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Tribuna:LA CAMPAÑA DEL REFERÉNDUM
Tribuna
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Rechazar los bloques, fortalecer Europa

Francisca Sauquillo

La cuestión de la permanencia o no de España en la Alianza Atlántica está sirviendo para tantos usos, que tratarla con seriedad exige ya explicar desde qué perspectiva se hace. Aquí quiero exponer la que, a juicio del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL), podría corresponder al pacifismo español.Para ello, hay que identificar de entrada los objetivos últimos del movimiento por la paz. Y dado que, precisamente, la dimensión que alcanza hoy la dinámica armamentista excluye soluciones fáciles, estos objetivos serían: 1) establecer el valor-paz como una prioridad electoral y política a exigir tanto de la izquierda como de la derecha, y 2) lograr que ello se traduzca en una política de Estado, que avance con independencia de las variaciones gubernamentales y sea así reconocida por la comunidad internacional.

Desde estos objetivos es como encaramos el debate sobre la permanencia en la OTAN. Sabiendo que los países que han alcanzado cotas importantes de estos objetivos lo han hecho a través de debates de similar trascendencia. Así, cuando se dice que Suecia tiene ese. reconocimiento internacional porque desde 1812 no ha intervenido en ningún conflicto, no hay que entender que desde entonces no se ha producido allí ninguna controversia seria sobre estos temas. Como se sabe, a principios de los sesenta, cuando se debatió en Europa si debían incorporarse armas nucleares a la defensa, este tema provocó un debate que conmocionó Suecia. La victoria de los contrarios a la defensa nuclear se profundizó en el Estado, a través de la socialdemocracia, y caló tan profundamente en toda la sociedad que hoy nadie discute esta cuestión.

Fenómenos como este no nos son obligadamente lejanos. Cabe preguntarse si algo similar no hubiera ocurrido en España en caso de que el Gobierno socialista hubiese mantenido su rechazo a la permanencia en la OTAN y el referéndum hubiera arrojado un resultado en esa dirección.

El presidente del Gobierno ha justificado su cambio de posición en base a circunstancias y razones de Estado que así lo aconsejan. Muchas de estas razones no son difíciles de entender, incluso si no se comparten. Es evidente, además, que los cálculos del Gobierno se hacen teniendo en cuenta cómo afecta esta cuestión al conjunto de las otras áreas de la actividad nacional. Pero tampoco es difícil de entender que al movimiento por la paz no le corresponde ese tipo de cálculos: más bien debe ser contrapresión respecto de exigencias que se hagan desde dentro y fuera de la vida nacional.

En todo caso, la reflexión sobre las razones que aconsejan la permanencia o la salida parte ya de la legitimidad del acto democrático que supone que el Ejecutivo someta su posición a consulta popular, tal y como había prometido. Y es de justicia saludar que así lo haga. Como hay que rechazar los intentos de la derecha por desvirtuar el sentido de la consulta.

Los tres condicionantes

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La reflexión sobre este asunto no permite descalificaciones ni catastrófismos. No pueden aceptarse ideas como la de que España fuera de la OTAN se transforma en un país tercermundista; o, en sentido contrario, que si España permanece en la OTAN, se convierte automáticamente en un eslabón del armamentismo americano, perdiéndose definitivamente para políticas de paz.

Veamos la situación planteada por la permanencia en la Alianza. En primer lugar, creemos que sí existe la posibilidad de que España pueda hacer dentro de la OTAN un papel moderador de políticas agresivas, o al menos mostrar su disconformidad, lo que resta unanimidad política a la OTAN, como de hecho hacen otros países. En cuanto a autonomía en temas de seguridad, es cierto que España perderá ésta en cierto grado, pero no hasta el punto de no poder hacer una política progresista en sus centros de interés (por ejemplo, Centroamérica). Naturalmente, en foros internacionales específicos, como la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), España deberá negociar dentro de su bloque (la Alianza), pero esto no tiene por qué impedir una política diferenciada en otros foros (en especial, en la ONU).

