_
_
_
_
_

Descubierto el intento de purgar a Saronni en la última etapa del Giro

Juan Arias

El Giro de Italia de este año, que, con una media de 38 kilómetros a la hora, ha sido el más veloz de toda su historia, estuvo a punto de acabar con una trágica diarrea de su campeón, Giuseppe Saronni, antes de su último vuelo glorioso hacia Udine. Y no perdió el trofeo de la gloria gracias a la honradez de dos camareros del hotel en que pasó la noche anterior a la última etapa.

Dichos camareros fueron contratados por un industrial de Bérgamo, Giovianni Arrigoni, de 46 años, dueño de una fábrica de llantas de bicicleta, para que en, la cena le echaran una buena dosis del laxante Gutalax. Dosis de diarrea, vamos. El precio de la corrupción iba a ser de 300.000 pesetas. Para los dos camareros suponían unas vacaciones tranquilas en el mar.El industrial no tomó demasiadas precauciones. Probablemente, se dijo a sí mismo que en un país donde se corrompen con tanta facilidad hasta los generales de la guardia de finanzas y políticos ilustres y hasta magistrados, tintar a dos empleados del hotel era cosa de coser y cantar.

La denuncia

Pero no fue así. Los dos camareros pertenecen a esa clase sana de este país que dificilmente dormirían con un peso semejante sobre la conciencia. Es esa clase que cree aún en el dicho que afirma que es mejor ser pobres, pero honrados.Y denunciaron. Los jóvenes se llaman Gabriele Giordano, 23 años, y Alessandro Bozzato, de 21. El primero de ellos, hombre del profundo sur, emigrado. El segundo, del norte. El policía que recibió el soplo es joven como ellos, 25 años. Le presentaron a Giovanni Arrigoni, el industrial que se presentó flamante a la cita con dos tubos de Gulatax y los billetes en un sobre abierto, como si fuera el cocinero encargado de llevar a cabo el compló contra Giuseppe Saronni.

El cocinero recibió con una mano las 300.000 pesetas y con la otra, mostró al industrial su tarjeta de policía. Enseguida, las esposas. La prensa se mostró llena de elogios a los dos camareros honrados. Fue como un sicodrama, un gesto liberador colectivo. En el país de los escáncialos financieros fáciles, este gesto fue interpretado así: "entonces no es verdad que todos en Italia nos dejamos vender por un plato de billetes".

Giusseppe Saronni pudo así superar tamañas confabulaciones contra él en forma de diarreas. Lo que no se ha explicado son los motivos que tenía el industrial de las llantas para acabar con la racha triunfal de Saronni, dos veces triunfador del Giro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_