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La caída de Karmal en Afganistán culmina con su cese en todos los cargos

Pilar Bonet

Babrak Karmal, de 57 años, el que fue el hombre fuerte de Moscú en Kabul tras la entrada de las tropas soviéticas en diciembre de 1979, culminó ayer su caída en desgracia política con su cese en todos los cargos que aún ocupaba en el Estado y en el Partido Popular Democrático de Afganistán (PPDA).

La agencia soviética Tass informó anoche desde Kabul de la celebración de un pleno del Comité Central del PPDA donde se habría aceptado unánimemente lo que se presentó oficialmente como una petición de cese de Karmal. Éste era hasta ahora presidente del Consejo de la Revolución, lo que equivale al puesto simbólico de jefe del Estado.En mayo pasado, Karmal perdió el puesto de secretario general del PPDA, en el que fue sustituido por Nadjib, de 40 años, quien, al igual que Karmal, es pashtum de nacionalidad y pertenece a la fracción parcham del partido. Esta fracción constituía originalmente el grupo intelectual y minoritario, urbano y prosoviético fundido con la fracción jalq, de origen rural y características más nacionalistas. Aunque oficialmente las fracciones ya no existen, medios diplomáticos en Kabul insisten en que continúan los enfrentamientos entre ellas y que además han surgido divisiones en el seno del parcham.

El pleno, celebrado ayer bajo la dirección de Nadjib, ascendió al ministro de Seguridad, Gulian Faruk lakubi, y al ministro del Interior, Seld Mujamed Guiliabzoi, a la categoría de miembros suplente y de pleno derecho del Politburó, respectivamente. Nadjib, que había sido jefe de los servicios de seguridad afganos (el Jal), es considerado como un líder enérgico, cuyas primeras decisiones y declaraciones apuntan hacia un intento de establecer más disciplina en el aparato del Estado, minado por la corrupción, y en el Ejército, que sufre de baja moral, corrupción y poca disciplina combativa frente a la guerrilla nacionalista.

Karmal, que había iniciado sobre el papel la política de conciliación nacional (tesis de diciembre de 1985) que ahora aplica y amplía Nadjib, no se revelaba como el hombre necesario para el actual momento de Afganistán, que necesita limpiar su imagen con vistas a conseguir una solución política para la guerra civil que se libra en aquel país desde hace seis años. Medios afganos señalaban en octubre en Kabul que el relevo de Karmal por Nadjib se hizo por presión soviética. Los partidarios de Karmal, curiosamente, le presentan hoy como un patriota nacionalista y le desmarcan incluso de la intervención soviética que consolidó su poder.

Para un observador exterior resulta dificil saber en qué medida los partidarios de Karmal son fuertes en Afganistán, pero entre ellos se cuenta, sin duda, una parte del funcionariado y la jefa de la organización de mujeres que dirige Anaita Ratebzad, una íntima colaboradora de Karmal. Las mujeres organizaron manifestaciones de apoyo a Karmal cuando éste cesó como jefe del partido, según medios diplomáticos occidentales en Kabul.

Pese a la afirmación de que el cese de Karmal ha sido por voluntad propia, a los periodistas occidentales que presenciaron la salida de un regimiento antiaéreo soviético de Kabul el pasado 10 de octubre les resulta dificil de creer. Karmal fue entonces protagonista de una acción en solitario que fascinó a los espectadores occidentales por sus implicaciones. Su presencia en el acto no había estado prevista, y el dirigente llegó tarde y se colocó en posición marginal en la tribuna de honor donde estaba Nadjib y el embajador soviético, entre otros altos cargos. El líder rechazó las flores que le tendían para homenajear a los soldados, y cuando Nadjib y el embajador de la URSS saludaban a las tropas, él, en solitario, comenzó un lento deambular en el curso del cual fue a un grupo de mujeres que habían roto el cordón policial y se lanzaron sobre él cubriéndole de besos, caricias, abrazos y lágrimas. En aquel momento, Karmal, respondiendo en inglés a las preguntas de los periodistas, dijo que no tenía ninguna intención de dejar de ser presidente del Consejo de la Revolución.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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