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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tartufo, en Televisión

EL ENUNCIADO comporta ya el juicio. Televisión aparta de su pantalla a una presentadora que aparece fotografiada en una revista bañándose en una playa de la misma forma en que lo han hecho este año quizá cientos de miles de mujeres: pechos al aire. La explicación oficial añade datos molierescos -"Couvrez ce sein que je ne saurais voir", decía Tartufo, arquetipo de la hipocresía malvada-; la imagen no es apropi . ada para una presentadora de programa infantil... Éstas deben ir a las playas, sin duda, envueltas en peplos y hopalandas.El castigo a la presentadora Sonia Martínez ha debido recorrer muy velozmente -las fotos se publicaron el miércoles en Interviú; el castigo se anunció el juevesun largo camino de funcionarios puritanos, desde el primero que se arreboló al ver las fotograffias hasta que el presidente del consejo de administración de RTVE, Valentín Andrés Álvarez, desposó la noticia por sí mismo: "Entiendo que no es apropiado que una presentadora de un programa infantil aparezca desnuda en una revista mientras se está emitiendo el espacio". Un entendimiento obnubilado. Álvarez no tiene demasiado claro, en relación con lo que son los niños -que este año han jugado en las playas libre y alegremente entre los senos libres de sus hermanas, de sus mamás y quizá de alguna abuela-, lo que es el cuerpo humano y lo que son las relaciones laborales y el respeto a una persona que cumple su trabajo sin que por ninguna parte aparece que lo haga mal o con deficiencias.

Televisión Española ha soportado con paciencia y con tesón las diversas acusaciones de inmoralidad y hasta de pornografia que irracionalmente se han lanzado contra ella por pasar desnudos femeninos o masculinos o escenas con carga sexual. Ha defendido esa forma de libertad de expresión, y la mantiene incluso en los espacios publicitarios que acuden al desnudo y se emiten en horas familiares. Esta actitud de valentía social y de mantenimiento de una doctrina que ampara las nuevas costumbres que la sociedad se ha ganado por sí misma se quiebra con este nuevo tacto de papel de fumar, con esta medida ridícula y precipitada que debe ser rápídamente reparada. Es tan incongruente con la realidad y con la actitud misma de la propia televisión que autoriza las sospechas de que pueda haber otras razones ocultas, otro juego de enemistades o disfavores para con la así agredida o para sectores de la programación en la que trabaja. Pero si el caso es un pretexto, no hace más que añadir maldad al ridículo.

Y eleva la cuestión de lo meramente particular a un tema general en relación con la mujer: qué puestos, qué trabajos, qué funciones están vedadas a las portadoras de senos que están en las piscinas y las playas con las mismas medidas de desnudez y que son fotografiadas o filmadas con o sin su voluntad -y las cámaras de televisión las han mostrado con abundancia estos meses en sus reportajes de verano, con la misma libertad que otros medios de comunicación-; por eso urge que la propia Televisión, o en su caso las magistraturas correspondientes, dilucide este tema que podría convertirse en un peligroso precedente jurídico. La responsabilidad que asume Valentín Andrés Álvarez al tomar para sí mismo la suspensión de Sonia Martínez sobrepasa la de una mera sanción laboral, con el agravante de la publicidad, para entrar en un tema de libertades y derechos; es él quien no parece apropiado para el desempeño de unos poderes que utiliza de forma arbitraria y pueril. Los niños que veían el programa de Sonia hubieran tenido mejor criterio.

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