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En busca de la identidad perdida

Los niños japoneses que quedaron abandonados en China en la huida del Ejército nipón tras la ocupación vuelven al país de sus padres

Juan Jesús Aznárez

Aquellos niños japoneses quedaron en los caminos y aldeas chinas cuando las divisiones imperiales invasoras se batían en retirada en las postrimerías de la II Guerra Mundial. Abandonados por sus madres en el dramático éxodo civil que acompañó el repliegue militar nipón, esos niños fueron educados por familias chinas. Casi medio siglo después, desorientados, buscan en Japón sus orígenes e intentan la difícil integración en una sociedad que nada les regala.

"Es muy duro", dice Kong Fanjun, un médico acupuntor chino casado con una de estas niñas abandonadas y que ahora ha vuelto a la búsqueda de sus orígenes. Fue en el verano de 1945, cuando en los acuartelamientos de las fuerzas de ocupación de Manchuria se conoció la inminencia de una derrota en los frentes del Pacífico e Indochina. El cuerpo de ejército Kwantung se agrupó para la resistencia contra las tropas soviéticas que irrumpieron por el norte de Manchuria, y en las poblaciones tomadas por Japón desde 1931 las familias de los soldados y los administradores quedaron sin protección militar. En la desesperada huida, perseguidos por regimientos soviéticos que violaban, saqueaban y mataban, cientos de miles de mujeres, niños y ancianos protagonizaron uno de los episodios más desconocidos y y tristes de la historia.Kong Fanjun, de 48 años, está casado con Reikko, de 47, que contaba ocho meses cuando su madre, esposa de un oficial movilizado, la entregó desesperada a un médico chino con su nombre cosido en el faldón del vestido. "Nuestra adaptación está siendo muy difícil. Apenas conocemos el idioma, y hemos tenido que empezar de cero", dice Kong, un cirujano que renunció por ella a la subdirección de un hospital en Pekín.

"Desde que supo que era japonesa, hace menos de 10 años, mi mujer se obsesionó con volver", añade Fanjun. El matrimonio, con dos hijos de 16 y 13 años, abrió una pequeña consulta de acupuntura en un barrio de Tokio, y su futuro es más esperanzador que el de otros "huérfanos de guerra", infelices en China y amargados en Japón.

Un drama sin documentos

Apenas hay documentos escritos sobre el drama de las madres que abandonaban a sus hijos en los caminos cuando la infantería soviética ganaba terreno a las caravanas de indefensos fugitivos que a pie trataban de alcanzar los puestos de embarque hacia Japón. En aquellas condiciones extremas, algunas madres dejaron a sus hijos por un cuenco de arroz para recuperar fuerzas, continuar la marcha e intentar la salvación del niño.Familias que consideraban muy alta la inteligencia innata de los japoneses aceptaron su cuidado. Muchas veces la diferente colocación de los pañales identificó como nipones a los niños encontrados en las veredas próximas a centros habitados.

El Gobierno de Tokio comenzó en 1981 un programa de ayudas a quienes han regresado a Japón. Actualmente quedan por volver unos 877 de los 2.416 identificados como nacionales tras exámenes de sangre y rigurosas averiguaciones. El número de niños abandonados en China fue, sin embargo, mayor, y no todos ellos han llegado a conocer sus verdaderos orígenes. "La mayoría de quienes han vuelto pensaron que Japón era un paraíso, pero han descubierto que la vida es muy diferente a como la imaginaron", subraya Kong Fanjun, sin un solo cliente en su consulta durante el tiempo de la entrevista, más de una hora.

Discriminados

"Muchos no trabajan, y otros permanecen todo el día en casa. No pocos quieren volver a China", agrega el médico. Por otra parte, familiares de algunos de los "huérfanos de guerra" no pueden o no quieren afrontar la manutención de los retornados, que llegan con cónyuges e hijos.El idioma es la gran barrera. La cualificación profesional de la mayoría tampoco es mucha, y los problemas de salud son frecuentes. Kong Fanjun, que ha perdido en su situación socioeconómica con el cambio, se expresa con dificultad en japonés, pero aprovechó las ayudas económicas de un comité de apoyo y en dos años y medio ha podido inaugurar la pequeña consulta en dos habitaciones de un sexto piso por cuyo alquiler paga cerca de 400.000 pesetas.

Los problemas de inserción social son mayores en los hijos adolescentes, que sufren discriminación y malos tratos en algunas escuelas. Recientemente, uno de ellos fue encarcelado un año y dos meses por agresión y recibió la orden de deportación.

Después de un movimiento de protesta, con 2.000 firmas, le fue concedido un permiso especial para permanecer en el país y solicitar la nacionalidad, perdida cuando Japón perdió la guerra, y Manchukuo, su Estado marioneta en Manchuria y destino de más de un millón de japoneses atraídos por las ventajas ofrecidas en las colonias chinas, la concedió a muchos japoneses.

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