_
_
_
_
_
Tribuna:CIENCIA Y ECONOMÍA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Informática social

Debo confesar que no suelo asistir a demasiadas fiestas sociales, quizá por falta de tiempo, quizá por aburrimiento; lo cierto es que no suelo frecuentarlas. Sin embargo, cuando asisto a alguna, en raras ocasiones no surge el tema de la informática, sus características, su evolución y sobre todo su impacto negativo sobre el nivel de empleo en la sociedad (entre otras cosas).La informática, una ciencia que, por supuesto, todo el mundo conoce y domina (no en balde fueron de los primeros en adquirir un ordenador personal casero y han coleccionado una gran cantidad de paquetes y juegos), pero que su importancia se circunscribe a las grandes corporaciones y es impensable que pueda aportar ningún beneficio a la sociedad en su conjunto; muy al contrario, supone un grave escollo en la búsqueda o mantenimiento de su empleo.

Los profesionales de la informática no somos ajenos a ese estado de opinión que, aunque anecdótico, es bastante generalizado; durante años hemos estado más preocupados y ocupados en seguir el ritmo de la renovación tecnológica, de adivinar las nuevas performances de los sistemas, más que de explicar a la sociedad en general, y a la clase dirigente en particular, de los beneficios que la informática puede aportar, no sólo a la gestión financiera, comercial, industrial y científica de un país, sino además los que se pueden derivar de una socialización de la misma.

Tarjeta sanitaria

A título de ejemplo podríamos citar lo que denominaríamos la tarjeta sanitaria. De la misma forma que ya no nos asombramos del uso y abuso de las tarjetas de crédito, cajeros automáticos o de grandes almacenes, podríamos demandar de nuestros dirigentes sanitarios la implantación de una tarjeta sanitaria cuyas características podrían ser, por ejemplo, las que a continuación se detallan.

Físicamente tendría esta tarjeta el mismo formato que cualquier tarjeta de crédito. En su banda magnética llevaría grabados una serie de datos identificativos del potencial paciente, los datos más relevantes desde el punto de vista sanitario (grupo sanguíneo, pertenencia a grupos de alto riesgo, contraindicaciones medicamentosas, etcétera) y un código personal secreto.

En el momento de la llegada a este mundo de un nuevo ciudadano (en adelante usuario o paciente) se entregaría a sus progenitores la tarjeta correspondiente y se iniciaría una historia clínica almacenada en un ordenador. Cada vez que el usuario precisase de los servicios sanitarios llevaría consigo su tarjeta, la entregaría al médico, el cual la introduciría en un lector de tarjetas, y una vez digitalizado su código personal (facilitado por el usuario o acompañante), se accedería a la historia clínica almacenada en el ordenador central, el cual no importaría que se encontrara a cientos o miles de kilómetros.

Con el acceso a la historia clínica, el médico podría conocer de inmediato todos los antecedentes sanitarios del usuario, no perdiendo tiempo (ni, lo más importante, exactitud) preguntándolos al usuario o acompañante. Una vez el médico dispusiera de dichos antecedentes en la pantalla del ordenador, procedería a recabar la información subjetiva del enfermo, a efectuar la exploración oportuna, culminando con el diagnóstico o la decisión de efectuar las pruebas complementarias que estimase convenientes. Todos estos datos, el médico (o ayudante) los introduciría por la pantalla, quedando almacenados en el ordenador y a disposición de futuras consultas suyas o de otro colega unos minutos o unos años más tarde.

En el caso de que algún lector haya conseguido leer las anteriores líneas sin abandonar en su propósito, a buen seguro que tendrá muchas dudas acerca de la viabilidad de este proyecto, dudas de índole técnica, jurídica, social y económica. No tengo más remedio que proponer al sufrido lector que siga leyendo con la promesa de intentar aclarar y despejar dichas dudas.

Desde el punto de vista técnico intervendrían tres componentes fundamentales: unos ordenadores centrales donde se almacenarían las historias clínicas, un terminal (pantalla) desde donde el médico realizaría la consulta y actualización de la historia, y, por último, unas líneas telefónicas que conectarían los terminales con los ordenadores centrales.

Con respecto a los ordenadores centrales, se dispondrían en varios niveles, dependiendo de la concentración demográfica y los niveles de seguridad que se desearan. En un primer nivel habría un ordenador (de tamaño medio o grande) que almacenaría las historias clínicas de los habitantes de una determinada parcela geográfica (ciudad, comarca, provincia, comunidad autónoma, etcétera). Los ordenadores del segundo nivel tendrían como misión tener replicadas (duplicadas) las historias clínicas de varios ordenadores del primer nivel. De esta forma se podría hacer frente a los fuera de servicio de los ordenadores del primer nivel o de las líneas telefónicas.

