrientes, él eligió la minoritaria de Mario Scelba y se convirtió de esta forma en un exiliado político dentro de su partido durante 30 años.

Le sacó de su infortunio el líder socialista Bettino Craxi al nombrarle ministro del Interior en 1983. En aquel momento, su corriente política había desaparecido hacía tiempo, y Scalfaro era un hombre solo. Pero después de la experiencia de Gobierno tenía más respetabilidad, y la utilizó para criticar las costumbres de su partido.

Propuso y dirigió una investigación sobre el uso que se hacía en el Sur de los fondos de ayuda por el terremoto de 1980 en Irpinia. Ciriaco de Mita, ex secretario de la Democracia Cristiana, estaba involucrado en el uso privado de estos fondos. Se echó tierra sobre la investigación del escándalo, no por falta de resultados, sino porque éstos eran demasiado graves. Se habló largo y tendido del Irpiniagate, ya que ésta es la provincia de De Mita.

Scalfaro se convirtió así en la voz de la conciencia del Parlamento: había conseguido convertir en fuerza política su ausencia de 30 años del Gobierno. Hombre de Acción Católica, Scalfaro no es, sin embargo, clerical. Su corriente se había fundado siguiendo la tradición de Don Sturzo, fundador del Partido Popular en 1919 y que había intentado crear junto con otros católicos un partido no confesional.

Scalfaro es el hombre justo que llega en el momento justo: es un hombre que había criticado la corrupción de los partidos. ¿Qué mejor intermediario entre el mundo de los partidos y la ilegitimidad que la oponión pública atribuye a las formaciones políticas? Eran necesarias esas muertes dolorosas para que fuera posible un salto cualitativo que el Parlamento había sido incapaz de dar.

Gianni Baget Bozzo es teólogo y diputado en el Parlamento Europeo por el Partido Socialista Italiano.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_