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Los artesanos de Santa Ana dicen que la reforma sólo beneficia a las terrazas

La presidenta de la Asociación de Artesanos de Santa Ana, Carmen Varela, expresó ayer su indignación por la reforma llevada a cabo en la plaza del mismo nombre por el Ayuntamiento de Madrid, que ha invertido 50 millones de pesetas para cambiar la fisonomía del lugar. Varela declaró a Servimedia que el objetivo final que ha llevado a la corporación a reformar la plaza ha sido eliminar el espacio físico indispensable para montar mercadillos y acabar definitivamente con los intentos de los artesanos de establecerse en la zona.

"Se han gastado un montón de millones en ejecutar un proyecto que ni siquiera fue aprobado en pleno municipal y que únicamente favorece a los propietarios de las terrazas de la zona, que ahora dispondrán de más espacio para poner sus mesas y sillas, con el consiguiente beneficio económico", indicó.En la plaza de Santa Ana está ubicada la pastelería La Suiza, que, según distintos medios, es propiedad de un hijo de Venancio Mota, concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid.

Varela recordó que, en cambio, el Ayuntamiento de Madrid sí aprobó en un pleno de finales de 1989 la creación de un mercado de artesanos y "después de dos años todavía estamos esperando".

Insistió en que, con la reforma actual, "lo único que hemos conseguido es que haya más vallitas, más jardineras y obstáculos que poco contribuyen a embellecer el entorno. Sólo les ha faltado inaugurar la plaza el Día de los Santos Inocentes. Creo que nos han tomado el pelo a todos".

Un ojo de la cara

Tras señalar que la plaza ha permanecido vallada durante un año, tiempo durante el cual los vecinos no han podido disfrutar de ella, la portavoz de los artesanos señaló que la reforma "le ha costado un ojo de la cara a los madrileños, cuando en realidad no hacía falta, porque hace tres o cuatro años la plaza también fue remodelada".Varela, que exponía sus productos en la plaza desde 1982, sigue ganándose la vida en la actualidad realizando esculturas de cartón fallero, que ofrece a las tiendas o vende los domingos en el Rastro madrileño. Asimismo, reconoció que el colectivo de artesanos de Santa Ana, que en su día llegó a tener hasta 150 afiliados, se encuentra en la actualidad muy disperso. "Los menos", añadió, "seguimos haciendo artesanía, vendiendo a las tiendas o saliendo a las ferias que se celebran fuera de Madrid. Otros han engrosado las filas del paro y algunos trabajan de camareros o incluso de ascensoristas en el Centro de Arte Reina Sofía".

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Varela, que vive en la calle de Verónica, próxima a la plaza, aseguró que el jueves, cuando se enteró a través de los medios de comunicación de que el alcalde la había visitado para ver su nuevo aspecto, sintió rabia e impotencia.

"Lo único que querían era echarnos y se han cargado una plaza muy querida por la gente", concluyó.

La plaza de Santa Ana fue, a finales de 1989, el escenario de enfrentamientos entre agentes de la Policía Municipal y los artesanos, que se negaban a desmantelar sus puestos. El concejal del distrito de Centro, Ángel Matanzo, ordenó el cierre del mercadillo argumentando que en la zona se traficaba con droga.

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