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RELACIONES CON EL VATICANO Puntualizaciones sobre mi cese como embajador ante la Santa Sede

GONZALO PUENTE OJEAEl embajador español ante el Vaticano, Gonzalo Puente Ojea, que fue destituido oficialmente de su cargo hace 15 días, repasa en este artículo las actividades que desarrolló en sus últimos meses de trabajo y revela su última audiencia con el papa Juan Pablo 11.

Los días transcurridos desde el 30 de agosto, fecha en que este diario acogió mi artículo titulado Las razones de mi cese como embajador en el Vaticano, hasta hoy, ciertos órganos de la Prensa nacional -algunos cotidianos, semanarios y emisoras de radio han evidenciado unos niveles de ética periodística y de buen gusto que sin duda los lectores habrán sabido juzgar y deplorar. Sobre mi persona y las circunstancias de mi cese se han acumulado, con el mayor desorden de la mente y con una delirante incoherencia narrativa, toda suerte de falsedades, disparates y difamaciones. Seria tarea ardua y a la postre estéril entrar en los detalles de esa hermosa explosión de lo que no debe ser una Prensa que quiera contribuir con su información veraz a la edificación de una honesta y responsable convivencia democrática. Gran ingenuidad, sin embargo, sería pensar que se trata sólo de una carencia de ética o de una cuestión de ignorancia de incultura. Hay mucho más. Se trata de la emergencia pública de intereses espurios bien conocidos para cuya promoción se considera que cualquier medio o forma del impudor son válidos.

Obstinación

La finalidad de este breve texto, no obstante, no se cifra en el deseo de hilvanar una nueva prédica moralizadora al hilo de un episodio degradante de nuestra vida política. Es algo mucho más simple. Se trata de mostrar a la opinión pública que la obstinación del Ministerio de Asuntos Exteriores en acreditar la versión de que mi ineficacia y aislamiento diplómaticos ante la Santa Sede obligaron a una medida de destitución es digna de mejor causa. Basta de hipocresía y tergiversación. Veamos.

Entre la segunda quincena del pasado junio y finales de agosto, mis contactos con las autoridades vaticanas -por no citar sino algunas y no hacer fatigosa la lista- han sido los siguientes: extensos y cordiales diálogos con el sustituto de la Secretaría de., Estado, con el subsecretario del consejo para los asuntos públicos de la Iglesia, con otros relevantes monseñores de primer plano en dichos medios, en el transcurso de la recepción que el cardenal secretario de Estado ofreció recientemente al cuerpo diplomático; larga y cordialisinia entrevista con el sustituto de la Secretaría de Estado -equivalente a un vicepresidente del Gobierno vaticano- en el mismo mes, en la que tratamos diversos temas de interés recíproco; nueva y larga entrevista con esta misma autoridad, el día 6 de julio, al acompañar e introducir a dos embajadores extraordinarios españoles, que pueden dar fe de los términos de cálida amistad con que me trató el sustituto durante la misma; la grata aunque breve audiencia que Su Santidad me dispensó a mí y a dichos visitantes el día 9 del mismo mes; extensa y grata entrevista que mantuve el día 13 de agosto con un prestigioso cardenal de la curia para tratar de un delicado y secreto asunto de Estado que me confío para su traslado al Gobierno, señalándome entonces que utilizaba mis buenos oficios por expresa recomendación de la Secretaría de Estado; almuerzo privado, el 14 de dicho mes, en m¡ residencia, con el portavoz del Papa y director de la sala de prensa de la Santa Sede, con quien conversé, él y yo solos, durante dos horas muy largas, sobre temas importantes y reservados (algunas semanas antes nos habíamos reunido igualmente, a su ruego, en mi residencia, para analizar temas de mucho interés para el Vaticano, precisamente con una persona que no se deja invitar fácilmente, como saben bien mis colegas los embajadores aquí), amén de otros almuerzos en mi casa, durante dicho período, con ilustres monseñores, además de la brillante y nutridísima recepción que ofrecí el 23 de junio por la onomástica de Su Majestad el Rey, con asistencia de varios cardenales. Et sic de coeteris. Pregunto yo: ¿a un embajador al que se pretende aislar y distanciar sin equívocos, pública y privadamente, se le trata con esta apertura, deferencia y cordialidad ... ? La idea de que estaba yo encerrado en una "campana de aire" sólo existe en la imaginación del señor Fernández Ordóñez. Y ya es hora de que mi ministerio deje de repetir vaguedades carentes de contenido. La verdad es la verdad, la que se puede probar sin equívocos u ocultaciones. Lo contrario sabemos bien los españoles qué calificativo merece.

Las auténticas razones de mi fulminante destitución, realizada en forma humillante, quizá nos las explique algún día alguna persona entre las que la tomaron.

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No necesito repetir mis puntos de vista sobre el vergonzoso hecho, pues están resumidos, aunque sea de modo imperfecto o incompleto, en el citado artículo. Tengo más puntos que explicar a la opinión pública española, pero sólo lo haré si considerase llegado el momento de hacerlo por razones graves.

Carpetovetónico

Antes de terminar deseo solamente anticipar ahora que la coincidente opinión de importantes vaticanólogos italianos que se conocen al dedillo la historia y la actualidad de estos medios, tan alejados del provincianismo carpetovetónico y la falta de mundo y de verdadero roce internacional de muchos de nuestros líderes, señala que mi cese jamás podría explicarse de un modo convincente, por parte de un Gobierno actual y serio, por el mero hecho dé una separación matrimonial. Otros son los problemas que en verdad preocupan ahora a las autoridades de la Roma transtiberiana, como es buena prueba de ello, sin remontarnos más allá, el contexto erizado de graves cuestiones morales y teológicas en que aparece sumida la actual gira del Santo Padre por Estados Unidos.

Deseo expresar desde estas columnas la forma cordial y humana con que el Pontífice me concedió, ya con un pie en el estribo para su actual viaje, una audiencia privada en Castelgandolfo, de la que guardaré imborrable recuerdo.

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