_
_
_
_
_
FERIA DE MÁLAGA

La pujanza, en crisis

La organización de las corridas de toros, todos sus ritos y parafernalia, tienen su fundamento en que la lucha se plantea entre la fuerza y la inteligencia. Históricamente, el toro ha sido echado a pelear con numerosas fieras y sin embargo síempre ha vencido el toro. Ha vencido a causa de su poderío más que por su agilidad o su habilidad. Hay animales mucho más ágiles y hábiles que el toro.La suerte de varas, los distintos tercios, todo se orienta en la lidia al quebranto de la pujanza del toro. Y se contrapone el poder a la inteligencia del torero. Si la pujanza falla, el desequilibrio es evidente, y el espectáculo carece de sentido. La falta de fuerzas de las ganaderías es un problema tan generalizado y tan cotidiano, que como no se le ponga remedio pronto nuestro espectáculo desaparecerá, o sufrirá tales transformaciones que nada tendrá que ver con lo que ha sido en el último siglo.

Jódar y Ruchena / Martín, Ponce, Cámara

Toros de Jódar y Ruchena, bien presentados, excepto 1º, terciado, todos sin fuerzas. Pepe Luis Martín: pinchazo, estocada tendida y descabello (ovación en los medios); pinchazo, estocada y descabello (ovación). Enrique Ponce: pinchazo hondo y descabello (palmas); tres pinchazos, media perpendicular y descabello (silencio). Fernando Cámara: estocada (petición y dos vueltas); pinchazo y estocada (ovación). Plaza de La Malagueta, 12 de agosto. Tercera corrida de feria. Media plaza.

Está claro que el problema no es fácil de resolver, y ya les gustaría a muchos ganaderos encontrar la fórmula mágica que aporte la solución. Por ejemplo, a los ganaderos de la tercera corrida de la feria malagueña, los marqueses de Jódar y Ruchena que trajeron una corrida preciosa de tipo y variadas capas, excepto el primero que fue terciado, y que vieron cómo todos los desvelos en la selección y la crianza se fueron convirtiendo en baldíos por la falta de fuerzas de los toros, cuando no por la imprevisible invalidez. A esa falta de fuerzas se opuso la inteligencia de tres matadores jóvenes, y evidentemente la lucha era absolutamente desequilibrada.

Pepe Luis Martín, que sustituyó a Espartaco Chico, sustitución ganada a pulso tras el triunfo del día anterior, inició la faena a su primero con tres estatuarios y un torerísimo ayudado por bajo. Citó con el cartucho de pescao y los naturales tuvieron desigual remate, pues el toro se le caía. También con la mano derecha toreó con mucho temple y ausencia de emoción, pues en cuanto le daba profundidad a los muletazos el toro daba con su feble mole en el suelo. Cuando ya el animal casi no se movía consiguió sacarle algún molinete y alguna farolada.

El cuarto, menos inválido, no tenía sin embargo más fuerza y se defendía en la embestida con la cara arriba. Con ese material, Martín consiguió alguna aseada serie de redondos y después garboso toreo por la cara.

El primero de Enrique Ponce también estaba inválido y el usía debió devolverlo atendiendo a la protesa del público. Ponce además de voluntarioso, poco más podía hacer que pasarlo a media altura sin lucimiento. El quinto, además de escasa pujanza o por mor, precisamente, de esa carencia, tenía muy corto recorrido y el valenciano intentó torearlo sobre ambas manos sin fruto apreciable.

Fernando Cámara lanceó a la verónica en sus dos toros con excelentes maneras, y a su primero le consiguió sacar espléndidos naturales y alguna serie de redondos con la mano muy baja, por lo que el toro se le cayó varias veces, restando emoción a su artístico quehacer.

El sexto gazapeaba algo y llevaba la cara a media altura. Bajo esas condiciones, la actuación de Cámara, aunque por encima del toro, no podía tener brillo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_