Cuando al intentar acceder a una determinada historia clínica ésta no se localizase en el ordenador correspondiente (el paciente se encontraría desplazado de su residencia habitual), el mismo ordenador encaminaría la búsqueda hacia el ordenador donde se encontrara la historia clínica del paciente en cuestión (en el argot informático a estos ordenadores se les denomina host, y a dicha técnica, bases de datos distribuidas).

Terminal médico

Con respecto al terminal utilizado por el médico, en su más simple expresión podría estar formado por un ordenador personal (de los existentes en el mercado o diseñado ad hoc) con un disco duro con capacidad para almacenar 20 o 30 millones de caracteres, una impresora y un lector de tarjetas similar a los utilizados por los cajeros automáticos. Este ordenador estaría conectado al host por medio de líneas telefónicas (de velocidad acorde con la frecuencia o número de pacientes que atender). Cuando el médico (previa introducción de la tarjeta y digitalizción del código personal) solicitara la historia clínica, ésta se transmitiría desde el host, almacenándose temporalmente en el disco duro del ordenador personal, desde donde podría ser consultada y estudiada por el médico. Una vez éste hubiera actualizado la historia clínica, dicha historia volvería a viajar hacia el host.

El segundo aspecto que considerar se enmarca dentro del campo jurídico, tal y como es el problema de la privacidad e inviolabilidad de la información de cada paciente. El objetivo del código personal secreto que acompañaría a cada tarjeta sanitaria sería el de salvaguardar dicha privacidad. Las historias clínicas no podrían ser consultadas salvo que se dieran dos circunstancias: haber leído la tarjeta personal del paciente y haber digitalizdo correctamente el código personal correspondiente. Una vez la historia clínica procedente del host se hubiera almacenado en el ordenador personal del médico, se activaría un reloj, el cual, transcurrido cierto tiempo, dispararía un programa que borraría dicha historia clínica. En el supuesto de que el médico deseara imprimir la historia clínica para un estudio más amplio, esta impresión se realizaría sin los datos identificativos del paciente; en este último caso cabe recordar que podrían establecerse todos los controles y códigos de permiso que se desearan. Una medida lógica sería la excepcionalidad de ciertas situaciones en las que no se exigiera la digitalización del código personal por su propia idiosincrasia: servicios de urgencias en hospitales, ambulancias con servicios de primeros auxilios, etcétera; incluso podría permitirse el acceso a la historia clínica sin necesidad de introducir la tarjeta, por medio de una clave de identificación unívoca.

En el aspecto social es indudable que la única entidad capaz de crear una infraestructura de este tipo sería la gestionadora de la sanidad pública, de la que, debo confesar, soy un acérrimo defensor. No obstante, ello no significaría prohibir el acceso a las bases de datos del sistema a la sanidad privada, más bien todo lo contrario, con el objetivo de mantener una integridad total de la información sanitaria de los pacientes. Un ejemplo de actuación podría ser el siguiente: el médico accedería a la historia clínica de su paciente desde su consulta privada, previo pago de un canon, canon que sería reducido en el supuesto de que dicho médico actualizase la historia clínica con su diagnóstico.

Una vertiente importante del sistema informático sería la posibilidad de que cualquier médico pudiese consultar las historias clínicas (sin datos identificativos) con sintomatologías análogas a las del paciente cuyo tratamiento está estudiando.

Problema económico

Por último, nos queda por abordar el tema económico, un aspecto del problema muy importante pero que, por condicionantes de espacio, no atacaremos en el presente estudio. No obstante, y como una pequeña introducción a dicho estudio, podemos realizar algunas relfexiones:

- El sistema que se propone podría realizarse conjuntamente con otros países de la Comunidad Europea, o en el peor de los casos podría financiarse parcialmente con fondos de la misma.

- El desarrollo de un terminal u ordenador personal ad hoc podría integrarse dentro del proyecto Eureka o similar.

- El gestor de la sanidad pública podría ahorrar una importante cantidad en el consumo de medicamentos simplemente con la posibilidad del control de cada paciente.

La información que proporcionaría el sistema propuesto sería de gran utilidad para la sanidad pública, para realizar todo tipo de planificaciones y tratamiento ordenado de grupos de pacientes de alto riesgo; Instituto Nacional de Estadística; compañías de seguros; laboratorios farmacéuticos etcétera. Es obvio que estas últimas instituciones sólo accederían a la Información sin datos identificativos y que deberían contribuir con sus aportaciones a la financiación del sistema.

Xavier Mulet i Baixauli es diplomado en Informática, licenciado en Ciencias Económicas, profesor asociado de la Universidad Politécnica de Valencia e ingeniero de sistemas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_