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Tribuna:LOS TEMPLOS DE MADRID
Tribuna
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La catedral de la AImudena

Madrid nunca fue una ciudad afortunada con sus templos. Mientras todas las grandes capitales del mundo poseen templos soberbios, numerosos y grandes, la Villa del Oso hace pobre figura. Roma, con San Pedro, con sus grandes basílicas, con sus monumentales templos barrocos; París, con Notre Dame, San Eustaquio, La Magdalena, el Sacré Coeur; Londres, con la catedral. de San Pablo, Westminster Abbey y el gran templo católico de Westminster, y Viena, no digamos, con la catedral gótica de San Esteban y la barroca iglesia de San Carlos Borromeo.De 10 parroquias a cuatro

Pero Madrid, en el siglo XIII, cuando ya se habían construido las grandes catedrales góticas, tenía 10 parroquias: la de Santa María de la Almudena, la de San Andrés, la de Santiago, la de San Pedro, la de San Miguel, la de San Juan, la de San Justo, la del Salvador, la de San Nicolás y la de San Miguel de la Sagra, que se hallaba extramuros.

El vendaval de la historia se ha llevado por delante a seis y sólo nos quedan cuatro de las antiguas parroquias: la de San Andrés, casi destruida, a la que se añadió luego la hermosa capilla de San Isidro, que para colmo de desdichas fue incendiada en la guerra civil; la de Santiago, que no es la vieja, sino otra reconstruida el siglo XIX, y las de San Pedro y San Nicolás, que son las supervivientes que todavía conservan en parte su antigua apariencia.

En algunos casos, la titularidad de algunas antiguas parroquias ha pasado a iglesias distintas, algunas conventuales.

Como elemento de comparación, mientras Madrid tenía en la Edad Media 10 parroquias, Ávila tenía 19, casi el doble. Toda la Edad Media fue Madrid una villa sumamente modesta, aunque muy amada de sus reyes, que fueron casi siempre sus señores naturales.

Pero además, estas parroquias no sólo eran pocas, sino que en sí mismas no tenían ni dimensiones, ni importancia que superaran las de la iglesia de un pueblo o de una aldea.

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Sabemos perfectamente cómo era la parroquia de Santa María de la Almudena, por descripciones, por viejas estampas y porque el Museo Municipal conserva una maqueta realizada con datos fidedignos. Antonio Ponz, el autor del famoso Viaje de España, nos da en su libro bastantes noticias sobre la vieja parroquia.' Empieza por decir: "El edificio es pequeño y de comunísima arquitectura, aunque en tiempo de Felipe IV le cubrieron de doraduras. Lo más notable que tenía la parroquia era la capilla gótica de Santa Ana, hecha a costa de Juan de Vozmediano, secretario de Carlos V. Como pinturas, destacaban dentro de la parroquia algunas de Lucas Jordán, Eugenio Caxes y Diego Polo. Acaso la más notable era el Milagro del Pozo, de Alonso Cano, que se salvó durante la guerra tras rocambolescas aventuras y hoy se puede contemplar en el Museo del Prado.

Si tan pobretona y desmedrada era la parroquia mayor o matriz de Madrid, la que reinaba sobre todas las demás, ¿cómo serían las otras? Basta con ir a las de San Pedro o San Nicolás para darse cuenta. Eran parroquias para una feligresía muy reducida. Madrid en el siglo XIII no pasaría de 15.000 habitantes. Es decir, cada parroquia tendría 1.500 feligreses.

Monasterios y conventos

En el siglo XVII las cosas variaron y aunque Felipe II, el rey que convirtió a Madrid en capital, se llevó a El Escorial, la obra más grandiosa de su reinado, no dejaron de construirse en la villa y corte notables establecimientos religiosos. Pero todos eran monasterios y conventos, pues todas las grandes y pequeñas órdenes religiosas no podían faltar a la cita de la capital.

Algunos establecimientos reales como las Descalzas o la Encarnación fueron y son relicarios de arte, pero también sus templos eran pequeños, como corresponden al servicio de las comunidades fundadoras. Sólo el colegio Imperial de los, jesuitas, en la calle de Toledo, construido por la munificencia de la emperatriz María de Austria, hermana de Carlos V, presenta una iglesia de notables proporciones. Por eso, cuando fueron expulsados los jesuitas y convertida en templo diocesano, puede a su vez adaptarse para catedral de la nueva diócesis de Madrid Alcalá.

