Eutanasia no deseada
Mi hermana, Concepción Jiménez, ha muerto a los 42 años de edad. Su enfermedad, dos meses antes de su muerte, fue diagnosticada como hepatitis benigna, según la intuición de un médico internista de un hospital de Ubeda. Tras haberle diagnosticado el médico de cabecera un problema de nervios, se convirtió en pasajera de ida y vuelta en el hospital, donde por fin decidieron ingresarla y donde fue desatendida y clasificada para ser víctima de su propia enfermedad.El contraste observado entre la gravedad de mi hermana y la tranquilidad del doctor internista me llevó a entablar un diálogo con él en el que dicho médico me aseguró que no existían alternativas y que "lo que se está haciendo es todo lo que se puede hacer".
Nos ocultó, además de otras cosas, que existía una posibilidad de trasplante de hígado, en los lugares que podía hacerse, si estaba o no en sus manos el poder trasladarla... Evitó decidir junto a la familia o dejar decidir, al menos, a la familia. ¿Qué ideología puede arrastrar este señor cuando decide por su cuenta qué enfermo tiene categoría o no para proporcionársele hasta la última medida existente?
Corrida nuestra voz de alarma a otros profesionales de distintos puntos de España, tuvieron que presionar por teléfono a este doctor y ahora sí accedió a trasladarla, en coma, bajo la consigna: "O trasplante o muerte". Los médicos de la sección de trasplante del hospital Reina Sofia de Córdoba dijeron: "Víene muy inal, en muy malas, condiciones". Las diligencias de este hospli.al fueron rápidas y la donación del hígado también. El hígado trasplantado funcionó bien, pero la posible infección llevada desde Ubeda fue agotando todo su organismo, hasta que falleció.
Eliminar posibilidades de vida es como practicar la eutaríasia sin ser deseada.-
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