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Un ramalazo de furia

Juan José Garfia, de pequeño delincuente a protagonista de tres crímenes en Valladolid

En la madrugada del miércoles, Juan José Garfia, de 21 años, apretó el gatillo por primera vez. Hasta entonces, Juan José, el mayor de cinco hermanos de una familia trabajadora de Valladolid, no pasaba de ser un pequeño ladrón con antecedentes por delitos menores. Sus conocidos le consideran un chico listo. En su barrio jugaba al fútbol con los compañeros. No era bueno como jugador, pero en ocasiones tenía un ramalazo de furia especial. El miércoles, junto a su hermano Carlos, mató a bocajarro a tres personas e hirió a otras tantas en un violento arrebato de pasión.

Tras 36 horas de intensa persecución policial, Juan José era detenido en un pinar de las márgenes del Pisuerga, cerca de su domicilio en la capital vallisoletana.Los dos hermanos Garfia no habían comentido hasta entonces ningún delito de sangre, aunque tenían numerosos antecedentes penales e incluso Carlos, de 20 años, se encontraba en libertad provisional en el momento de los sucesos. El hecho más grave en su historial delictivo quizá sea un robo de dinamita realizado por Juan José hace unos años en una mina de León en la que trabajó unos meses.

Su padre, obrero en Nitratos de Castilla, es un buen hombre, antiguo militante del extinto Partido del Trabajo de España (PTE), que, al parecer, no mantenía buenas relaciones con sus dos hijos mayores. Acompañó a algunas patrullas policiales durante los rastreos para detener al mayor de sus vástagos. Los vecinos dicen que lloraba como un niño cuando oyó algunos gritos pidiendo el paredón para su chico después de la detención.

La madre, Eugenia, "hace horas" como asistenta en una casa. Los tres hijos más pequeños viven con sus padres en el vallisoletano barrio de Arturo Eiríes, donde todo el mundo habla bien de ellos.

El miércoles, Juan José, sin mediar palabra, disparó su escopeta de postas de cañones recortados contra dos policías municipales de Valladolid que se detuvieron junto a un Seat 600 aparcado en el arcén de la carretera de Puente Duero, a ocho kilómetros de la ciudad. Los dos hermanos Garfia y Begoña Álvarez Baes, novia de Carlos, habían robado el coche poco antes. Carlos conducía con temeridad y su novia pidió que se detuvieran para bajar del vehículo. Fue entonces cuando apareció la dotación del zeta de la policía municipal y comenzaba una historia de violencia, aún inexplicable, que culminaría al día siguiente.

La primera víctima

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Uno de los agentes -Daniel Prieto Día, 35 años, dos hijos- murió rematado después a sangre fría con su propia arma reglamentaria. El otro -Miguel Angel Mongil-, gravemente herido en el rostro y un ojo por el impacto de postas y dado por muerto por sus agresores, escuchó aterrado la proposición de uno de ellos de incendiar el coche con los dos policías dentro.

En el pinar de Puente Duero, los hermanos Garfia y la chica permanecen aterrados. Llega un coche. Es un Citroën GS que conduce Jesús Ignacio Ortiz Montero, 44 años, dueño de una cafetería en Medina del Campo. Se detiene y es abatido a tiros. Los tres jóvenes huyen en el GS en dirección a Medina, pero Begoña pide bajarse y regresa en auto-stop a su domicilio de Valladolid. Miguel Ángel Mongil, el policía herido, pide auxilio a través de la radio del coche y se monta una inmediata búsqueda.

Los dos hermanos, ya solos, abandonan el GS y huyen campo a través. Mientras tanto, su madre, Eugenia Rodríguez, permanece en el hospital de Valladolid, donde uno de sus hijos pequeños ha sido intervenido de una enfermedad infantil. En el vestíbulo contempla horrorizada la entrada de los guardias agredidos sin saber aún que sus hijos son los autores de los disparos. En la ciudad se viven momentos de dolor.

Abandonado en la cuneta

A las 10.30 de la mañana, dos guardias civiles de Tráfico localizan en las inmediaciones de Aldeamayor de San Martín, a 19 kilómetros de Valladolid, a los dos jóvenes, que hacen fuego repetidamente contra la pareja del Cuerpo con las pistolas robadas a los municipales. El guardia Avelino Martín Fuentes, 33 años, casado, cae muerto, y es probablemente rematado por uno de los delincuentes, y su compañero Ángel Noriega recibe varios impactos, pero puede disparar y alcanzar por dos veces (en el muslo y tórax) a Carlos.

Los dos delincuentes arrojan las pistolas de los municipales y se arman con las reglamentarias de los guardias civiles. Carlos acude por su pie al médico del pueblo, que le hace una primera cura. Su hermano comprende la gravedad de la situación y huye dejándole en una cuneta, donde Carlos es detenido.

Se monta un nuevo cerco policial. Se peinan los alrededores del pueblo con helicópteros y perros adiestrados. Los vecinos de Aldeamayor de San Martín reciben orden de no salir de sus domicilios. Se registra en medio de grandes precauciones casa por casa. Pero el cerco es infructuoso y el herido no aparece. Juan José había cavado un hoyo en la arena en el que permanecía escondido.

La policía logra identificar a los hermanos y detiene a la chica. El padre de los Garfia se entera en un bar de su barrio de que son sus hijos los autores de las muertes, y se derrumba. El cerco se estrecha mientras Juan José abandona su escondite en la madrugada del jueves y se dirige a Valladolid a pie. Un vehículo le recoge haciendo auto-stop. En el automóvil viaja un guardia civil de paisano que sospecha de él e intenta conducirle a comisaría. El joven se da cuenta del engaño, dispara de nuevo contra el guardia, sin acertarle, y vuelve a huir. Al final de su escapada, el mayor de los hermanos Garfia fue descubierto agazapado en las márgenes del Pisuerga. Es alto, moreno y bien parecido. Sus primera palabras fueron: "Estoy cansado".

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