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Debate sobre historia y literatura en la semana dedicada a Roa Bastos

De todo habrá en la semana que el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) dedica a Augusto Roa Bastos y que se inició ayer a las siete de la tarde. Desde consideraciones acerca de los efectos de la literatura sobre la sociedad hasta la constante meditación de la literatura sobre sí misma, que es una preocupación también constante del escritor suramericano. Desde su trabajo como guionista de cine -del que aprendió como novelista y al que enseñó como novelista- hasta una olvidada vocación juvenil de poeta que ha recuperado en la madurez.

El programa del ICI ofrece hoy una tertulia en la que Augusto Roa Bastos leerá una selección de sus poemas. Mañana habrá una mesa redonda titulada El arte de narrar en Augusto Roa Bastos, con la participación de Milagros Esquerro, R. H. Moreno Durán, José Saer, Antonio Tovar y Blas Matamoro. El jueves se, proyectará la película Alias Gardelito, con guión de Roa Bastos. Finalmente, para el viernes está programada otra mesa redonda sobre Augusto Roa Bastos:narrativa e historia, con Julio Roca, Fanny Rubio, Gabriel Saad y R. H. Moreno Durán. Todos los actos empiezan a las siete de la tarde.La obra del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, de 68 años, tiene un dramático carácter de lucha doble: por una parte, contra la intemperie del exilio; y por otra, contra los esfuerzos de la historia por hacer desaparecer como país a Paraguay, esfuerzos en los cuales los argentinos hicieron lo suyo participando en el último tercio del pasado siglo en la llamada guerra de la Triple Alianza. Esta guerra ocurrió de 1865 a 1871, y todavía es una vergüenza para muchos argentinos.

Roa se marchó forzosamente de Paraguay allá por 1947, empujado, por un golpe de Estado y una matanza populosa. Se estableció en Buenos Aires como tantos miles de paraguayos. Toda la obra de Augusto Roa Bastos se ha cumplido en el exilio, primero en Argentina, donde vivió más de 20 años; luego, por razones obvias, fuera de aquel país: en el sur de Francia. Cerca, lo más cerca posible, de España, a la que viaja a menudo y de la cual es ciudadano y tal vez pronto sea habitante.

De ese país natal que la historia le negó, Augusto Roa Bastos se ha llevado al exilio un puñado de palabras, guaraníes las más de ellas, castellanas las escritas, todo impregnado de un bilingüismo subterráneo y latente como esas rojizas y casi carnales raíces de la mandioca que los paraguayos cultivan en su tierra.

El exilio, que, como el nacimiento, es un accidente, se transforma en Roa Bastos, como en buena parte de los escritores de este siglo, en una identidad. Así ocurre con la vida misina, esa casualidad que convertimos en necesidad al adoptarla como nuestra única vida en este tinglado del planeta.

En sus fábulas de la selva chaqueña, en su robusta evocación del doctor Francia, ese déspota primitivo y a la vez ilustrado que ya fascinó la imaginación heroica de Thomas Carlyle, Roa Bastos intenta la construcción de esa isla imaginaria donde todos los escritores, que son siempre Robinson, refundan incesantemente una cultura.

Paraguay, resto de aquel país aplastado por ejércitos de la Triple Alianza, han sido objeto de patéticos prodigios. Tal vez el más perdurable sea el practicado por el general Alfredo Stroessner: sumirlo en un continente de silencio, hacerlo desaparecer de la actualidad periodística, convertirlo en una curiosidad cartográfica que nos sorprende lo ojos cuando miramos el mapa de América del Sur.

Sin armas, sin terror

Augusto Roa Bastos, sin grados militares, sin armas, sin cuadros dirigentes, sin terrores carcelarios, sin servicios de inteligencia, sino con inteligencia servicial, ha logrado el prodigio opuesto y simétrico: salvar a Paraguay del exterminio y el olvido, conservar su voz para cuando se una definitivamente con su pueblo.Y todo esto no más que con una isla de palabras, palabras españolas construidas con primores guaraníes sólo comparables a ese casi intangible diseño barroco del ñandutí: una espuma de tejidos que a trasluz parece una puerta inexpugnable con fina osamenta de hierro.

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