_
_
_
_
_
Tribuna:LA DISTENSIÓN, EN ENTREDICHO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las responsabilidades del fracaso en Reikiavik

De acuerdo con las versiones de ambas partes, en Reikiavik se pudieron alcanzar sustanciosos acuerdos en cuanto a la reducción de armas estratégicas y de alcance medio. Estas posibilidades se vinieron abajo por el desacuerdo acerca de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), conocida como guerra de las galaxias. Esta situación resulta clarificadora, tanto en lo referido al control de las armas nucleares como en cuanto a la propia SDI.Como venimos afirmando las organizaciones pacifistas desde el fracaso de Ginebra en 1984 (las posiciones de ambos no han cambiado desde entonces), el hecho de que las superpotencias estén formalmente dispuestas a reducir en un 50% sus arsenales estratégicos demuestra que, desde una perspectiva política, es posible fortalecer su seguridad sin que ésta se base en el desarrollo de sus dispositivos nucleares. Asimismo, ello muestra la urgencia de que los asuntos de la seguridad sean llevados por la vía político-civil y abandonen el camino tecnológicó-militar. Dicho de otra forma, esa situación hace más válida que nunca la doctrina de la seguridad compartida, planteada en el informe Palme.

La cuota de responsabilidad soviética en este fracaso guarda relación con la decisión de mantener a toda costa s u imagen de gran potencia. La importancia histórica de una reducción sustancial de las armas nucleares (algo no logrado por la comunidad internacional desde que aparecieron), es de tal magnitud, que un acuerdo de esa naturaleza, incluso deslingándolo de las negociaciones sobre la SDI, significaría un cambio cualitativo que invertiría la dinámica armamentista y haría, en la práctica, más fácil un posterior acuerdo sobre la propia SDI.

Ello también haría creíble el discurso de Gorbachov de que la máxima prioridad de la URSS es la defensa de la paz. El temor soviético de aparecer subordinándose de alguna forma a Estados Unidos impide la flexibilización de sus posiciones negociadoras y coloca, en los hechos, la cuestión de la paz en un segundo orden respecto de su competencia con Estados Unidos.

Fuerza

La responsabilidad de la Administración de Reagan tiene una doble vertiente. De un lado, porque lleva a sus últimos extremos el fortalecimiento de la hegemonía mundial norteamericana, y en particular frente a la URSS. La idea de que hay que negociar desde posiciones de fuerza guarda estrecha relación con este neoglobalismo fundamentalista. Pero también, por el hecho probado de que esa competencia se desarrolla cada vez más por vías que aceleran la carrera de armamentos. La SDI es, en ese sentido, un salto cualitativo del proceso armamentista, que, como tal, tiene la facultad de complicar aún más las negociaciones de armamentos.La idea de que para Estados Unidos la SDI significa un avance global (económico, tecnológico, militar, etcétera) en la competencia internacional, lejos de ser un atenuante, resulta un agravante peligroso, porque coloca ante la comunidad mundial la pregunta de si los nuevos desarrollos tecnológicos deben hacer se obligadamente desde motivaciones y por cauces militares. Por esa razón no están exentos de responsabilidad respecto del fracaso de Reikiavik los países europeos que apoyan el desarrollo de la SDI. Hoy, sus dirigentes adoptan una doble actitud: hacia la opinión pública, tratan de disminuir el fracaso del encuentro, y de puertas adentro tratan de expresar su disgusto ante la Administración de Reagan. Pero no tienen legitimidad alguna., Han animado la actitud norteamericana de ir a negociar desde posiciones de fuerza y han apoyado su SDI. En la última reunión de la OTAN (la del Grupo de Planes Nucleares) han llegado incluso a perder las formas: el comunicado final es una suma de párrafos iniciados por el fully supp-port (completo apoyo) a cada una de las actuaciones de Reagan en Reikiavik.

El hecho de que España haya firmado ese documento sin reserva alguna (daneses y griegos las han hecho) coloca al Gobierno en una situación compleja. Entre otras razones, porque sólo hacía unos días Felipe González firmaba una resolución de la Internacional Socialista, que, aunque suavizada en las formas, es un completo rechazo de fondo a la actuación de Reagan y a la SDI.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En todo caso, el problema es que, a nuestro juicio, con este apoyo a Reagan y su proyecto, no sólo se socavan las posibilidades de un salto tecnológico propiamente europeo, que favorezca una competencia y un desarrollo pacífico, sino que consolidan el principal instrumento (la SDI) de hegemonía mundial norteamericana, que, como se ha probado, es un obstáculo fundamental para alcanzar el acuerdo sobre. desarme que la humanidad reclama y necesita.

Francisca Sanquillo y Enrique Gomáriz son, respectivamente, presidenta y miembro del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_