El templo del colegio Imperial, actual catedral de San Isidro, es de los pocos que tienen regular tamaño. Los demás siguieron siendo de pequeñas dimensiones. Grandes o pequeñas, la mayoría de las iglesias del Siglo XVII desaparecieron con la desamortización y las reformas urbanas.

La calle de Atocha era una maravilla, una sucesión ininterrumpida de iglesias barrocas de gran estilo. Pero no queda ninguna, pues la misma iglesia de Santa Cruz se derribó y se construyó la de ahora por el mismo arquitecto de la Almudena, Francisco de Cubas.

El siglo XVIII no fue menos remiso en la construcción de iglesias, pero en la misma línea: pequeñas iglesias conventuales. Las de Pedro de Ribera, como la de Montserrat o San Hermenegildo (hoy de San José); las de Bonavia, San Justo y Pastor; las de Ventura Rodríguez, San Marcos y la de San Norberto (desaparecida), y la espléndida fundación de Bárbara de Braganza, las Salesas Reales, sin discutir sus innegables bellezas, son iglesias de muy poco aforo.

Por excepción, se construyó en él siglo XVIII la iglesia de San Francisco el Grande, de la orden que fundara el pobrecito de Asís. Esta iglesia sustituye un viejo templo medieval muy arruinado. Fue una ocasión única para Madrid. Los mejores arquitectos de la época afilaron sus lápices. Ventura Rodríguez dibujó proyectos magníficos, más propios para una catedral que para un templo franciscano. Diego de Villanueva hizo otros, pero a todos se prefirieron los de un lego de la orden, que proyectó una gran rotonda al estilo del panteón de Roma.

Hoy, San Francisco es el mayor templo de Madrid, pero su planta circular no es la más apta para ciertas ceremonias, y San Isidro, en la calle de Toledo, no es asequible para grandes concursos por lo congestionado de su calle. Por eso se utiliza otra iglesia de origen conventural, la de los Jerónimos, cuando se quiere celebrar actos que revistan cierta pompa y aparato.

En los Jerónimos se casaron Alfonso XII y Victoria Eugenia, y allí se verificó el acto religioso de proclamación de Juan Carlos I, cuando, muerto el general Franco, asumió la potestad real.

Como se ve, Madrid lucha constantemente con su penuria de templos representativos, que sean marco adecuado para las muchas celebraciones que el ceremonial de una corte exige. ¿Qué sería de París sin Notre Dame, donde se coronó Napoleón I y donde De Gaulle celebró la liberación de Francia?

La catedral inacabada

Madrid tiene al alcance de su mano la posibilidad de contar con un templo que no cederá en magnificencia a ninguno de los templos con que cuentan todas las capitales el mundo: la inacaba catedral de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid.

Se dirá que el templo no es antiguo, que no le ennoblece la pátina de los siglos, que no es una de aquellas gloriosas catedrales góticas que fueron símbolo máximo del orbe cristiano en la Edad Media. Es cierto, pero en algo no cederá la futura catedral a las más ilustres de otras ciudades, y es en su emplazamiento. Me atrevo a afirmar que no existirá templo alguno más noblemente situado.

En la atalaya del viejo Madrid, del Madrid histórico, en un lugar bellísimo y despejado, en que el monumento aparecerá como en un trono natural, dominando vistas despejadas que llegan hasta el propio Guadarrama. Frente al palacio más suntuoso y monumental de Europa; con una enorme plaza, delante, que le sirve de atrio; con grandes calles que permiten llegar a ella con facilidad, a la vez que su cortejo de plazas y compases la aíslan del tráfico y el ruido callejero creando espacios de respeto.

Solamente en su día, y cuando el templo viva al unísono con el fervor madrileño, todos se darán cuenta del regalo que supone una catedral tan bien situada como podía estarlo el Partenón sobre su acrópolis en tiempos de Pericles.

Madrid tiene esto al alcance de su mano y la posibilidad de lograr un templo de una dimensión y magnificencia extraordinarias que podrá dar a Madrid unos timbres de nobleza que ahora le faltan.

Fernando Chueca Goitia es arquitecto, coautor del proyecto para la terminación de las obras de la catedral de la Almudena.

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