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Tribuna:DROGODEPENDENCIA Y PERMISIVIDAD / y 2
Tribuna
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Lejos de los extremismos

La drogodependencia es un fenómeno individual y también social, pues afecta negativamente a la convivencia y a la salud pública. La permisividad frente a ella, afirma el autor de este artículo, tiene un límite: la libertad de los demás.

En su formulación extrema, la posición permisiva lleva a un liberalismo salvaje que hoy es tan difícil de aceptar, por razones éticas y pragmáticas, como el paradigma represivo. En primer lugar, la libertad del drogodependiente ha de respetarse, sin duda, pero con dos limitaciones universalmente reconocidas: la libertad que paradójicamente lleva a anular la libertad y la libertad de los demás. En la espiral de la dependencia progresiva no existe libertad, sino, como dice la propia expresión, dependencia; por ello difícilmente puede invocarse sin contradicción el derecho a la libertad. Por otro lado, la libertad de un individuo ha de restringirse allí donde atente contra la libertad de los demás; la drogodependencia no es sólo un fenómeno individual, sino también social, y afecta negativamente a la salud pública, a la convivencia y a la participación en la construcción de una sociedad mejor; por ello la sociedad está legitimada para intentar reducir estos efectos negativos y, sobre todo, para no facilitar su expansión.En segundo lugar, hay que analizar con cuidado las características y rasgos que definen la drogodependencia. Se trata de un comportamiento inadaptativo, que literalmente saca de quicio al sujeto consumidor. Uno de sus rasgos distintivos es el estrechamiento del horizonte vital, en cuanto que reduce la capacidad para evaluar la relación medios-fines y enmascara las consecuencias a medio y largo plazo; por eso la droga funciona como mecanismo pseudoadaptativo, aparentemente adecuado para afrontar las situaciones de estrés o las demandas de placer inmediato. En realidad, el abuso de drogas introduce al sujeto consumidor en una espiral de comportamientos que resulta casi siempre devastadora; los fenómenos de dependencia psíquica y física y de tolerancia se conjugan para producir una repetición de comportamientos conducentes a la droga, un incremento en los ritmos y dosis y un encapsulamiento del sujeto en una serie de conductas circulares cada vez más rígidas y constrictivas.

Despenalización

Veamos cómo afectaría a estas características una medida del paradigma permisivo, tal como la despenalización y liberalización del tráfico de la droga. El efecto que con toda seguridad se produciría sería un incremento importante del consumo de droga por los ya drogodependientes y un más fácil acceso a la droga por parte de los no adictos. No se modificaría, en cambio, la naturaleza inadaptativa del fenómeno, a pesar del halo de aceptación social, no se eliminaría la ambigüedad y ambivalencia, aparecerían nuevos factores determinantes de la drogodependencia y se dificultaría en forma extrema la prevención, la reinserción social y, sobre todo, la posibilidad de romper la espiral de la dependencia.

En tercer lugar, la presión del argumento permisivo no podría detenerse en la despenalización del tráfico de drogas; tendría que seguir en una escalada sin fin, por ejemplo, proponiendo que se asignase un precio político a la droga para facilitar su consumo, que se dispensase gratuitamente (es decir, a cargo de los contribuyentes) por la Seguridad Social para tener todas las garantías de higiene y control médico, que se colocase en igualdad de oportunidades de consumir droga a todos los ciudadanos -ejecutivos y parados, funcionarios y marginales, adultos y adolescentes, etcétera-, y lo mismo valdría para la prostitución, para el tráfico de armas...

Pero, en definitiva, el agotamiento del paradigma pennisivo, aparte de las razones expuestas, deriva de un error epistemológico; en efecto, ha creído que bastaba con criticar y desmontar el paradigma represivo, ha dado por hecho que la falta de fundamento y de eficacia de éste le confería automáticamente legitimidad y utilidad. Sin embargo, nada más lejos de la lógica y de la realidad: no se trata de una alternativa dicotómica en la que de la falsedad de uno se deriva la verdad de otro, y puede haber, de hecho así ocurre, otros paradigmas.

Investigación científica

Precisamente en nuestros días los paradigmas represivo y permisivo, en razón de sus deficiencias y limitaciones, empiezan a ser sustituidos por el paradigma de la intervención, en la línea del pensamiento verdaderamente progresista, de la investigación científica y de la actividad profesional más serias y rigurosas. Tal paradigma pretende: reducir al mínimo los procedimientos de ensayo y error a gran escala; alejarse de las posiciones extremas represivas y permisivas, adoptar un enfoque sistemático que articule las diferentes dimensiones del problema, las diferentes aproximaciones teóricas y metodológicas y las diferentes disciplinas, hacer compatible la objetividad de la ciencia con los compromisos sociohistóricos de cada momento: tratar al mismo tiempo la conducta de los drogodependientes y los diversos contextos en que se inscribe; procurar la normalización, adaptación y optimización de los sujetos, pero también la modificación del sistema para reducir o eliminar las condiciones de riesgo. Los objetivos básicos del paradigma de la intervención se reducen a impedir o dificultar que los sujetos no adictos se enganchen en la espiral infernal de la droga, a romper la dependencia y el hábito de los ya adictos, a reinsertar y readaptar personal, social y laboralmente, a los que deseen abandonar la droga y a mejorar la investigación y la formación de profesionales. Facilitar el consumo de la droga, despenalizando su tráfico, no es precisamente prudente ni eficaz, y no lo es porque no ayuda a la prevención, ni al proceso de desintoxicación, ni a la reinserción.

Desde este paradigma de intervención no es posible aceptar medidas de dudosa eficacia en lo secundario y de segura eficacia, pero negativa en lo principal; todo lo que facilite la expansión de la droga y dificulte su tratamiento debe ser puesto en cuestión y no alentado; lo que sí debe alentarse es la responsabilidad y el rigor crítico y científico en el modo de abordar el problema de la droga, para no quedar fascinados e inermes ante el dragón.

es catedrático de la universidad Complutense de Madrid y profesor de¡ Instituto Complutense de Drogodependencías.

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