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LA SEGURIDAD CIUDADANA / 4

"Chachi, colega, esto ha sido un accidente laboral, no lo ha matado la pasma"

Amelia Castilla

Antonio, de 16 años, falleció el pasado 18 de marzo desangrado. Había salido de casa a dar una vuelta y quiso robar en una floristería. Necesitaba dinero para comprar heroína y no se lo pensé dos veces. Se colocó de espaldas al cristal, le dio un golpe con el tacón al escaparate del establecimiento y uno de los cristales rotos le seccionó la femoral.Un vecino escuchó gemidos en la calle. Desde la ventana vio a un muchacho tirado en el suelo que parecía estar herido. Cuando le recogió la policía, Antonio agonizaba. En el hospital no pudieron hacer nada por salvar su vida. Antonio es uno de los 15 jóvenes que fallecieron en circustancias violentas en el barrio madrileño de Entrevías.

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La madre de Antonio había abandonado al padre y a los tres hermanos del muchacho hacía cinco años, y con los niños se quedaron sus tíos. Antonio acabó en un centro de protección de menores de Orihuela (Alicante), de donde le expulsaron por su afición a inhalar pegamento, según recuerda ahora Enrique de Castro, miembro de la coordinadora de barrios de Vallecas.

"Te llama el abuelo"

La conversación se lleva a cabo en la vivienda de De Castro, un piso bajo situado en una barriada de Entrevías formada por casas nuevas que han sustituido a las chabolas donde habitaban antes. En el piso viven entre 7 y 12 jóvenes. Los mayores preparan una paella en la cocina, y Juanjo, el más pequeño, contesta al teléfono. "Enrique, te llama el abuelo", dice Juanjo. El abuelo es el padre José María de Llanos.Tras hablar con el abuelo, Enrique De Castro prosigue con la historia de Antonio. "Uno de sus hermanos falleció de una sobredosis o adulteración de heroína. Su padre es un alcohólico, un hombre bueno que no sabe cómo salir adelante. En los últimos tiempos estaba recogido en uno de los pisos de la coordinadora, junto con otros jóvenes que se encontraban, como él, sin un sitio donde acudir".

En el Juzgado de Instrucción número 3 tenía dos causas pendientes con la policía, una por supuestos malos tratos y otra por presunta detención ilegal.

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"Los supuestos malos tratos los descubrió el juez cuando se presentó en el juzgado con un marca debajo del párpado y dijo que se había golpeado contra una pared. Al juez le pareció imposible que se hubiera dado en esa zona de la cara sin dañarse otras", manifestó De Castro.

"Asistí con él a seis ruedas en las que participaron más de 30 policías para que reconociera al que le había pegado. Cuando los veía siempre decía lo mismo: 'No está el que me pegó'. 'Bueno le decía yo, 'pues dilo'. Antonio conocía bien a ese hombre porque le había detenido más de una vez".

El día que enterraban a Antonio, uno de sus amigos le dijo a uno de sus hermanos en medio de un abrazo a modo de consuelo: "Chachi, colega, esto ha sido un accidente laboral, no lo ha matado la pasma".

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