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Lo relevante

SALVADOR PÁNIKER

Cuentan que, al final de su vida, al viejo Rockefleller le imprimían un diario exclusivamente para él y exclusivamente compuesto por buenas noticias. Uno no aspira a tanto. Uno se: contentaría con una cierta selectividad, una mínima presencia asidua de lo realmente relevante.Por ejemplo, uno desearía la aparición regular de noticias y comentarios relacionados con la ciencia. Hace unos meses leí que un equipo de físicos norteamericarios está poniendo en marcha la mayor factoría del mundo paraja producción de antimateria. El nuevo colisionador (Laboratorio Fermi, un anillo de cuatro millas bajo una pradera de Illinois) iba a enfrentar protones y antiprotones, produciendo energías enormes, Comentó uno de los científicos encargados del proyecto: "Si logramos algún descubrimiento, probablemente no será nada de lo que se espera, y eso es precisamente lo más excítarite". En efecto. Y en pocos ámbitos de la cultura humana sucede otro tanto. Sólo la ciencia, que ya es arte, y el arte, que ya es ciencia, se aventuran hoy hacia lo desconocido y hacen honor a esa hipotética "sociedad experimental" donde la exploración permanente es la consigna.

El caso es que esta clase de noticias se me antojan mucho más interesantes, e incluso entretenidas, que las peripecias coyunturales de los políticos o las piruetas efirneras de los famosos. El caso es que necesitamos más cultura genuina y menos relaciones públicas. Hace más de 25 años, el desaparecido C. P. Snow denunció la escisión artificial entre las ciencias y las letras, las famosas "dos culturas". Pues bien, a pesar de la pendiente irresistible hacia planteamientos interdisciplinarios, sigue siendo un hecho desgraciado la incultura científica de la mayoría de la gente supuestamente instruida. Se sabe algo (no mucho) de Einstein y de la teoría de la relatividad, pero apenas una palabra de mecáníca cuántica. Recientemente, y ante un auditorio compuesto en su mayoría de universitarios, mencioné el teorema de Bell (algo que ha sido considerado por algunos como "el descubrimiento más profundo de la historia de la ciencia"). Previsiblemente, nadie en la sala había oído nunca hablar del citado teorema.

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Uno se pregunta si podemos dar el nombre de intelectual a quien es un analfabeto en bioquímica, cibernética, lógica matemática o física cuántica. Uno estima que en el futuro, y dada la inmensa proliferación de las especialidades, habrá que aprender menos cosas, pero, en contrapartida, estar al tanto de las líneas maestras de los grandes paradigmas. Creo que nos va en ello no sólo la supervivencia académica, sino la supervivencia a secas. Pues la adaptación, pongo por caso, al paradigma de la hipercomplejidad y la incertidumbre concierne a nuestra más estricta vida cotidiana. Y quienes no consigan adaptarse, lo van a pasar mal. Lo están pasando mal.

Alberto Einstein pronunció una frase famosa: "Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible". ¿Realmente es comprensible? Steven Weinberg ha matizado más: "Cuanto más comprensible parece el universo, tanto más sin sentido nos parece también". En efecto. Y de ahí la conveniencia de manteneir en activo la glándula de la curiosidad indagatoria, la conveniencia de no sofocar al niño que subyace en cada uno de nosotros, la conveniencia de tener el hábito de abandonar los hábitos. Cuarido yo era estudiante de filosofía estaba de moda preguntar, con Heidegger, por qué hay algo en vez de nada. El gran Leibniz lo había pjanteado antes, y sigue siendo la cuestión clave de la metafisica. Pero hoy los físicos se preguntan, más modestamente -aunque no menos audazmente- por qué hay materia y no, más bien, pura radi:ación; por qué la materia no se aniquiló con su correspondiente aritimateria. Hoy los físicos reconsideran el tema de la nada por la vía de las llamadas "partículas virtuales". En todo caso, la ciencia ha desantropomorfizado a la realidad y una nueva aventura se abre, inacabable, para el espíritu humano en general.

En este artículo pongo el énfasis en la física, pero lo mismo valdría entrar en otras clisciplinas. La neurobiología, sin ir más lejos. Creemos en un mundo que ese nos presenta con colores, olores, sonido, resistencia, pero "ahí

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fuera" no hay ni luz, ni color, ni sonido; "ahí fuera" sólo hay ondas electromagnéticas, variaciones de presión y de energía, etcétera. ¿Cómo, entonces, nuestro cerebro construye el mundo? Dicese que holográficamente. Sea como fuere, lo que aquí me importa es enfatizar la conveniencia de que los medios de comunicación orienten sus antenas hacia lo relevante. Además, el personal está ya bastante harto del bla, bla de cada día. No digo que tengamos que despolitizarnos ni dejar de ser mínimamente frívolos. Sólo defiendo la conveniencia de ensanchar el espectro de nuestros centros de atención. El éxito televisivo de la excelente serie Cosmos fue todo un indicio. El interés por las cuestiones médicas, e incluso por la ficción científica, es otro indicio.

Arte y ciencia constituyen la vanguardia indisociable de la más profunda aventura humana. Uno estima que los medios de comunicación son también un gran subsistema educativo, y de ahí su responsabilidad. Porque ya conocemos las alternativas: ante la falta de información y de solvencia, sumergidos en la crisis de la última revolución tecnológica, condicionados por una participación política decreciente y dentro de un clima general de inanidad y nihilismo, las gentes se apuntan a lo que les echen. De ahí esa proliferación de sectas, grupos, movimientos, tribus, sabidurías de pacotilla. De ahí, en fin, la urgencia de recuperar el sentido de lo relevante.

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