_
_
_
_
_

José Manuel G. Valcárcel

La recuperación para Madrid de un teatro de la ópera

Rocío García

Se conoce como nadie los interiores del teatro Real de Madrid. Ha dado largos paseos por sus catacumbas y se conoce sus medidas a lo largo y a lo ancho. casi de memoria. José Manuel G. Valcárcel se encuentra unido al Real desde 1965, año en el que le encargaron la reconstrucción y remodelación del edificio para dedicarlo a sala de conciertos. Ahora, este arquitecto madrileño de 60 años es el director del programa de la reconversión del teatro Real en teatro de la ópera, función para la que fue concebido el edificio en 1850, bajo el reinado de Isabel II. En 1992, Madrid recuperará su teatro de la ópera.

Parece como si estuviera predestinado, desde su nacimiento, a los edificios clásicos y palaciegos. Nació en 1928 en Madrid, justo enfrente del teatro de la Zarzuela, y su bisabuelo, arquitecto de palacio, fue compañero de López Aguado, el creador del Real. Desde siempre ha tenido una clara inclinación por la Conservación y restauración de edificios singulares. Conservador de Toledo y Cuenca y asesor de la Unesco, donde preside el comité internacional de la ciudad histórica del área mediterránea, José Manuel G. Valcárcel reconoce que cuando se interviene en la restauración de un edificio creado por otro "hay que tener la modestia de servir a la idea de quien creó la obra". Dice que se establece una compenetración especial con el autor de la obra y que el trabajo del restaurador se debe limitar a conservar el edificio para la función para la que fue creado y adaptarlo a la vida contemporánea. "La arquitectura no es museable, tiene que tener elementos vivos y cumplir una función", dice muy seguro.El 5 de abril de 1925, Miguel Fleta cantó La Bohème y cerró una temporada que sería la última del Real como teatro lírico. Algunos dijeron entonces que la potencia de voz de Fleta fue la Causante del hundimiento del teatro. El caso es que el edificio, amenazado de ruina y gravemente deteriorado en sus cimientos por corrientes de agua, tuvo que ser cerrado. Tras cuarenta años de vicisitudes, en los que se pensó incluso en su demolición, José Manuel G. Valcárcel cogió el teatro entre sus manos y, en contra de su deseo de reconvertirlo nuevamente en teatro de la ópera, realizó el proyecto para acomodarlo en sala de conciertos.

Casado y padre de nueve hijos, tres de ellos también arquitectos, Valcárcel es un gran apasionado de la ópera y ha recorrido medio mundo visitando teatros de ópera. Allí donde había uno, allí estaba él.

Su afición restauradora le ha llevado incluso a Latinoamérica, donde ha realizado distintos trabajos de recuperación de ciudades y monumentos, como el teatro San José, de Costa Rica; el plan piloto de Quito (Ecuador), nominada ciudad del patrimonio mundial, y el Museo de las Casas Reales, en Santo Domingo.

Los trabajos de restauración los califica de "apasionantes y vocacionales", pero en absoluto rentables, por lo que ha debido de compaginarlos con la construcción de edificios y urbanizaciones modernas. En 1992 sabe que se cumplirá uno de los sueños de su vida: presenciar una representación de ópera en el teatro situado en la madrileña plaza del mismo nombre. Ya puestos a elegir la obra para su inauguración, él se inclinaría por La Bohème, en reconocimiento a Miguel Fleta y a la historia operística de Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_