Por otra parte, no podemos compartir el discurso de otros partidarios del no en el referéndum, cuando descalifican la importancia de los tres condicionantes que propone el Gobierno: no nuclearización del territorio, no integración en el mando conjunto, menor presencia de fuerzas norteamericanas. La confirmación de España como territorio libre de armas nucleares no puede sino entenderse como una conquista para la paz, profundamente reivindicada por el pacifismo europeo. La permanencia fuera de la estructura militar integrada, en tanto no hay asignación de tropas ni utilización del territorio, permite trabajar -si el Gobierno quiere- por una defensa referida únicamente a los intereses españoles, que nosotros exigimos estrictamente defensiva y de acuerdo a los costes de la crisis económica. La reducción de fuerzas norteamericanas, incluso desde las posiciones del Gobierno, abre la puerta a la presión social que exige la erradicación de las bases.

Es decir, siendo justos, es difícil desconocer el carácter atenuante que tienen los tres condicionantes en cuanto a la permanencia en un bloque militar. Ahora bien, también sería injusto no aclarar que todas las posibilidades mencionadas están, a su vez, condicionadas por un asunto crucial: dependen por completo del esfuerzo de voluntad política que en esa dirección quiera hacer el Gobierno. Dicho de otra forma, dependen seriamente de las variaciones gubernamentales: 1) de que la derecha no llegue al Gobierno; 2) de que no se produzcan nuevas variaciones en la visión del Gobierno socialista.

¿Consecuencias catastrofistas?

Veamos ahora la situación correspondiente a la salida de España de la OTAN. Para el MPDL, esta es la opción que más favorece el trabajo por la paz, pero ello no debe impedir el examen de sus posibles inconvenientes. Sería negar la evidencia no aceptar que a los Gobiernos más otanistas de Europa les disgustara que el referédum sea negativo. Aunque tampoco hay que desconocer que a muchos europeos (y ciudadanos del hemisferio sur) esta posibilidad les ínterese bastante.

Pero la cuestión es que no estamos hablando sólo de sectores de opinión, sino de asuntos tan concretos como, por ejemplo, las transferencias de, tecnología. En términos globales, hay que reconocer algo que dijo el presidente del Gobierno en el debate sobre seguridad: España está eligiendo su permanencia en la OTAN una vez que ya es miembro de las Comunidades Europeas. Pues bien, nadie, ni en Estados Unidos ni en la CEE, está mínimamente interesado en producir dificultades económicas graves a una porción tan interesante del Mercado Común.

Hay personas que creen que el otro gran inconveniente de un referéndum negativo es el deterioro de la fuerza electoral socialista. ¿Qué es lo que dicen todas las encuestas? Incluso en aquellas donde el porcentaje de los noes era más alto, el electorado seguía votando, casi como en 1982, al partido socialista. Parece pues, que el electorado diferencia bastante bien entre un referendum y unas elecciones generales.

La última cuestión es la situación en que queda España fuera de la OTAN en el plano de las alianzas. ¿Es mejor una alianza multilateral que una alianza bilateral con Estados Unidos? Difícil elección. Lo cierto es que salir de la OTAN y romper con Estados Unidos de una sola atacada, sí apuntaría a una ruptura brutal de los equilibrios. Y sabemos que esto es un factor objetivo de riesgo para la paz. Pero la opción consistiría en mantener la segunda relación en una tendencia a la baja. Es perfectamente posible establecer un plazo -que no podría ser corto- hasta que España, con su propia defensa, pudiera contribuir eficazmente a la seguridad europea. E indudablemente, no es lo mismo legitimar la presencia en un bloque militar, mediante un referéndum, que mantener una relación heredada -con muchísima menos legitimidad- en la perspectiva de la completa autonomía.

No hay, pues, razones que permitan visiones catastróficas de la situación española fuera de la OTAN. Cabe ahora preguntarse por el impacto en el escenario europeo.

