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El intelectual francés Raymond Aron revisa en sus memorias 50 años de historia

Las memorias del filósofo, escritor, sociólogo, economista y editorialista político Raymond Aron, que acaban de publicarse en Francia, quedan definidas por el subtítulo que se lee en la portada:50 años de reflexión política. A sus 78 años de edad, ya fallecidos Sartre y Camas, Aron se valora aquí como el último monstruo sagrado de la inteligencia gala.

Las casi 800 páginas de las memorias del autor de El opio de los intelectuales se ofrecen a los franceses como el gran documento acontecimiento del año. El último medio siglo de la historia mundial es revisado por el analista francés más respetado en su país y más allá de las fronteras del hexágono. Aron esboza los retratos de los personajes políticos de primera fila de las últimas décadas. Unos le consultaban, otros se inspiraban en sus análisis y comentarios, y cada cual se inquietaba por la influencia del profesor universitario, escritor, periodista y filósofo, que pasará a la historia como un campeón, de la independencia.En 1974 votó por Valery Giscard d'Estaing en las elecciones presidenciales; le consideraba el mejor candidato, pero no pasaron muchos días y ya anotaba: "Giscard d'Estaing tendría que preguntarse si el lenguaje y la manera que le han permitido acceder al Elíseo, es decir, la combinación de la inteligencia esplendorosa y de generalidades sin contenido, le bastarán para agrupar a los franceses".

De Sartre a De Gaulle

De Gaulle, Pompidou e innu merables hombres políticos, franceses y extranjeros, son inmortalizados por Aron, pero las páginas que más se esperaban y que se leen con fruición son las que dedica a su pequeño camarada, Jean-Paul Sartre. Los dos, y otro filósofo muerto prematura mente en la última guerra mundial, Nizan, se conocieron en la Escuela Normal Superior. Los tres eran considerados como los genios de la escuela, pero ellos mismos lo entendían así. Aron cuenta al respecto: 'Le envidiaba (a Sartre) la confianza que tenía en sí mismo. Confesaba, sin vanidad, sin hipocresía, la idea que tenía de él y de su genio. Llegar a la altura de Hegel le parecía lógico, y ni muy arduo ni muy largo".Terminados sus estudios, las ideas los separaron. Aron perteneció durante algún tiempo al partido socialista, por el año 1925, pero después se consagró como un liberal exigente, que, tal como reza el título de uno de sus libros, ha vivido y vive como el espectador comprometido. Sartre, por el contrario, hasta que murió, se comportó como un combatiente de la fuerza y de la fragilidad de las ideas.

André Malraux, el escritor y hombre político, también desaparecido, como Sartre, fue otro de los amigos de Aron. "No pertenecía al partido comunista, pero habló y actuó hasta la guerra como un compañero de camino", dice Aron del autor de las Antimemorias, para explicar que su amistad resistió a las divergencias políticas de aquellos años treinta. Después, en efecto, Malraux conoció a De Gaulle y se apasionó definitivamente. Sobre esta reconversión del que fue ministro de Cultura del general, anota Aron: "Me tienta creer que su nacionalismo, su gaullismo, fueron más profundos, más auténticos, que su paramarxismo. Los medios de comunicación franceses celebran la aparición de estas memorias del último intelectual al que se atreven a llamar maestro.

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