El primer asunto es saber si esta salida no rompe los equilibrios euroestratégicos. Es un hecho reconocido por todos que la verdadera ruptura del equilibrio se producía en 1981 con la entrada de España en un bloque militar, 26 años después de que no hubiera entrado ningún nuevo miembro. Por otra parte, desde el momento en que la victoria socialista, con 10 millones de votos, se hacía con la promesa de hacer el referéndum, todos los miembros de ambos bloques entendieron que la pelota seguía en el tejado. En realidad, si el referéndum fuera negativo, 1) se resolvería definitivamente una duda en Europa, 2) en el sentido de restablecer los equilibrios alterados en 1982. (Por cierto, dos años después de que la ONU recomendara que la primera medida para detener la dinámica de bloques era la no ampliación de ninguno de ellos).

Para ser más europeísta

Pero el asunto central se refiere a la posibilidad de colaborar en la afirmación de una política de paz y seguridad en Europa. Y en este ámbito, un sólido argumento es que para fortalecer el polo europeo de la Alianza es imprescindible estar dentro. Algo completamente cierto. Pero la pregunta es si el mejor camino para una política autónoma de seguridad europea es el fortalecimiento del polo europeo de la Alianza. Y aquí la respuesta es más compleja. Por que es evidente que esa política se haría más fácilmente desde las ins tituciones propiamente europeas. Sin embargo, esto no se ha hecho hasta el momento y el Parlamento Europeo tiene prácticamente prohibido debatir temas de seguridad. Estamos ante el producto del retraso de la Europa política. Pero, precisamente, de lo que se trata es de salir de esa situación. Y esto no significa desconocer la existencia de la Alianza Atlántica. Las discu siones en la Comunidad serían irreales sí no partieran de ahí. Pero una cosa es tener en cuenta la OTAN para la defensa europea y otra -muy otra- es carecer de una política de seguridad propia mente europea independiente de la hegemonía norteamencana.

Porque es cierto que en política exterior (elemento fundamental de la seguridad) Europa se ha diferenciado de la Administración norteamericana (de forma clara en los conflictos del Mediterráneo y Oriente Pr-ximo, menos clara en Centroamérica). Pero el dato es que esa diferenciación se ha hecho siempre desde los centros de decisión de la CEE y nunca desde los de la OTAN. Más bien al contrario, como afirma una personalidad tan poco sospechosa como Helmut Schmidt, en la Alianza se desarrolla una dinámica grave: la Administración estadounidense adopta decisiones comprometedoras para la seguridad europea sin consultar con sus aliados en la OTAN.

Dicho en breve, todo indica que la posibilidad de hacer política de seguridad europea se encuentra en el seno de las instituciones comunitarias y que lo que hay que hacer es fortalecer sus centros de decisión. Pues bien, si España sale de la OTAN y se afirma como miembro europeísta de la CEE, aumenta objetivamente el perfil de la institucionalidad propiamente europea frente a la atlántica. Una forma positiva de abandonar el neutral aislacionismo del pasado.

En conclusión, el MPDL sugiera la participación de los ciudadanos en el referéndum, como sano ejercicio de reflexión sobre los temas de paz y seguridad, y entiende que no se trata de elegir entre una situación ideal y otra fatal (o al decir de Jackson, entre el 0 y el 100, sino entre el 40 y el 60). Es en estos términos que el MPDL prefiere la retirada -de España de la Alianza Atlántica (u OTAN) y el desarrollo de una política de Estado que fortalezca una Europa autónoma y pacífica.

Ahora bien, si se acepta la legitimidad de la consulta popular, también deben aceptarse sus resultados. Si éstos son favorables a la permanencia, el MPDL aceptará democráticamente esa situación y exigirá que se cumplan los tres condicionantes que aparecen en la pregunta, así como trabajará para usar todas las posibilidades a favor de la paz. En caso contrario, hay que saludar la declaración del Gobierno sobre que el referéndum es moral y políticamente vinculante y que un Vesultado negativo le llevaría a sacar a España de la Alianza.

Francisca Sauquillo es presidenta del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL).

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